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El mundo antes del Islam era dominado por una visión distorsionada sobre la realidad de la Divinidad, ya que no era una visión pura que dedicara a Al-lâh (Glorificado Sea) Su Derecho merecido, sino que era una visión nublada, turbulenta y rodeada de ilusiones e ignorancia…
El mundo antes del Islam era dominado por una visión distorsionada sobre la realidad de la Divinidad, ya que no era una visión pura que dedicara a Al-lâh (Glorificado Sea) Su Derecho merecido, sino que era una visión nublada, turbulenta y rodeada de ilusiones e ignorancia. La verdad es que las diferentes civilizaciones -como refleja su historia- no conocieron a Al-lâh (Glorificado Sea) correctamente, ni fueron guiadas a la fe correcta en el Creador del Universo y su Planificador, ni supieron la completa verdad de la Divinidad; la Sabia, la Todopoderosa, la Dispuesta de voluntad, la Benevolente y la Misericordiosa. La razón de eso es que no conocieron directamente la profecía guiadora ni la Inspiración infalible, y por lo tanto marcharon solas en el sendero en busca de “la Primera Causa”, “el Primer Motivo” o “lo que existe necesariamente”, por lo tanto tropezaron, se confundieron y fueron dominadas por las ilusiones y los deseos.
Ni siquiera los filósofos a los que la historia de la filosofía los llama “los divinos”, o sea los que reconocieron la Divinidad en su totalidad, como los famosos filósofos: Sócrates, Platón y Aristóteles, quienes rechazaron la negación y el ateísmo, no tenían una imaginación correcta sobre la Divinidad, sino que era una imaginación defectuosa, perturbada y mezclada con muchas ilusiones y confusiones. Tomamos como ejemplo el “dios” de Aristóteles -el Primer Maestro para los griegos- para ver qué dios es. ¿Acaso es el dios que conocemos nosotros? ¿Es el Creador de todas las cosas, el Sustentador de todo ser vivo, Quien Sabe lo que pasó y lo que pasará, Quien Es perfectamente Capaz de ejecutar lo que Quiere, Quien puede hacer cualquier cosa? ¿O es otro dios fuera del que conocemos?[1]
Will Durant dijo en su libro (Mabâhiy Al Falsafah) Historia de la Filosofía:
Aristóteles imagina que Dios es un espíritu consciente de sí mismo. Este espíritu, también, es ambiguo y misterioso. Pues, el dios de Aristóteles no hace ningún acto, ya que no posee deseos, voluntad ni objetivos. Es puro en cuanto a sus actos a tal grado que nunca actúa. También es perfecto de forma absoluta, por lo tanto no tiene la capacidad de desear cualquier cosa. ¡De ahí que no obre nunca! Y su única función es reflexionar en el fondo de las cosas. Y debido a que él mismo es el fondo de todas las cosas y la forma de todas las cosas, por eso su único acto es la reflexión en sí mismo. Así, no suena raro que los ingleses amen a Aristóteles, ya que su dios es –claramente- una copia fiel de su rey, o, mejor dicho, su rey es una copia fiel del dios de Aristóteles en sí[2].
Si el dios de Aristóteles es pobre, debido a que no puede hacer nada en el Universo, el de Platón -a quien se atribuye el platonismo moderno- es más pobre, ya que no reflexiona en nada ni siquiera en sí mismo[3].
Por otra parte, la idolatría alcanzó la cumbre en el siglo VI d.C. Por ejemplo, el número de dioses en La India sólo llegó a 330 millones, de modo que todas las cosas maravillosas y atractivas, y cada objeto de la vida se volvieron un dios que se adora. De esta forma los ídolos, las estatuas y los dioses se volvieron innumerables, y entre ellos hay personajes históricos, héroes en los que Dios se encarnó –según su credo-, montañas sobre las cuales sus dioses se manifestaron, metales como el oro y la plata donde un dios se dejó ver, ríos, la maquinaria de guerra, los genitales y animales de los cuales el más reverendo es la vaca, y objetos astronómicos, etc. De este modo, la religión se volvió un tejido de mitos, supersticiones, cantos, creencias y devociones que Al-lâh (Glorificado Sea) no Permitió ni tampoco la mente sana los aprobó en ningún tiempo. Es digno de mencionar que el tallado de estatuas en aquella época sobrepasó todas las épocas anteriores, y todas las clases sociales y toda la población desde el rey hasta el mendigo se dedicaron a la adoración de los ídolos[4].
De este modo, el hombre degradó su humanidad postrándose ante la piedra, el árbol, el río y todo lo que no puede beneficiarse ni dañarse a sí mismo.
En aquel entonces, el Estado Romano llevaba la bandera del cristianismo en el mundo, y se dividió en dos ramas grandes: los católicos y los ortodoxos. Los últimos se dividieron a su vez en dos sectas: los malaquitas y los monofisitas. Y tenían lugar guerras muy duras entre estas sectas, y todas habían tergiversado su religión y asociaron otras deidades con Al-lâh (Glorificado Sea) en la adoración, pero se diferenciaron en la forma de este Shirk, y encima los sacerdotes y los rabinos se volvieron dioses fuera de Al-lâh (Glorificado Sea).
La historia de Europa en la edad media se reduce, en su fondo, a una lucha entre la autoridad religiosa (papal) y la mundana. La primera monopolizaba el derecho de hablar en el Nombre de Dios, se consideraba superior a los humanos y nadie tenía el derecho de pedirle cuenta ni vigilar sus comportamientos, y que incluso tenía poder sobre los reyes, que se sometían finalmente a su dominio bajo el nombre de la religión. Y la segunda se representaba en los gobernadores, reyes, emperadores y príncipes que deseaban ejercer sus autoridades, poderes y tiranía sobre sus ciudadanos sin que nadie bajo cualquier nombre o pretexto pudiera controlarlos, aunque fuera la autoridad papal bajo el nombre de la religión.
En el año 1073 d.C., el Papa Gregorio VII declaró que la Iglesia era la dueña de la soberanía en todo el mundo y que recibía su poder de Dios directamente, y luego proporcionaba a los reyes y a los príncipes de la Tierra el poder, y que el Papa tenía una posición única en la ciencia, de modo que él era quien encargaba a los obispos o destituirlos. También tenía el derecho de derrocar a los emperadores, porque él era su señor que les cuestionaba, mientras que no podían pedirle cuentas. Y a base de eso, los Papas declaraban la excomunión de quien no les satisfacía de entre los emperadores y reyes. Esto pasó con el Emperador Enrique IV, cuando el Papa declaró su excomunión en el año 1107 d.C., así que tuvo que permanecer delante de su puerta tres días descalzo y con cabeza destapada bajo la nieve y la lluvia.
Cuando el Papa Inocencio III se enojó con el rey Juan de Inglaterra, castigó a toda Inglaterra y declaró una cruzada en contra de ella e incitó al rey de Francia a atacarla y apoderarse de ella. Por lo tanto, se obligó el rey de Inglaterra a pedir el perdón del Papa, quien le perdonó tras haberle aclarado su seguimiento a él, pronunciado el juramento de fidelidad y presentado un regalo adecuado.
Este poder llegó a la cumbre en el año 1198 d.C. cuando el Papa Ernesto III declaró que era el representante del Mesías y el intermediario entre Dios y Sus siervos, o sea inferior al Señor y superior a los hombres, y que era el gobernador de todos, mientras que nadie le podía dominar[5].
Sin duda, este desvío de los hombres de la religión cristiana, su opresión y tiranía fue lo que llevó al Occidente moderno a intentar escapar de la dominación de la Iglesia y luego reflexionar en el ateísmo y en el escape total de la religión y alejarla de todos los asuntos de la vida.
En cuanto a los árabes, al comienzo adoraban a Al-lâh (Glorificado Sea) y creían en Su unicidad y en que era la Deidad Grandiosa, el Creador de los universos, el Planificador de los cielos y de la tierra, Quien tiene el poder sobre todas las cosas. Al-lâh (Glorificado Sea) Dice [traducción del significado]: {Si les preguntas [¡Oh, Muhammad! a los idólatras] quién Creó los cielos y la Tierra, y sometió el Sol y la Luna , responderán: ¡Al-lâh!}[6]. Pero con el paso del tiempo se olvidaron de una parte de la exhortación que se les hizo, por lo tanto asociaron a otras deidades con Al-lâh (Glorificado Sea), tomaron a intermediarios entre Él y ellos y los utilizaron como medio de súplica, como Al-lâh (Glorificado Sea) Dice [traducción del significado]: {Dicen: Sólo les adoramos para que nos acerquen a Al-lâh [e intercedan por nosotros].}[7]. Encima, les dedicaron algunos actos de adoración, y se estableció en sus mentes la idea de la intercesión que desarrolló al grado de creer en la capacidad de los intercesores de beneficiar y perjudicar. Luego se profundizaron en el Shirk adorando a otras deidades fuera de Al-lâh (Glorificado Sea), considerándolas iguales a Al-lâh y copartícipes con Él en controlar el universo, así como creyendo en su propio poder de beneficiar y perjudicar, hacer el bien y el mal y dar y privar[8].
También se extendió la adoración de los ídolos en la Península Arábiga, hasta que pertenecía a cada tribu un ídolo, y luego en cada casa había uno. Al Kalbi[9] dijo:
Cada familia en La Meca tenía un ídolo en su casa que lo adoraba. Y si alguno de ellos quería viajar, lo último que hacía en casa era pasar su mano sobre él repetidamente [buscando su bendición supuesta] y esto era lo primero que hacía al volver a casa también. […] Los árabes exageraron en la adoración de los ídolos de modo que había quien tenía oratorio y quien sólo tenía un ídolo. Y quien no podía conseguir ni uno ni otro, colocaba una piedra frente al Haram u otro lugar de prestigio, luego daba vueltas a su alrededor tanto como lo hacía alrededor de la Ka‘bah. Estas piedras las nombraron “los Ansâb”. Encima, cuando el hombre viajaba y descansaba en algún lugar, sacaba cuatro piedras y elegía la que más le gustaba para tomarla como dios, mientras que utilizaba las otras tres a modo de trébede para cocinar. Y cuando se iba, lo abandonaba[10].
Abu Rayâ’ Al ‘Utaridi dijo: “Adorábamos una piedra, y cuando encontrábamos otra piedra mejor, tirábamos la primera y dedicábamos la adoración a la segunda. Y en caso de que no encontrábamos una piedra, juntábamos un montón de polvo, después ordeñábamos una oveja por encima del mismo y luego dábamos vueltas a su alrededor[11]. Y dentro de la Ka‘bah -la Casa que fue construida para adorar solamente a Al-lâh (Glorificado Sea)- había trescientos sesenta ídolos[12]”.
Así era la condición de las naciones anteriores en cuanto a la imaginación de la religión, la creencia y la Deidad adorada. En ellas predominaban la idolatría y la ausencia del Tauhîd, y por lo tanto la inexistencia de los atributos del Poder, la Señoría y la Creación, que a su vez conllevó la decaída de la humanidad y de los valores para cualquier misión civilizada.
[1] Al Qaradâui, Al Islâm Hadarat Al Gad, pág. 14.
[2]Mabâhiy Al Falsafah Pág. 161-162. Transmitido de Al Qaradâui, Al Islâm Hadarit Al Gad, Págs. 14-15.
[3]Consulte, Al ‘Aqâd, Al-lâh, Pág. 78-131.
[4]Abu Al Hasan An-Nadauî, Mâdha Jasira Al ‘Âlam Binhitât Al Muslimîn, pág. 40 y Al Islam Ua Azaruh Fi Al Hadârah Ua Fadluh ‘Ala Al Insâniah, pág. 21.
[5] ‘Abdul-lâh ‘Uluân, Ma‘âlim Al Hadârah Fi Al Islam Ua Azaruha Fi An-Nahdah Al Ûrubiah, págs. 38-39.
[6][Corán 29:61].
[7] [Corán 39:3].
[8] Abu Al Hasan An-Nadaui, Mâdhâ Jasira Al ‘Âlam Binhitât Al Muslimîn, pág. 45.
[9]Ibn As-Sâ’ib Al Kalbi: Es Abu An-Nadr Muhammad ibn As-Sa’ib ibn Bishr ibn ‘Amr (Falleció en 146 de la Hégira / 763 d.C.) Era narrador y sabía a la perfección la historia de los árabes. Era de Kufa, nació y falleció allí. Era chií, y su narración de los Hadîces es rechazada, pero se aceptan de él las narraciones de lo referente a la época anterior al Islam. Véase Adh-Dhahabi, Siar ‘Alâm An-Nubalâ’ 6/248-249.
[10]Abu Al Mundhir Hishâm ibn Muhammad ibn As-Sâ’ib Al Kalbi, Libro de Al Asnâm, edición crítica por Ahmad Zaki Bâsha, pág. 33.
[11] [Al Bujârî (4117)].
[12] [Al Bujârî (2346)] [Muslim (1781)].
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