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El profesor japonés Yoshihide Soeya analiza las crecientes disputas en la región
La tensión entre China y Japón se ha agravado considerablemente en los últimos meses a cuenta de unas islas. Las Senkaku (así las denomina Japón) y Diaoyu (así las llama China) están deshabitadas pero se cree que tienen petróleo. Yoshihide Soeya, director delInstituto de Estudios de Asia Oriental de la Universidad de Keio, analiza las disputas territoriales en el mar del sur de China, el asunto sobre el que ha impartido varias conferencias en España de la mano de la Fundación Japón.
Pregunta. Dos cazas rusos han entrado brevemente en el espacio aéreo japonés cerca de otras islas en disputa esta mañana [la del jueves], ¿tendrá consecuencias?
Respuesta. No es algo frecuente pero a veces ocurre. No creo que tenga consecuencias.
P. Las disputas territoriales en el mar del Sur de China son múltiples, las escaramuzas frecuentes, las acusaciones cruzadas... ¿existe riesgo de que se desate un conflicto entre varios países?
R. Depende de cómo se comporte China. Las disputas vienen de lejos. Y China mantiene su presión militar como acabamos de ver en las islas. Filipinas ha llevado el asunto a la ONU.
P. Esta última ronda del conflicto por las Senkaku/Diaoyu parecía especialmente grave, ¿en qué es distinta de las anteriores?
R. Las cosas han cambiado mucho a lo largo de los años. Las islas estuvieron en manos privadas durante más de 100 años , en los años treinta unos 200 pescadores vivían allí, pero desde entonces están deshabitadas. En 1971 China empezó a reivindicarlas. Años después, el propietario decidió venderlas, quizá cansado por el conflicto. En 2002, el Gobierno de Japón acordó un leasing (un alquiler de largo plazo) por el que pagaba dos millones de yenes (18.000 euros) al mes. Mucho dinero. El objetivo gubernamental era gestionar el asunto de modo pacífico, que nadie fuera a la isla. Pero el gobernador de Tokio, Shintaro Ishihara, un conocido nacionalista, muy antichino, anunció que las iba a comprar y el Gobierno decidió comprarlas, las nacionalizó. Pero China lo consideró un cambio del status quo. Para nosotros, los japoneses, hubiera sido una pesadilla que las comprara Ishihara, pero los chinos de a pie, que no saben historia, lo consideran una conspiración japonesa. Una de las interpretaciones de los japoneses expertos en China es que este asunto (las islas Senkaku/ Diaoyu) fue utilizado en la lucha de poder (de la cúpula del Partido Comunista Chino).
P. La tensión sigue alta. Los incidentes y las acusaciones cruzadas se han vuelto casi cotidianas
R. Antes mandaban patrulleras de vez en cuando, ahora están entrando a diario en nuestras aguas. La tensión va en aumento.
P. ¿Qué posibilidades hay de que se convierta en un conflicto abierto?
R. No creo que China ataque. La preocupación es que haya un accidente, algo no intencionado, y la región se inflame. El otro día leí que el Gobierno de Japón ha propuesto crear una línea directa entre las fuerzas aéreas de los dos países para aclarar el asunto en cuanto uno de ellos detecte un avión sospechoso. No sé si China aceptará pero es necesario.
P. ¿Se ha recuperado la relación comercial entre ambos países?
R. Hay empresas que se han ido en busca de otros mercados. Y las que se han quedado están acosadas, sufren retrasos en las gestiones, la burocracia ha aumentado,… los negocios se han ralentizado. El odio hacia los japoneses es constante pero ahora el sentimiento antijaponés se ha vuelto muy extremista.
P. ¿Y a la inversa?
R. En Japón no hay acoso a los turistas chinos ni asalto a las tiendas. No me parece de recibo comparar el nacionalismo japonés y el chino.
P. ¿Por qué son tan importantes las islas?
R. No es que sean importantes o no, es que son parte integral del territorio japonés. Si pregunta por qué China las reivindica desde 1971 es sin duda por los recursos naturales. Un informe de la ONU reveló que es muy probable que en la zona haya petróleo. La pesca allí no es tan importante. Como está al lado de Taiwán, es importante para China porque es una salida al Pacífico.
P. Los liderazgos de los tres grandes países de la región, Japón, Corea y China, han cambiado en 2012. Los elegidos son más nacionalistas que sus predecesores. ¿Cómo lo interpreta?
R. China se volvió agresiva a partir de los noventa pero ahora es de un modo explícito. Mi definición del nacionalismo chino es que es una combinación de humillación y orgullo que genera afán de venganza. Y los líderes fuertes son la respuesta natural (de los países vecinos) a eso. En Japón, Abe es conservador, quizá antichino, pero lo interesante es que en estas últimas elecciones obtuvo un porcentaje de votos menor que en las anteriores aunque ahora ha ganado y entonces perdió.
P. ¿Qué posibilidades hay de que en este mandato se reforme el artículo nueve de la Constitución, en el que Japón renuncia a su derecho a la guerra?
R. Considero muy poco probable que ocurra, aunque los debates sobre el asunto aumentarán. Pero las posibilidades de llevar a cabo la reforma son muy remotas. El pacifismo está muy arraigado. Abe necesitaría dos tercios en ambas Cámaras para aprobar la reforma constitucional –lo cual ahora es imposible-, un límite que el primer ministro quiere reducir a mayoría simple. Ni siquiera sé si logrará los dos tercios necesarios para proponer el cambio, porque ni siquiera en el PLD hay consenso. Personalmente soy muy crítico con la reforma, lo importante es hablar de qué estrategia quieres tras la reforma y emprender la reforma del artículo nueve con ese consenso.
Fuente: Elpaís.com
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