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La historia pone la corona de laureles a los líderes de la civilización islámica, tanto a los militares como a los civiles, a los conquistadores y a los gobernantes, ya que se distinguieron entre los personajes más destacados de otras culturas, por…
“Ciertamente, la buena moral, la indulgencia, la compasión con el débil y la tolerancia con el vecino y el pariente son características fáciles de encontrar en una nación en tiempos de paz, por mucho que el barbarismo se haya propagado. Sin embargo, lo que es realmente excepcional es que en plena guerra los enemigos se den un buen trato, se muestren indulgencia, tengan misericordia con mujeres, niños y ancianos, y sean tolerantes con los derrotados. No es común que los capitanes del ejército adopten estos atributos. La sangre derramada provoca más sangre, y la hostilidad reaviva el fuego del rencor y la ira, el placer de la victoria emborracha a los vencedores, de modo que los hace caer en los más horribles tipos de malicia y venganza. Esto forma parte de la historia antigua y moderna de los Estados, es más, así es la historia de las personas desde que Caín derramó la sangre de su hermano Abel. Al-lâh (Glorificado Sea) [traducción del significado]: {cuando [Caín y Abel] ofrecieron una oblación y le fue aceptada a uno pero al otro no. Dijo [este último por envidia a su hermano]: Te mataré. Dijo [su hermano respondiéndole]: Al-lâh sólo Acepta [las oblaciones] de los piadosos}[1]. En este punto, la historia pone la corona de laureles a los líderes de nuestra civilización, tanto a los militares como a los civiles, a los conquistadores y a los gobernantes, ya que se distinguieron entre los personajes más destacados de otras culturas, por la humanidad compasiva y justa que demostraron en las batallas más disputadas, y en los momentos en los que era más fácil dejarse llevar por la venganza y el desquite, y provocar un derramamiento de sangre. ¡Juro que si no fuera porque la historia nos cuenta este extraordinario milagro en la historia de la moral de la guerra con total fidelidad, sin dejar lugar a ninguna duda, hubiera dicho que se trata simplemente de una invención y un cuento que no tiene nada que ver con la realidad!”[2].
Como hemos explicado anteriormente, la paz es el principio en el Islam, y la guerra se ha permitido sólo si hay motivos y objetivos concretos, pero además, el Islam ha establecido unas restricciones y unos preceptos para la guerra. Efectivamente, estas retenciones o ajustes limitan sus consecuencias, por lo que la guerra adopta una moralidad correcta, no dominada por los deseos. La guerra en el Islam está dirigida contra los tiranos y los agresores, no contra los inocentes y pacíficos.
Las restricciones morales más destacadas que impone el Islam para la guerra son las siguientes:
1- Prohibición de matar a las mujeres, los ancianos y los niños. El Mensajero de Al-lâh (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) encomendaba a los dirigentes del ejército que tuvieran temor de Al-lâh y que tuvieran presente que Al-lâh (Glorificado Sea) les estaba vigilando, para así incitarles a que se comprometieran con la moralidad de la guerra establecida por el Islam. Por ejemplo, les prohibía matar a los niños. Se ha transmitido que Buraidah (que Al-lâh Esté complacido con él) dijo: “Cuando el Mensajero de Al-lâh (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) designaba a una persona para que dirigiera el ejército o para que llevara a cabo una misión secreta, le aconsejaba a él y a los musulmanes que lo acompañaban que tuvieran temor de Al-lâh y que hicieran el bien. Solía decir: “...No matéis a recién nacidos...”[3]. En la narración de Abu Dâûd: “El Mensajero de Al-lâh (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) solía decir: “No matéis a los ancianos decrépitos, ni a los niños, ni a los pequeños, ni a las mujeres...”[4]
2- Prohibición de matar a los devotos. Cuando el Mensajero de Al-lâh (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) enviaba a sus ejércitos les decía: “No matéis a los monjes”[5]. El Profeta (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) recomendó al ejército que se dirigía hacia Mu’tah diciéndoles: “Conquistad en el Nombre de Al-lâh, por la causa de Al-lâh, matad a quién niegue a Al-lâh. Conquistad sin tomar ninguna parte del botín antes de su distribución, sin traicionar, sin desfigurar a los muertos, sin matar a los bebés, ni a las mujeres, ni a los ancianos decrépitos, ni a los monjes aislados en sus conventos”.
3- Prohibición de traicionar. El Mensajero de Al-lâh (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam), al despedir a las Saraia [Pl. de Sarîah[6]] les recomendaba: “Y no cometáis traición”[7]. Debemos tener en cuenta que estas recomendaciones no iban dirigidas a los musulmanes en relación con sus hermanos musulmanes, sino que eran hechas en relación con un enemigo que había tramado contra ellos, que había reunido a su ejército para agredirlos, les aconsejaba eso cuando los musulmanes iban a enfrentarse a su enemigo. Este asunto tenía tal importancia para el Mensajero de Al-lâh (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) que se declaró inocente de los que cometieran traición, aunque fuesen musulmanes y aunque la traición se cometiera contra los incrédulos. El Profeta (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) dijo: “Me declaro inocente de aquél que habiendo prometido a alguien que no lo mataría, lo mate, aunque aquél a quien diera muerte fuera un incrédulo”.[8] El valor del cumplimiento del compromiso quedó arraigado en el interior de los Compañeros (que Al-lâh Esté complacido con él) hasta el punto que Omar Ibn Al Jattab (que Al-lâh Esté complacido con él) en la época de su mandato se enteró de que uno de los combatientes musulmanes dijo a un guerrero persa “no temas” y luego lo mató. Entonces, Omar (que Al-lâh Esté complacido con él) escribió al líder del ejército diciéndole: “Me he enterado de que alguno de vuestros hombres persigue a uno de los incrédulos hasta que cuando redobla sus esfuerzos en la montaña y se protege, le dice: “No temas”, pero cuando tiene acceso a él, lo mata. ¡Juro por Aquél entre cuyas manos está mi alma, que cada vez que me entero de que alguien hace eso, le corto el cuello![9].
4- Prohibición de corromper en la tierra. Las guerras de los musulmanes no eran guerras de destrucción como las actuales, en las que los soldados no musulmanes se esfuerzan en exterminar cualquier señal de vida en el bando enemigo. Por el contrario, los musulmanes tenían muchísimo cuidado de preservar el florecimiento y la construcción en cualquier lugar, incluso en el país de sus enemigos. Esta actitud quedó clara en las palabras de Abu Bakr As-Siddiq (que Al-lâh Esté complacido con él), cuando aconsejaba al ejército que se dirigía a conquistar el Sham (actualmente Siria, Palestina y Líbano). Entre otras cosas, les dijo: “No corrompáis la tierra” es una orden precisa que implica proteger todo lo bueno, y también dijo: “No derribéis palmeras ni las queméis, no matéis a los animales, no arranquéis los árboles que dan fruto, ni derribéis sinagogas, ni iglesias”. [10]
Estos detalles aclaran el significado de la prohibición de la corrupción en la tierra, para que el capitán del ejército no crea que por enfrentarse a un pueblo enemigo tenga permiso para cometer actos de corrupción. Efectivamente, la corrupción en todas sus manifestaciones está totalmente prohibida en el Islam.
5- Gastar en los rehenes. Mantener a los rehenes y ayudarlos es una acción meritoria de recompensa para el musulmán, debido a que el rehén se encuentra débil y aislado de su familia y de sus compatriotas, y extremadamente necesitado. El Noble Corán incluso junta hacer el bien al cautivo con hacer el bien a los huérfanos y pobres. Al-lâh (Glorificado Sea) Dice [traducción del significado] para describir a los creyentes: {Y, a pesar del amor que tenían por los bienes, alimentaron al pobre, al huérfano y al cautivo} [11]
6- Prohibición de desfigurar al muerto. El Mensajero de Al-lâh (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) prohibió desfigurar al muerto. ‘Abdul-lâh Ibn Zaid (que Al-lâh Esté complacido con él) narró: “El Profeta (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) prohibió depredar[12] y desfigurar a los muertos”[13].
‘Omran Ibn Al Husain dijo (que Al-lâh Esté complacido con él): “El Profeta (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) nos incitaba a dar limosna y nos prohibía desfigurar al muerto”.[14]
A pesar de lo que sucedió en la batalla de Uhud, cuando los idólatras desfiguraron el cadáver de Hamza (que Al-lâh Esté complacido con él), el tío del Mensajero (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam), éste no cambió su principio, sino todo lo contrario, hizo una firme advertencia a los musulmanes de que no desfiguraran a los cadáveres de los enemigos, diciéndoles: “Las personas que tendrán un castigo más duro el Día de la Resurrección son: la persona que fue matado por un profeta, la persona que mató a un profeta, el imam extraviado y la persona que desfiguró a un cadáver”[15].
Cabe mencionar que en toda la historia del Mensajero de Al-lâh (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) no hallamos ni un sólo ejemplo en que los musulmanes desfiguraran a un sólo cadáver de sus enemigos.
Ésta es la moralidad de la guerra para los musulmanes, una moralidad que no anula el honor en la contienda, ni la justicia, ni la humanidad en el trato con el enemigo, ya sea durante o después del combate.
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[1] [Corán 5:27]
[2] Mustafa As-Siba‘i, Min Rauâ’i‘ Hadârâtina, (De las excelencias de nuestra cultura), pág. 73.
[3] [Muslim (1731)]
[4] [Abu Dâûd (2614)] [Ibn Abi Shaibah, 6/483] [Al Baihaqí, Al Sunan Al Kubra, (17932)]
[5] [Ahmad (2728)] [Abu Ia‘la (2650)] [Al Baihaqi (17933)] [Hasan Selim Asad: Isnad Sahih] [Shu‘aib Al Arna’ti: Hasan Li Gairah]
[6] Sarîah: Es una expedición (tropa) cuyo número de soldados llega por máximo a cuatrocientos.
[7] [Muslim (1731)] [Abu Dâûd (2613)] [At-Tirmidhi (1408)] [Ibn Mayah (2857)]
[8] [Al Bujâri, At-Tarîj Al Kabîr, 3/322] [Ibn Hibban (5982)] [Al Bizzar (2308)] [At-Tabarani, Al Kabîr (64), As-Sagir (38)] [At-Taiâlisi, Musnad (1285)] [Abu Na‘im, Al hiliah, 9/24] [Al Albâni: Sahih], consulte Sahih Al Yâmi‘ (6103)]
[9] [Al Mûatt’, narrado por Yahia Al Lizi (967)] [Al Baihaqi, Ma‘rifat As-Sunan ua Al Azar (5652)]
[10] [Al Baihaqi, As-Sunan Al Kubra (17904)] [At-Tahâui, Sharh Mushkil Al Âzâr, 3/144] [Ibn ‘Asâkîr, Tarij Dimashq, (La historia de Damasco), 2/75]
[11] [Corán 76:8].
[12]Es decir, prohibió que la persona cogiera algo que no era suyo públicamente.
[13][Al Bujâri (2342)] [At-Tialisi, Musnad (1070)] [Al Baihaqi, As-Sunan Al Kubra (14452)].
[14] [Abu Dâûd (2667)] [Ahmad (20010)] [Ibn Hibban (5616)] [‘Abdur Razzaq (15819)] [Al Albâni: Sahih, consulte Irua’ Al Galil (2230)]
[15] [Ahmad (3868)] [Shu‘aib Al Arna’ut: Hasan] [At-Tabarani: Hasan, Al Kabîr (10497)] [Al Bizzar (1728)] [Al Albâni: Sahih, consulte: As-Silsilah As-sahihah, pág. 281]
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