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Quizá sea obligatorio al Estado, a fin de construir su levantamiento, conducir su marcha hacia el desarrollo y la independencia y alejarse de la humillación de la dependencia, encargarse de la gran parte en cuanto a mantener económicamente a los ‘Ulamâ’, cuidarlos,
El papel que el Estado desempaña en educar a los ‘Ulema’ no es menos importante que el de la familia, más bien, a menudo es más intenso. Quizá sea obligatorio al Estado, a fin de construir su levantamiento, conducir su marcha hacia el desarrollo y la independencia y alejarse de la humillación de la dependencia, encargarse de la gran parte en cuanto a mantener económicamente a los ‘Ulamâ’, cuidarlos, criarlos e interesarse por ellos.
La verdad es que el Estado islámico jamás descuidó su papel principal en este campo; más bien, quizá esto fuera su papel practicado mayormente. Ya que encontramos las escuelas, los institutos superiores y las bibliotecas públicas tanto como las privadas que adornan las ciudades del mundo islámico del extremo al extremo. Al respecto; la historia menciona con mucha admiración y respeto a un gran número de los califas musulmanes y sus príncipes, quienes desempeñaron un gran papel en cuidar a los eruditosy a los buscadores del conocimiento.
A la cabeza de dichos califas, está el califa abasí Hârûn Ar-Rashîd, pues ‘Abdul-lâh ibn Al Mubârak[1] dijo sobre él: “Jamás vi a un erudito, recitador del Corán, bienhechor, protector de las cosas inviolables de Al-lâh (I) después de la era del Profeta (e), de los califas ejemplares (y) y de los Compañeros (y), como vi en la era de Ar-Rashîd. Ya que vi al muchacho de ocho años memorizar el Corán. Vi al muchacho de once años profundizarse en el Fiqh (Jurisprudencia islámica) y en el conocimiento, narrar el Hadiz, escribir los libros y discutir con los profesores”[2]. ¡Y esto no tuvo lugar sino a causa de sus muchos gastos [en el conocimiento y su gente], su cuido al conocimiento, a los eruditosy a sus estudiantes desde la infancia!
Dando un vistazo al número de las escuelas con sus varios departamentos y los Bimarestanes [hospitales] que fueron construidos en la época del renacimiento y la civilización islámica, nos damos cuenta del papel del Estado en cuidar a los eruditos y criarlos desde la infancia. Ya que había escuelas para enseñar el Sagrado Corán e interpretarlo, otras para el Noble Hadiz, otras para el Fiqh y otras de medicina; también, había escuelas dedicadas a los huérfanos, como vimos en el tercer capítulo de esta sección.
Después de la época de la infancia, el Estado tenía un papel destacado en cuidar a sus hijos eruditoscomo les correspondía. Así que primero les dedicaba sueldos suficientes para vivir cómodamente, aparte de lo que daban de otras gratificaciones (pluses). Pues, el Sheij Naymud-Dîn Al Jabûshâni fue encargado por el sultán Salâhud-Dîn (Saladino) de enseñar en su escuela Salâhiah; otorgándole cada mes 40 dinares por enseñar, 10 dinares por supervisar los Auqâf (habices) de la escuela, 60 libras egipcias de pan cada día y dos recipientes del agua del Nilo cada día”[3].
De los sueldos mensuales de los Sheijes de Al Azhar, había un sueldo que el Sheij recibía por los gastos de su montura. Ya que de entre los Auqâf de Al Azhar, estaba un Uaqf (habiz) especial para la montura del Sheij y para sus gastos[4].
Esto hacía que los eruditos se dedicaran por completo a escribir, innovar, enseñar a la gente y beneficiarlos religiosa y mundanamente. Merece ser mencionado que los profesores en aquel tiempo, tenían un sindicato especial para ellos. Sin embargo, los profesores eran los que elegían al director, y el sultán no intervenía sino si sucedía algún desacuerdo entre los miembros, de modo que reconciliaba entre ellos.
Al respecto, Abû Shâmah [5] transmitió en su libro llamado Ar-Raudatain de Muqal-lad Ad-Dula‘i que dijo: “Cuando Al Hâfidh Al Murâdi falleció, nosotros -el grupo de los alfaquíes- nos dividimos en dos grupos: los árabes y los Kurdos. Así que entre nosotros había quien se inclinó a la escuela practicada y quiso llamar al Sheij Sharafud-Dîn ibn Abi ‘Asrûn[6], quien estaba en Mosul. Y había quien se inclinó a la escuela de la reflexión y la controversia y quiso llamar a Al Qutb An-Naisâbûri, quien vino a visitar Jerusalén y luego volvió al extranjero. Por lo tanto, hubo una discusión entre nosotros a causa de eso, y tuvo lugar una tentación entre los alfaquíes. Así que Nûrud-Dîn escuchó sobre eso y llamó al grupo de alfaquíes a la fortaleza en Alepo. Acto seguido, salió a ellos Maydud-Dîn ibn Ad-Dâiah representándolo y les dijo: “No quisimos tras construir las escuelas sino publicar el conocimiento, eliminar los Bida‘ (Plural de Bid‘ah, innovación en la religión) y divulgar la religión. No obstante, lo que tuvo lugar entre vosotros no es algo bueno ni adecuado”. Entonces Al Maulâ Nurud-Dîn dijo: “Satisfacemos a los dos grupos y llamamos a los dos Sheijes”. Por lo tanto, llamaron a ambos; Sharafud-Dîn fue encargado de una escuela nombrada con su nombre mientras que Qutbud-Dîn fue encargado de la escuela llamada An-Nafri”[7].
Por otro lado, el Estado tenía un papel diferente al tratar con los científicos innovadores; ya que el tercer Califa de los almohades, Al Mansûr Ya‘qûb ibn Yûsuf ibn ‘Abdul Mu’min, estableció “La casa de los estudiantes” sobresalientes y la supervisaba él mismo. Hasta que algunos de los cercanos a él -de los hombres de Estado- envidiaron a aquellos estudiantes por su posición ante él, su trato especial a ellos y su reunión en privado con ellos. Cuando Al Mansûr se enteró de eso, les dijo: “¡Oh almohades! Vosotros sois descendientes de tribus, así que si algo pasa a alguno de vosotros, se refugia en su tribu, mientras que aquellos estudiantes no tienen tribu sino yo, así que si algo les toca yo seré su único refugio, y a mí pertenecen y se dirigen…”[8]. Y de esta forma, se estableció el Imperio almohade, el cual se extendió y dominó muchos lados.
Abu ‘Ubaid Al Qâsim ibn Salâm[9] tiene una historia divertida con ‘Abdul-lâh ibn Tâhir[10] que indica la estimación de los príncipes a las mentes de los eruditos, y el homenaje a los destacados de ellos. Pues, cuando Abu ‘Ubaid Al Qâsim ibn Salâm escribió el libro “Garib Al Hadîz”, lo mostró a ‘Abdul-lâh ibn Tâhir, así que le gustó y dijo: “La mente que llevó a su portador a escribir un libro como éste, no necesita buscar el sustento”. Luego, le dedicó 10000 dírhams mensuales[11] .
Además, era famoso que los califas y los gobernadores concedían a los eruditoslos premios grandiosos y las donaciones inmensas, con el objetivo de incitarles a buscar el conocimiento. Estos premios estaban más cerca de la imaginación; como por ejemplo, dar el peso del libro traducido -de otra lengua a la lengua árabe- en oro a quien lo tradujo[12].
Por lo tanto, el movimiento de la traducción se incrementó y se transmitieron muchas ciencias a los musulmanes.
Lo maravilloso que eso, es lo que hizo el califato otomano cuando tuvo éxito en juntar a los sobresalientes de todos los pueblos y lugares, y les dispuso el cuido que llevó a cada uno de ellos a presentar lo que dominaba de arte y conocimiento. Esto es lo que ayudó el Estado a prosperar cultural y militarmente hasta que se volvió el primer Estado en el mundo.
Sin embargo, el interés del Estado no se reducía a cuidar a los científicos de sus pertinentes, sino que los gobernantes llamaban a los científicos de cada lugar para beneficiarse de sus ciencias y hacerles disfrutar del especial cuido. Por ejemplo, el príncipe Al Mu‘iz ibn Bâdîs, uno de los príncipes del Estado de los Sanhayah en el Magreb islámico, cuando escuchaba de cualquier científico famoso, lo traía a él; más bien, lo hacía de sus hombres cercanos, lo trataba con mucha generosidad, aceptaba sus opiniones y le dedicaba los rangos superiores[13].
También el sultán Muhammad Al Fâtih cuando escuchaba de un erudito que le había tocado alguna aflicción, siempre procuraba ayudarlo y concederle lo que le ayudaba para sus asuntos mundanos[14].
Esta imagen se mostró claramente en su legado a su hijo cuando estaba por morir; ya que fue mencionado en ello: “…y debido a que los eruditosson como la fuerza esparcida por el cuerpo del Estado, hónralos y anímalos. Y si escuchas que alguno de ellos está en otro Estado, tráelo, hónralo y concédele dinero”[15].
Esto es lo que encontramos en cuanto al tratamiento del Estado con todos los ‘Ulamâ’, pues no hay diferencia en eso entre los musulmanes y los que pertenecen a otras creencias e ideologías. Por ejemplo, en cuanto a la familia de Bajtishû‘ nestoriano; sus hijos eran los médicos de la familia abasí cerca de 70 años, desde la era de Al Mansûr hasta Al Mu‘tamid. Así que recibían un cuido e interés especial[16]. De esta familia, había Yibrâ’îl ibn Bajtishû‘ ibn Yiryis (falleció en el año 213 de la Hégira), quien era el médico de Hârûn Ar-Rashîd y su amigo íntimo, hasta que se dijo: “Su posición siguió elevándose ante Ar-Rashîd hasta que dijo a sus compañeros: Quien necesite algo de mí, que lo diga primero a Yibrâ’îl”[17].
También Ibn Maimûn Al Iahudi (o sea el judío) Al Andalusí recibió un cuido e interés especial por parte de Saladino, y era su médico personal[18].
Por otro lado, cuando los gobernadores y los príncipes no podían atraer a los científicos, utilizaban otro medio, o sea comprar sus composiciones científicas una vez que terminaran de escribirlas.
Por ejemplo, cuando Al Hakam, el califa omeya en Al-Ándalus, escuchó sobre el libro famoso hoy llamado Al Agâni (Las canciones) en la literatura, envió a su autor Abu Al-Faray Al-Isfahani [19] mil dinares de oro como precio de una copia suya para enviarlo a su país. De hecho, logró su objetivo; ya que Abu Al-Faray le envió una copia de su libro mencionado. Así que el libro fue leído en Al-Ándalus antes de que fuera leído en Iraq, su país de origen.
El interés de los califas, príncipes y gente de poder y de alta posición en la civilización islámica hacia los científicos, cuidarlos, aliviar sus dolores y hacerles dedicarse por completo a difundir el conocimiento, indica la superioridad de esta civilización en contener a los científicos. Y, sin duda, esto es lo contrario de lo que vimos en Europa en cuanto a asesinar a los científicos, quemar sus composiciones y obligar a los establecimientos gubernamentales –con sus varias sectas- a seguir los mitos de la iglesia.
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[1]‘Abdul-lâh ibn Al Mubârak: Es Abu Ya‘far Muhammad ibn ‘Abdul-lâh ibn Al Mubârak Al Qurashi (Falleció en 254 de la Hégira / 868 d.C.), era el juez de Huluân (En Iraq). Era de los memorizadores de confianza del Hadiz. Consulte: Ibn Mâkûlâ, Al Ikmâl 7/239, Az-Zarkali, Al A‘lâm 1/222.
[2] Abu Muhammad ‘Abdul-lâh ibn Muslim ibn Qutaibah Ad-Dînûri, Al Imamâh Ua As-Siâsah, es conocido como Târîj Al Julafâ’, 2/157.
[3]As-Suiuti, Husn Al Muhâdarah, 2/57.
[4]Consulte: Mustafâ As-Sibâ‘î, Min Rauâ’i‘ Hadâratinâ, pág. 102.
[5]Abu Shâmah: Es ‘Abdur-Rahmân ibn Ismâ‘îl ibn Ibrâhîm (599-665 de la Hégira / 1202 -1266 d.C.). Es un especialista en las ciencias del Hadiz, intérprete [del Corán], alfaquí, erudito de Usûl Fiqh (los fundamentos) y recitador. Nació en Damasco y allí creció. Fue encargado de la jefatura religiosa de Dâr Al Hadiz Al Ashrâfiah. Consulte: Ibn ‘Asâkir, Târîj Damashq 66/3 y Ash-Shâtibi, Ibrâz Al Ma‘âni min Harz Al Amâni 1/1.
[6]Sharafud-Dîn ibn Abi ‘Asrûn: Es ‘Abdul-lâh ibn Muhammad ibn Hibatul-lâh At-Tamîmi (492-585 de la Hégira / 1099-1189 d.C.), era alfaquí (de la escuela) Shafi‘i. Nació en Mosul, se trasladó a Bagdad y radicó en Damasco. Fue encargado de la jurisdicción en el año 573 de la Hégira, y a él fue atribuida la escuela ‘Asrûniah en Damasco.
[7]Consulte: Abu Shâmah Al Maqdisi, Ar-Raudatain Fi Ajbâr An-Nûriah Ua As-Salahîah, pág. 17.
[8]Al Marâkishi, Al Mu‘yab Fi Taljîs Ajbâr Al Magrib, pág 81.
[9]Abu ‘Ubaid Al Qâsim ibn Sal-lâm: Es Abû ‘Ubaid Al Qâsim ibn Sal-lâm Al Haraui (157-224 de la Hégira /774 -838 d.C.), Era de los grandes ‘Ulamâ’ famosos en el Hadiz, la literatura y el Fiqh. Nació en Herāt y allí estudió. Viajó a Bagdad y a Egipto. Falleció en La Meca. Consulte: Adh-Dhahabi, Siar A‘lâm An-Nubalâ 10/490-492.
[10] ‘Abdul-lâh ibn Tâhir: Es Abû Al Abbâs ‘Abdul-lâh ibn Tâhir ibn Al Husain Al Juzâ‘i (182-230 de la Hégira / 798-844 d.C.) Era de los gobernadores más famosos en la era Abasí. Fue encargado de Sham, Egipto, Jorasán, Kermán, Tabaristán y Rey. Falleció en Nishapur, y fue dicho: Merv.
[11] Consulte: Al Jatîb Al Bagdâdi, Târîj Bagdad 12/406, Ibn ‘Asâkir, Târij Dimashq 49/74 e Ibn Hayar, Tahdhîb At-Tahdhîb 8/284.
[12]Consulte: Ibn Sa‘id Al Andalusí, Tabaqât Al Umam, pág. 48-49.
[13] Consulte: Ibn ‘Adhâri, Al Baiân Al Mugrib Fi Ajbâr Al Ándalus Ua Al Magrib, pág. 129.
[14] ‘Ali Muhammad As-Sal-lâbî, Ad-Daulah Al ‘Uzmâniah ‘Auâmil An-Nuhûd ua Asbâb As-Suqût, pág. 140.
[15] La referencia anterior, pág. 148.
[16] Az-Zarkali, Al A‘lâm 2/44,45.
[17]La referencia anterior 2/111.
[18] Az-Zarkali, Al A‘lâm 7/329.
[19] Abu Al-Faray Al-Isfahani: Es ‘Ali ibn Al Husain ibn Muhammad Al Qurashi Al Amaui Al Asbahâni, el autor del libro “Al Agâni”. Fue mencionado que es descendiente del Califa Hishâm ibn ‘Abdul Malik. Su origen es de Isfahán y fue criado en Bagdad. Consulte: Adh-Dhahabi, Siar A‘lâm An-Nubalâ’ 16/201 e Ibn Jil-likân, Uafiât Al A‘iân 3/307.
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