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De lo que albergaba la misión del juez, estaba: solucionar las disputas, acabar con las peleas, recuperar los derechos de los que demoraban en devolverlos y entregarlos a sus merecidos, investigar los fondos de los incapaces (o sea los que carecen de aptitud jurídica para
De lo que albergaba la misión del juez, estaba: solucionar las disputas, acabar con las peleas, recuperar los derechos de los que demoraban en devolverlos y entregarlos a sus merecidos, investigar los fondos de los incapaces (o sea los que carecen de aptitud jurídica para hacer determinado trámite o acción), establecer el castigo corporal prescripto para el crimen para quien lo merecía, verificar (los dichos de) los testigos y dirigir a sus secretarios y seleccionar a sus sustitutos de entre sus sucesores en cuanto a su reconocimiento y depender de ellos[1].
Mejor dicho, la autoridad del juez fue extendida aún más, hasta que albergó otras tareas religiosas que no tenían nada que ver con la jurisdicción; de modo que fueron agregadas a los deberes del juez a causa de su conocimiento indispensable de la Sharî‘ah (Ley islámica). Así que sus tareas adicionales consistían mayormente en dirigir las oraciones obligatorias en las mezquitas, supervisar los lugares religiosos y el dinero de los ausentes y perdidos, encargarse del Hayy (Peregrinación mayor) y recibir el juramento de fidelidad a favor del califa[2].
También, algunos de los que ocuparon el cargo de “juez supremo” pudieron llegar a ocupar el cargo de visir; debido a la gran experiencia científica y vital de la que disfrutaban aquellos jueces. Ya que An-Nabâhi mencionó en la biografía del juez Ahmad ibn ‘Abdul-lâh ibn Dhakuân, quien era el juez supremo en Al-Ándalus en la era del príncipe Al Mansûr ibn Abi ‘Âmir, que el emir ‘Abdur-Rahmân ibn Al Mansûr ibn Abi ‘Amir le encargó el visirato aparte de su cargo de juez supremo, y eso siguió hasta que el Estado de Banu ‘Amir fue extinguido”[3].
En la época de los mamelucos en Egipto, el cargo del juez ocupaba una posición muy alta; por lo tanto, se le ponía a cargo de tareas y misiones importantes. Ibn Kazîr transmitió en su libro llamado “Al Bidâiah Ua An-Nihâiah”, en la biografía del juez supremo de la escuela shafi‘i Tâyud-Dîn ibn bint Al A‘azz, “que ocupó 17 cargos; de los cuales: La jurisdicción, dar los sermones, verificar las dotaciones, asumir la jefatura de los Sheijes, supervisar el tesoro público…”[4].
Debido al rango prestigioso del que los jueces gozaban en aquella época, notamos que el hecho de ejercer más de un cargo, era una de las ventajas otorgadas a los jueces. Ya que fue mencionado en la biografía de Tâyud-Dîn As-Subki, que asumió el cargo de juez supremo, enseñó el método de la escuela shafi‘i, dio los sermones en la mezquita de Tulûn, enseñó en la escuela Shaijûniah, emitió Fatuas en Dâr Al ‘Adl, aparte de las tareas de enseñanza que tenía bajo su responsabilidad en Damasco que no tenían nada que ver con la jurisdicción. Por lo tanto, se estableció en el gobierno de Egipto, y encargó a otros que le sustituyeron en sus escuelas en Damasco después de tomar el permiso del sultán[5].
[2]‘Abdul Mun‘im Mâyid, Târîj Al Hadârah Al Islâmiah Fi Al Usûr Al Ustâ (La historia de la civilización islámica en la Edad Media), pág. 48, 49.
[3]An-Nabâhi, Târîj Qudât Al Andalus (La historia de los jueces de Al-Ándalus), pág. 86.
[4]Ibn Kazîr, Al Bidâiah Ua An-Nihâiah 13/380.
[5]Shamsud-Dîn ibn Tulûn, Qudât Dimashq (Los jueces de Damasco), pág. 104.
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