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Al escoger a los jueces, se tomaba en consideración (la disponibilidad de) las características que realizan la justicia y la igualdad...
Al escoger a los jueces, se tomaba en consideración (la disponibilidad de) las características que realizan la justicia y la igualdad; como: el conocimiento, la Taqua (Piedad religiosa), la justicia, la castidad y lo relativo a ello[1].
Por lo tanto, Omar (que Al-lâh Esté compalcido con él) decidió que el juez debía ser caracterizado por tres cosas: “No ser hipócrita, ni humillado, ni codicioso”[2]. Además, Omar (que Al-lâh Esté compalcido con él) daba a sus jueces de las diferentes regiones orientaciones importantes; las cuales se consideran de las primeras reglas generales seguidas por el sistema judicial en la civilización islámica, convirtiéndolas en sus mecanismos para juzgar y contener las diferentes cuestiones.
Los califas omeyas procuraron encomendar el poder judicial a quien estaba caracterizado por el conocimiento, la rectitud y la honestidad. Así que Omar ibn ‘Abdul ‘Azîz encomendó la jurisdicción de Egipto a Ibn Jadhâmir As-San‘âni; y eso tras un conocimiento anticipado y una confirmación de su capacidad (es decir, de Ibn Jadhâmir) a llevar la responsabilidad de esta misión pesada. Ibn Hayar narró por qué Omar ibn ‘Abdul ‘Azîz encargó a Ibn Jadhâmir As-San‘âni, diciendo: “Una delegación de Egipto fue a Sulaimân ibn ‘Abdul Malik [El califa], y entre ellos estaba Ibn Jadhâmir As-San‘ânî. Por lo tanto, Sulaimân les preguntó algo sobre el pueblo de Marruecos, así que se lo informaron mientras que Ibn Jadhâmir rechazó hablar. Entonces cuando salieron, Omar ibn ‘Abdul ‘Azîz le preguntó: “¿Qué te impidió hablar, oh Abu Mas‘ûd [Apodo de Ibn Jadhâmir]?”. Respondió: “Por Al-lâh, temé decir mentiras”. Acto seguido, Omar se lo reconoció [Su hecho honesto]. Y cuando [Omar] asumió el cargo del [califato], mandó a Aiûb ibn Sharâhbîl su autorización para poner a Ibn Jadhâmir a cargo del poder judicial; por lo tanto, asumió dicho cargo desde el año 100 y hasta el año 105 de la Hégira”[3].
Sin duda, conocer a los hombres y examinarlos, es algo muy importante para el manejo de los asuntos del Estado, sabiendo quién tiene la aptitud para dicho asunto y quién no. Por eso, cuando Omar ocupaba un cargo parecido a un visir para [el califa] Sulaimân ibn ‘Abdul Malik, supo bien quienes eran los hombres capaces de llevar la responsabilidad. Y por lo tanto, supo en sus adentros la aptitud de Ibn Jadhâmir para encargarse del poder judicial en alguno de los emiratos islámicos. Y fue lo que efectivamente sucedió. El pensamiento de Omar sobre dicho hombre acertó; ya que asumió el poder judicial durante cinco años enteros, cumpliendo con su deber de la mejor forma posible. Por este motivo, Ibn Hayar dijo sobre Ibn Jadhâmir: “Fue el primer no árabe en asumir el poder judicial en Egipto. Y desde que se encargó de ello, no recibió, como salario, ni un dírham ni un dinar”[4].
A pesar de la independencia del sistema judicial desde la era de Omar ibn Al Jattâb (que Al-lâh Esté compalcido con él) y su mayor apariencia desde la era del califato omeya, muchos alfaquíes y ‘Ulamâ’ (Pl. de Âlim, erudito) evitaban asumir dicho cargo; por temor a Al-lâh (Glorificado Sea) en caso de dar un veredicto que contradice la Sharî‘ah (Ley islámica). Uakî‘ mencionó en el libro llamado “Ajbâr Al Qudâh” que el gobernador de Egipto, Yazîd ibn Hâtim (Falleció en el año 177 de la Hégira), quiso encargar a un juez el poder judicial de Egipto; por lo tanto, consultó a sus hombres y cercanos al respecto, quienes le recomendaron tres personas: “Haiuat ibn Shuraih, Abu Juzaimah (Ibrâhîm ibn Yazîd) y ‘Abdul-lâh ibn ‘Abbâs Al Gassâni. Abu Juzaimah, en aquel tiempo, estaba en Alejandría, por lo tanto fue convocado para tal fin [ante el gobernador], y luego se trajeron todos ante él. Ibn Shuraih fue el primero en ser entrevistado; sin embargo, rechazó asumir dicho cargo, por lo que el verdugo fue llamado [para matarlo sobre un tapete de cuero donde normalmente se realizan las ejecuciones]. Así que cuando Ibn Shuraih vio esto, sacó una llave de su bolsillo y dijo: “Esta es la llave de mi casa, y echo de menos la muerte”. Entonces cuando vieron su determinación, lo dejaron ir. Después, él les dijo: “No contéis a mis compañeros sobre mi rechazo para que no hagan lo mismo”. Y de esta forma, Ibn Shuraih sobrevivió”[5].
Por otra parte, algunos jueces rechazaban recibir un sueldo por su trabajo, y veían que eso se consideraba una ofensa hacia su persona y su función. Entre ellos, destaca Ibn Sammâk Al Hamadhâni, uno de los jueces de Al-Ándalus. An-Nabâhi mencionó en su libro llamado “Târîj Qudât Al Andalus” sus atributos y virtudes, y de lo que dijo está: “Era modesto y despegado de los goces mundanos según lo contado por ‘Iâd y otros; de modo que abría su oficina por sí mismo, rompía la leña frente a su casa mientras la gente lo rodeaba pidiendo su veredicto sobre sus cuestiones, usaba ropa hecha de lana áspera, jamás montó bestias en el país durante su ocupación de dicho cargo, se iba a su casa en el desierto montando el burro sin ponerse zapatillas de cuero, sobrevivía del dinero que recibía y nunca tomó alguna recompensa por su trabajo como juez”[6].
A veces, se elegía al juez a través de la elección. Y eso por respeto a la ciudadanía en su elección a quien veía adecuado para esta función importante. Al Kindi mencionó una narración transmitida de un hombre egipcio llamado Al Buaiti, que dijo: “Ibn Tâhir (el gobernador de Egipto) ordenó traer a los responsables de tomar decisiones en Egipto; por lo tanto, los responsables asistieron y estuve entre los presentes. Así que nos dirigimos hacia Ibn Tâhir mientras estaba en compañía de ‘Abdul-lâh ibn ‘Abdul Hakam, y dijo: “Os reuní para que escojáis a un juez [que se encargue] de vuestras cuestiones”. Por lo tanto, Al Buaiti dijo: “El primero en hablar fue Yahia ibn ‘Abdul-lâh ibn Bakîr, quien dijo: ¡Oh príncipe! Encarga a quien quieras nuestro poder judicial, pero evita dos tipos de personas: un extranjero y un chismoso…”[7]. Este incidente tuvo lugar en el año 212 de la Hégira, lo que indica la plena consciencia del pueblo para escoger a quien veía apropiado para el cargo de juez.
Además, los califas nombraban a los jueces según su aptitud científica y religiosa para dicho asunto, sin dar importancia al factor de la edad con tal de que el juez mereciera asumir dicho cargo. Por lo tanto, Al Jatîb Al Bagdâdi mencionó que Yahia ibn Akzam asumió el poder judicial de Basora teniendo más o menos veinte años de edad. Y eso fue en el año 202 de la Hégira. Por consiguiente, la gente de Basora lo vio pequeño y preguntó: “¿Cuántos años tiene el juez?”. Ahí, él entendió que la pregunta fue hecha debido a su pequeña edad. Así que contestó: “Yo soy mayor que ‘Attâb ibn Asîd (que Al-lâh Esté compalcido con él), quien el Profeta (sal-lal-lâh ‘alaihi wa sal-lam) lo nombró juez de La Meca en el día de la conquista, soy mayor que Mu‘âdh ibn Yabal (que Al-lâh Esté compalcido con él), quien el Profeta (sal-lal-lâh ‘alaihi wa sal-lam) lo nombró juez de Yemen y también soy mayor que Ka‘b ibn Zaur (que Al-lâh Esté compalcido con él), quien fue nombrado por Omar ibn Al Jattâb (que Al-lâh Esté compalcido con él) como juez de Basora”. Así que su respuesta fue una justificación[8].
En Al-Ándalus, los jueces seguían el método de la escuela malikí, y eso debido a que sus grandes eruditos como Ziâd ibn ‘Abdur-Rahmân y Yahia ibn Yahia recibieron el conocimiento del Imam Mâlik ibn Anas, y al apoyo de los califas de Banu Umaiah a ellos como Hishâm ibn ‘Abdur-Rahmân, a causa de su amor y respeto al conocimiento del Imam Mâlik[9].
No obstante, lo que más distinguió el organismo judicial en la era mameluca, fue la existencia de jueces pertinentes a las cuatro escuelas famosas de Fiqh (Jurisprudencia islámica), después de que la jurisdicción seguía solamente la escuela shafi‘i. Al Qalqashandi habló sobre el rango del poder judicial a través de su discurso sobre los jueces de su época, así que dijo: “Tiene cuatro jueces pertinentes a las cuatro escuelas como es la condición en Damasco, sino que los cuatro se residieron ahí cuando el mismo organismo se estableció en Damasco; de modo que cada uno fue encargado por decreto firmado por el califa. Así que el juez shafi‘i era responsable de nombrar a los diputados en la gran ciudad y de todas sus cuestiones, mientras que los jueces de las otras tres escuelas se limitaban a nombrar diputados en las otras ciudades, como en Damasco y Egipto”[10].
Sin embargo, la elección del juez supremo o el juez del grupo se ejecutaba tras pruebas difíciles, mediante las cuales se muestra la habilidad del nuevo juez en manejar su trabajo y asuntos. Y lo que llama la atención es que el califa examinaba al juez supremo por sí mismo. Pues, Al Jishni mencionó en el libro llamado “Qudât Qurtubah” el método de escoger a Ahmad ibn Baqi como juez del grupo; ya que dijo: “El emir de los creyentes lo eligió y le asignó el poder judicial de Jaén, Granada y Toledo después de que lo puso a prueba en todo. Y ya es suficiente ser probado por el emir de los creyentes mismo, quien encontró que Ibn Baqi era sincero y tenía experiencia, así que lo designó como juez del grupo”[11].
[2]Uakî‘ ibn Jalaf, Ajbâr Al Qudâh (Las noticias de los jueces) 1/70.
[3]Ibn Hayar, Raf‘ Al Isr ‘An Qudât Misr 2/305.
[4]Ibídem, 2/305.
[5]Uakî‘ Ibn Jalaf, Ajbâr Al Qudâh 3/232, 233. Véase: ‘Abdur-Rahmân Al Masri, Futûh Misr Ua Ajbârihâ (Las conquistas de Egipto y sus noticias), pág. 261.
[6] An-Nabâhi, Târîj Qudât Al Andalus (La historia de los jueces de Al-Ándalus), pág. 32.
[7] Al Kindi, Al Ulâh Ua Al Qudâh (Los gobernadores y los jueces), pág. 433.
[8]Al Jatîb Al Bagdâdi, Târîj Bagdâd (La historia de Bagdad) 14/198, 199.
[9] Al Jishni, Qudât Qurtubah (Los jueces de Córdoba), pág. 173, 174.
[10] Al Qalqashandi, Subh Al A‘sha 4/288.
[11]Al Jishni, Qudât Qurtubah, pág. 173, 174.
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