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El organismo judicial y el califato se interesaron por la jurisdicción y los jueces. Por lo tanto, los controlaron precisamente impidiendo el favoritismo y evitando la injusticia
El organismo judicial y el califato se interesaron por la jurisdicción y los jueces. Por lo tanto, los controlaron precisamente impidiendo el favoritismo y evitando la injusticia; de modo que procuró despedir al juez injusto. Al Kindi mencionó que “Un huérfano estaba bajo la tutela de Yahia ibn Maimûn siendo juez (en el año 105 de la Hégira); sin embargo, él lo puso bajo el cuido del sabio y jefe de su pueblo, así que el huérfano reclamó justicia tras alcanzar la pubertad, pero Yahia [el juez] no juzgó el caso justamente. Acto seguido, él muchacho escribió unos versos de poesía y se los dirigió. Así que cuando Yahia ibn Maimûn fue enterado de ello, encarceló al huérfano. Luego, su caso fue escalado a Hishâm ibn ‘Abdul Malik, a quien le molestó mucho eso y mandó despedirlo. Y fue escrito en su mensaje a Al Ualîd ibn Rifâ‘ah: “Despide a Yahia de su cargo de juez, difamado y humillado…”[1].
Es digno de notar que esta adhesión a la necesidad de establecer la justicia e impedir la injusticia por parte de los califas y príncipes, era algo completamente desconocido en el mundo en aquel tiempo. Asimismo, no hubo califas ni príncipes que cuidaban los asuntos del público y de los huérfanos sino en la civilización islámica; lo que indica el desarrollo y la humanidad de esta civilización.
La condición evolucionó después, de modo que el juez supremo llegó a encargarse de investigar los casos de los jueces demandados de las regiones, de quienes la gente se quejaba. Así que se despedía a quien lo merecía y se mantenía a quien se demostraba su inocencia, y las quejas en su contra eran por astucia. Ya que fue mencionado en el libro llamado “Qudât Qurtubah” que “el príncipe Al Hakam tenía un juez encargado de la ciudad de Jaén, cuyo pueblo se quejó de él, reclamando justicia. Por lo tanto, el emir encargó a Sa‘îd ibn Muhammad ibn Bashîr –el juez del grupo en Córdoba- juzgar en dicho caso. De modo que si fuera inocente, lo mantendría en su cargo, y si la queja escalada al príncipe fuera cierta, lo despediría de su cargo como juez de dicha ciudad. Así, cuando el juez investigó el caso, encontró que era inocente; por lo tanto, le dijo: “Vete a [seguir] tu trabajo de juez…”[2].
Por otra parte, apareció un poder judicial especializado y denominado "Juttat Ar-Rad", que es muy similar al Tribunal de Casación en nuestro tiempo actual. El funcionario que desempeñaba dicho cargo, se ocupaba especialmente de examinar las sentencias dudosas y rechazadas por parte de los demandados. También solía examinar las resoluciones y supervisar a los jueces e inspeccionar las condiciones de la gente.
Entre los que ocuparon dicho cargo, destaca Muhammad ibn Tamlîj At-Tamîmi en la época del califa Al Mustansir (falleció en el año 366 de la Hégira) y ‘Abdul Malik ibn Mundhir ibn Sa‘îd. Teniendo en cuenta que quien asumía ese cargo, se llamaba "Sâhib Ar-Rad [Dueño de la devolución]"; y eso debido a que las resoluciones se le devolvían para analizarlas. Este cargo era inferior al del juez del grupo, es decir, estaba más cerca de los jueces que el juez supremo[3].
[2]Al Jishni, Qudât Qurtubah (Los jueces de Córdoba), pág. 15
[3]An-Nabâhi, Târîj Qudât Al Andalus (La historia de los jueces de Al-Ándalus), pág. 5.
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