Short Description
La presencia de los musulmanes en la química es lo que les permitió obtener logros muy importantes en una rama derivada de esa ciencia, que es la farmacia, y ello porque los medicamentos requieren una elaboración específica y un conocimiento de las ecuaciones y leyes
La presencia de los musulmanes en la química es lo que les permitió obtener logros muy importantes en una rama derivada de esa ciencia, que es la farmacia, y ello porque los medicamentos requieren una elaboración específica y un conocimiento de las ecuaciones y leyes químicas. A partir de ahí, aparecieron los medicamentos químicos de un modo eficaz, y se abrieron las puertas de par en par a una nueva era en el arte del tratamiento.
Lo cierto es que la farmacia es una de las ciencias que atrajeron considerablemente a los eruditos musulmanes, de modo que fueron capaces de hacer sobresalir su época, siendo considerada como la primera que conoció los compuestos farmacéuticos de un modo eficaz, científico e innovador, hasta el punto que Gustave Le Bon dijo: “Podemos, sin rubor, atribuir la ciencia farmacéutica a ellos y decir que se trata de un invento árabe-islámico auténtico”[1] Efectivamente, añadieron muchos compuestos farmacéuticos inventados por ellos a los medicamentos ya existentes y escribieron los primeros libros sobre los fármacos.[2]
En un principio, los musulmanes adquirieron las bases de esta ciencia de la cultura griega, a través del libro “Al Madah At-Tibiah” [traducción: Material médico en las hierbas y los medicamentos simples], escrito por Dióscorides Anazarbeo (80 d.C.). Esta obra fue traducida varias veces al árabe, las dos más famosas fueron las realizadas por Hanîn Ibn Is-hâq, en Bagdad, y la de Abu ‘Abdul-lâh As-Saqli, en Córdoba. Más tarde, los farmacéuticos musulmanes, gracias a su experiencia y sus habilidades, añadieron nuevas aportaciones a ese libro, completándolo con conocimientos que se le habían pasado a Dióscorides. A continuación, empezaron a escribir abundantes libros y catálogos relativos a la farmacia y las propiedades curativas de las plantas, entre los que destaca el “Diccionario de plantas”, de Abu Hanifah Ad-Dinauari[3], “La agricultura botánica”, de Ibn Uahshiah[4], y “La agricultura andalusí”, de Ibn Al ‘Auâm Al Ishbili[5] Los autores de libros sobre farmacia se beneficiaron mucho de este tipo de libros.
El secreto de que esta ciencia provenga y se atribuya a los musulmanes es que “los árabes residían en unas tierras en las que la temperatura era muy apropiada para plantar palmeras y en la que los árboles cítricos crecían con una fuerza sorprendente, se percibían las plantas e ingredientes que tienen poder de beneficiar a la persona o de perjudicarla, por lo que desde muy temprano cautivó la mirada de aquella gente lo que sus tierras producían y sus costas –Malabar, Ceilán y África del Este, en las que tenían relaciones comerciales- expulsaban, y decidieron que debían distinguir lo que de sus cosechas era beneficioso para la medicina y la industria.[6]
La respuesta a este fervor resultó en una serie de intentos y esfuerzos que se hicieron con el objetivo de poder beneficiarse de estas hierbas, por ejemplo, al principio se elaboraron una serie de catalogaciones parecidas a los diccionarios, con forma de listados que incluían los nombres de las diferentes plantas en lengua árabe, griega, siríaca, persa y bereber con una explicación para cada medicamento. Uno de los intentos empíricos en este ámbito fue llevado a cabo por Rashid Ad-Dîn As-Suri[7], quien iba a los lugares en los que crecían las plantas acompañado de un pintor, así que identificaba la planta y la registraba, después se la enseñaba al pintor por primera vez, cuando todavía se encontraba en la fase de florecimiento o cuando todavía estaba tierna, luego se la volvía a enseñar al pintor por segunda vez, cuando ya había completado su crecimiento habían parecido sus siembras, y por último, una tercera vez, cuando ya había madurado y se había secado. Entonces, el pintor se ocupaba de dibujarla en todas esas fases.[8]
Posiblemente una de las hazañas más importantes de los musulmanes en esta ciencia es que introdujeron el sistema de “Almotacenazgo” [9] y que hicieron que la profesión pasara de ser libre, es decir, que cualquiera podía dedicarse a ella, a ser una profesión sujeta al control estatal. Esto sucedió en la época de Al Ma’mûn. Lo que le llevó a adoptar esta medida es que algunos profesionales farmacéuticos eran gente de poca confianza e impostores. Algunos fingían que tenían todos los medicamentos y daban al paciente los medicamentos que le convenían, ya que el paciente no conocía los diferentes tipos de medicamentos. Por ese motivo, Al Ma’mûn estableció que se hiciera un examen para comprobar qué farmacéuticos eran fiables. Más adelante, Al Mu’tasim (falleció en 227 de la Hégira) decidió entregar un certificado a todos los farmacéuticos que probasen su fiabilidad y habilidad, que les permitiría desempeñar su oficio. De esa manera, la farmacia integró en el marco del sistema integral del almotacenazgo, que luego se transportó a Europa en la época de Federico II (607-648 de la Hégira/1210-1250 d.C.). La palabra “Muhtasib – quien se dedica al almotacenazgo” continúa siendo utilizada hasta el día de hoy en la España actual (almotacén).
“El gobierno controlaba esta industria imprescindible por el bienestar del pueblo. Los farmacéuticos eran considerados responsables de garantizar el buen estado de los medicamentos y la moderación de sus precios. La historia describió al comandante Al Afshîn mientras visitaba las farmacias rurales para determinar si incluían todos los componentes médicos”.[10] De esta manera, los árabes fueron los primeros que fundaron la técnica farmacéutica sobre una base científica correcta y que controlaron tanto las farmacias, como a los farmacéuticos mediante el oficio del almotacén.[11]
Max Meyerhof, el famoso orientalista alemán, dice: “Los ensayos sobre la ciencia farmacéutica en aquella época era numerosísimos, y trataban o sobre los fármacos simples -el autor más famoso de los que escribieron sobre esto fue sin duda Ibn Al Baitâr- o sobre los fármacos compuestos. Ibn Al Baitâr escribió un libro titulado Yami‘ Mufradât Al Aduiah; pues recogía y analizaba los tipos de plantas y medicamentos procedentes de la costa mediterránea, de España y de Siria. En su libro describió 1400 medicamentos y los comparó con la descripción que habían hecho más de 150 científicos árabes, lo que explica la profundidad de su estudio, la exactitud de sus observaciones y la erudición. Este autor es considerado el autor árabe más sabio en botánica.[12]
Con el florecimiento de la industria farmacéutica, los farmacéuticos musulmanes encontraron un terreno fértil para la creatividad que les permitió componer sus medicamentos de pesos conocidos y simplificados a partir del ámbito local. Además, cortaron un largo camino al beneficiarse de la química para hallar nuevos medicamentos que tenían la capacidad de influir en algunas enfermedades, utilizando por ejemplo la extracción del alcohol, y los compuestos de mercurio, la sal de amoníaco, e inventando jarabes, emulsiones y extractos fúngicos. Además, el estudio serio les llevó a conseguir clasificar los medicamentos según el origen y la fuerza. Por otro lado, sus ensayos les permitieron desarrollar medicamentos botánicos (naturales) nuevos desconocidos hasta aquella época, como el alcanfor, la coloquíntida y la alheña.[13]
La abundancia de catálogos en los libros de farmacia -y la investigación diligente que permitió el descubrimiento de nuevos fármacos, a parte de los ya existentes- llevó a constatar la importancia de clasificar esos fármacos basándose en unos criterios establecidos por los autores de dichas obras o por los farmacéuticos. Un ejemplo de ello lo notamos claramente en Al Hâui, de Ar-Razi, As-Saidalah Fi At-Tibb, de Al Birûni, Kâmil As-Sinâ‘ah, de ‘Ali Ibn ‘Abbâs y Al Qânûn, de Avicena (Ibn Sina).
Observemos el ejemplo de la clasificación de Ar-Razi, quien estableció unas bases correctas a diversas ciencias farmacéuticas, en las que aclaró sus descripciones y métodos de preparación, detectó sus posibles fraudes, y especificó su potencia, sus alternativas, y su fecha de caducidad. Así, clasificó los fármacos en cuatro grupos: 1) componentes terrestres (minerales); 2) componentes botánicos; 3) componentes animales; 4) fármacos fabricados (derivados).
En las operaciones de preparación y composición de los fármacos, los farmacéuticos emplearon técnicas innovadoras, algunas todavía utilizadas hasta el día de hoy.
1- La destilación: empleada para separar los líquidos.
2- La amalgamación: para alear el mercurio con los otros metales.
3- La sublimación: para transformar los elementos sólidos a vapor, después a estado sólido de nuevo, sin pasar por el estado líquido.
4- La cristalización: para separar los cristales de los elementos disueltos.
5- La oxidación normal.[14]
Entre las creaciones e innovaciones de los musulmanes en esta ciencia hallamos que fueron capaces de mezclar los fármacos unas veces con miel, y otras, con azúcar y zumo. Los árabes prefirieron el azúcar a la miel, a diferencia de los antiguos, lo cual hizo posible la elaboración de muchos medicamentos beneficiosos.[15]
Ar-Razi utilizó por primera vez el mercurio para elaborar ungüentos, comprobando su efecto sobre los monos. Por otro lado, los médicos musulmanes fueron los primeros en recetar las semillas del árbol del café como medicina para el corazón. También recetaron los granos de café (el café molido) para tratar la inflamación de amígdalas y para la disentería (diarrea), y las heridas inflamadas. También recetaron el alcanfor para revivir el corazón. Redujeron la potencia de algunos fármacos añadiéndole zumo de limón y de naranja, además de canela y clavo, así como consiguieron componer de los antídotos, que requerían de decenas, y a veces centenas de fármacos. Mejoraron la composición del opio y del mercurio, y utilizaron el cannabis y el opio, además de otros elementos con el fin de anestesiar.[16]
Los científicos árabes escribieron numerosas obras sobre medicamentos, la más importante de las cuales es posiblemente Al Yâmi‘ li Mufradât Al Aduiah ua Al Aghdiah, de ‘Abdul-lâh Ibn Ahmad Al Mulâqi, conocido por Ibn Al Baitâr (muerto en 646 de la Hégira/1248 d.C.), que examinaba las raíces de las plantas, y verificaba su identidad antes de registrarlas. En dicho libro registró indicaciones griegas, y describió alrededor de 500 fármacos, tanto vegetales, como animales, como minerales, indicando el modo de empleo, introduciéndolos por orden alfabético para facilitar su revisión, e hizo una introducción que refleja el método empírico que siguió para identificar la información recogida. El segundo propósito de su libro según él era: “Trasladar correctamente todo lo que cito de los antiguos y redactar lo de las naciones posteriores, de modo que lo que yo vea correcto a través de la observación, y quede reafirmado a través de la experiencia -no porque me lo han informado- lo guardo como un tesoro secreto, prescindiendo de la ayuda de otras personas y contando sólo con la ayuda de Al-lâh. Además, llamo la atención a todo aquel medicamento que contiene un error o una idea falsa de antiguos o contemporáneos, por el hecho de que se basaron todos en trasladar lo que ya estaba escrito, sin verificarlo. En cambio, yo siempre me apoyo en experimentos y observaciones hechas por mí, tal como he indicado anteriormente”.[17]
Abu Bakr Ar-Razi también escribió varios libros, entre ellos: Manâfi‘ Al Ag-dhiah, Saidaliat At-Tibb, Al Hâui Fi At-Tadâui. ‘Ali Ibn ‘Abbâs escribió además de Kâmil As-sinâ‘h At-tibbiah; su otro libro Al Milki, cuya segunda parte está dedicada a la farmacia y dividida en treinta capítulos. Por otro lado, Abu Al Qâsim Jalf Ibn ‘Abbâs Az-Zahrâui escribió el libro At-Tasrîf li Man ‘Ayaz ‘An At-ta’lîf, en el que dedicó un capítulo entero a los fármacos. Dâûd Al Antâki[18] escribió un libro titulado Tadhkirat Ûli Al Albâb ua Al Yâmi‘ li‘ayab al ‘Uyâb. Cohen Al ‘Attâr escribió Minhây Ad-Dukkân Ua Dustûr Al ‘Aiân. Ibn Zahar Al Andalusí[19] escribió su obra Al Yâmi‘ Fi Al Ashribah ua Al Ma‘yunât. Abu ‘Abdul-lâh Muhammad Al Idrisi escribió Al Yâmi‘ lisifât Ashtât An-Nabatât ua Darûb Anuâ‘ Al Mufradât Min Al Ashyâr ua Al Azmâr ua Al Usûl ua Al Azhâr. Ahmad Ibn Muhammad Al Gâfiqi escribió Yâmi‘ Al Aduiah Al mufradah, y Al Kandi escribió 22 libros sobre medicina y farmacia. “Firdaus Al Hikmah” se considera como el libro más importante de At-Tabari en farmacia y el libro más antiguo que recoge sus leyes.
Como vemos, los científicos musulmanes desempeñaron un papel fundamental en el arraigo, desarrollo y extensión de las bases de la ciencia farmacéutica, sobre la que escribieron obras específicas, hasta que se convirtió en una ciencia real.
________________________________________________________
[1]Gustave Le Bon, Los árabes: historia, civilización y cultura, pág. 494.
[2]Yalal Madhhar, Hadharat Al Islam ua Azâruha Fi At-Taraqqi Al ‘Âlami, pág. 306.
[3]Abu Hanifah Ad-Dinauari: Ahmad Ibn Daûd Uanand Ad-Dinauari (m. 282 de la Hégira/895 d.C.): hombre ilustre, ingeniero, filósofo e historiador de botánica. Véase Az-Zarkali, Al ‘Alâm, 1/123.
[4]Ibn Al Uahshiah: Abu Bakr Ahmad Ibn ‘Ali Ibn Qais Ibn Al Mujtâr Ibn ‘Abdul Karim Ibn Harzîa (m. 318 de la Hégira/ 930 d.C.). Científico químico. Se dice que empleaba la magia y se le apodaba como “el sufí”. Véase Az-Zarkali, Al ‘Alâm, pág. 1/170.
[5]Ibn Al ‘Auâm Al Ishbili: Abu Zacaría Yahya Ibn Muhammad Ibn Ahmad (falleció el año 580 de la Hégira/1185 d.C.). Erudito andalusí, se hizo famoso con su libro La agricultura andalusí. Una parte del libro fue traducida a las lenguas española y francesa. Véase Az-Zarkali, Al ‘Alâm, 8/165.
[6]Louis Sidiau, Historia general de los árabes, pág. 381.
[7]Rashid Ad-Dîn As-Suri: Rashid Ad-Din Ibn Abi Al Fadl Ibn ‘Ali (573-639 de la Hégira/1177-1241 d.C.) Científico de las plantas y la medicina. Acompañó al rey justo Al Ayûbi. Nació en la ciudad de Sur y falleció en Damasco. Véase As-Safdí, Al Uâfi bi Al Uâfiât, 14/84.
[8]Ibn Abi Usaibi‘ah, ‘Uiûn Al Anbâ’, 2/219.
[9]Véase Yalâl Madhhar, Hadârat Al Islam ua Azâruha Fi At-Taraqqi Al ‘Alâmi, pág. 312.
[10]Louis Sidiau, Historia general de los árabes, pág. 382.
[11]Véase Estudio de la administración de hospitales y el control sanitario en la sociedad islámica, Guerguís Fath Al-lah, publicado en Turâz Al Islam, bajo la supervisión de Arnold, pág. 512.
[12]Max Meyerhof, Estudio de medicina, publicado en Turaz Al Islam, con la supervisión de Arnold, pág. 485.
[13]Ver Qadri Tûqân, ‘Ulamâ’ Al ‘Arab Uama A ‘tauhu li Al Hadârah, pág. 27.
[14]Véase ‘Ali ‘Abdul-lâh Ad-Difâ‘, Rauâi’ Al Hadârah Al ‘Arabiah Al Islamiah, pág. 257.
[15] Véase Louis Sidiau, Historia general de los árabes, pág. 283.
[16]Véase Qadri Tûqân, ‘Ulamâ’ Al ‘Arab Uama A‘tauh li Al Hadâra, pág. 27-28.
[17]Véase Yalâl Madhhar, Hadârat Al Islam ua Azâruha Fi At-taraqqi Al ‘Alâmi, pág. 308-309. Muhammad As-Sâdiq ‘Afifi, Tataûr Al Fikr Al ‘Ilmi ‘Ind al muslimîn, pág. 223.
[18]Dâûd Al Antâki: Dâûd Ibn ‘Omar Al Antâki (murió en1008 de la Hégira/1600 d.C.) científico en medicina y literato, era ciego. Era el líder de los médicos en su época. Falleció en La Meca. Entre sus obras: Tadhkirat ûli Al Albâb. Véase Ibn Al ‘Imâd, Shadharat Al Dhahab (Pepitas de oro), 8/415-416.
[19]Ibn Zahar Al Andalusí: Abu Maruân ‘Abdul Mâlik Ibn Zahr Ibn ‘Abdul Mâlik Al Ishbilí (464-557 de la Hégira/1072-1162 d.C.) Médico andalusí, de Sevilla, no tenía parangón en su tiempo. Véase: As-Safdi, Al Uâfi Bi Al Uâfiât, 19/110.
Comentarios
Envíe su comentario