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De lo más maravilloso en el que la civilización islámica es basada es su combinación entre la necesidad corporal y la espiritual. Pues, considera que cuidar el cuerpo y sus necesidades es una exigencia necesaria para lograr una vida cómoda y alegre para el ser humano, en la
De lo más maravilloso en el que la civilización islámica es basada es su combinación entre la necesidad corporal y la espiritual. Pues, considera que cuidar el cuerpo y sus necesidades es una exigencia necesaria para lograr una vida cómoda y alegre para el ser humano, en la que el cuerpo disfruta y el alma se tranquiliza. En este sentido, el Profeta (sal-lal-lâh ‘alaihi wa sal-lam), quien fue el fundador de esta civilización, dijo: “Tu cuerpo tiene derechos sobre ti”.[1]
Al saber sobre la lucha del Islam contra las enfermedades y su extensión, y su incitación a buscar la cura, sabremos los fuertes pilares en los que la civilización islámica fue basada en el ámbito de la salud. Nos enteraremos también de cuánto esta civilización sirvió a la humanidad estableciendo hospitales e institutos médicos, y presentando a médicos que la humanidad sigue siendo orgullosa por sus favores sobre la ciencia en general y la medicina en especial[2].
El papel de la institución de salud en la civilización islámica se representaba en presentar el cuidado sanitario y la ayuda a los pacientes, sobre todo a los pobres y necesitados. Y eso se realizaba a través de los hospitales, que presentaban grandes servicios en el tratamiento de los pacientes, alimentarlos y seguir su estado de salud, fueran de entre los ingresados en el hospital u otros que recibían visitas médicas domiciliarias. Aquellos hospitales se extendieron en todo el mundo islámico y eran una fuente de alegría y tranquilidad para toda la sociedad islámica con todas sus categorías. Pues en ellos, el paciente recibía el tratamiento, la plena atención, la vestimenta y la alimentación. Además, muchos de estos hospitales ejercían la función de enseñar la medicina aparte de su ejecución de su función principal, la cual era tratar a los pacientes y dedicarles la constante atención. Todo eso agregó a la civilización islámica otra dimensión humanitaria sin par.
Tras lo mencionado anteriormente quiero llamar la atención a un concepto maravilloso que distinguía el servicio médico de los musulmanes en la época de su desarrollo cultural, ése es el concepto humanitario que radica en respetar al hombre en general y procurar incesantemente aliviarle el sufrimiento, el dolor y la molestia, sea quien sea la persona, y sea lo que sea su sufrimiento.
No era raro que los médicos musulmanes tuvieran en cuenta la dimensión humanitaria en su tratamiento con el enfermo, ya que las leyes de la legislación islámica pronuncian este método moral único. Pues, el Islam considera al enfermo como un hombre afligido que, por lo tanto, necesita a quien le apoye, le eche mano, le dé ánimo, le tranquilice y alivie sus dolores físicos aparte de los espirituales.
La legislación islámica procura terminar la aflicción del enfermo de cualquier forma y reducir sus pesares al mínimo, por lo que dio al enfermo la concesión de romper el ayuno en Ramadán, y si su estado de salud le impide realizar el Hayy, entonces será eximido de esta obligación sin ningún pecado. También, al enfermo que no puede rezar de la forma normal, se le permite rezar en las posiciones que le adecuan, sea sentado, acostado o hasta con sus ojos. Y el enfermo que el agua le daña cuando realiza la ablución, puede realizar la ablución seca (Taiammum), y quien no puede realizar la ablución normal ni el Taiammum por algún motivo, puede rezar sin realizar ninguna de ambas, y se le considera exento de ambas maneras de purificación.
Hasta en los tiempos del Yihâd por la causa de Al-lâh (Glorificado Sea) la Sharî‘ah islámica no le prescribe al enfermo nada que no pueda cumplir, así que no realiza Yihâd y no tendrá culpa. Al-lâh Dice [traducción del significado]: {No es un pecado para el ciego, para el lisiado y para el enfermo [no participar en las expediciones militares]}.[3]
Para la Sharî‘ah islámica no era suficiente anular algunas obligaciones y facilitar algunas devociones y obligaciones, sino que incita severamente a apoyar al enfermo y a levantar su ánimo al máximo. Así, el Profeta (sal-lal-lâh ‘alaihi wa sal-lam) hizo que visitar al enfermo, tanto en su casa o en el hospital, fuera un derecho que deben cumplir los musulmanes. Abu Hurairah (que Al-lâh Esté compalcido con él) narró: “El musulmán debe seis derechos a su prójimo musulmán...” y entre ellos mencionó: “Y cuando se enferme, visítale.”[4] Después dio la buena nueva de entrar en el Paraíso a quien visitara a un enfermo, pues Abu Hurairah (que Al-lâh Esté compalcido con él) narró: “A aquel que visita a un enfermo, un ángel suplica desde el cielo diciendo: “Bendito seas tú tanto como tu caminata y que tengas lugar en el Paraíso.”[5]
También el Profeta (sal-lal-lâh ‘alaihi wa sal-lam) ordenó hablar del bien ante el enfermo, darle ánimo y esperanza en la curación y tener una larga vida, ya que Abu Sa‘îd Al Judri (que Al-lâh Esté compalcido con él) narró que el Profeta (sal-lal-lâh ‘alaihi wa sal-lam) dijo: “Cuando visiten a un enfermo, dadle esperanza en curarse y tener una larga vida, ya que esto no impide [el destino] y levanta el ánimo del enfermo.”[6]
Encima, el Profeta (sal-lal-lâh ‘alaihi wa sal-lam) levanta el ánimo del enfermo hasta el cielo cuando le informa que esta enfermedad es una expiación de sus pecados y es un motivo para su salvación en el Otro Día, si la aguanta teniendo paciencia. Abu Hurairah (que Al-lâh Esté compalcido con él) narró que el Profeta (sal-lal-lâh ‘alaihi wa sal-lam) dijo: “Tanto la fatiga como la enfermedad, así como la preocupación, la tristeza, el daño y la pesadumbre que aquejan al musulmán, y hasta el pinchazo que recibe de una espina, no son sino una expiación de los pecados que cometió”[7] Anas (que Al-lâh Esté compalcido con él) narró que el Profeta (sal-lal-lâh ‘alaihi wa sal-lam) dijo: “Al-lâh Dice: “Si pongo a Mi esclavo a prueba privándole de la vista, y él lo aguanta con paciencia, le Recompensaré con el Paraíso.”[8] De esta forma, se eleva el ánimo del enfermo creyente hasta el cielo y no siente que se volvió una persona incapacitada y marginada en la sociedad, sino que todos le cuidan.
Esta alta visión islámica no es exclusiva para los enfermos musulmanes, sino que incluye a cualquier persona enferma, sea lo que sea su religión, poniendo en práctica lo que Al-lâh Dice [traducción del significado]: {Por cierto que Hemos honrado a los hijos de Adán.} [9] Así, el hombre en general es honrado, y por eso lo cuidamos cuando se enferma y le tratamos cuando padece algún dolor aunque no sea musulmán. Y por eso el Profeta (sal-lal-lâh ‘alaihi wa sal-lam) visitó a un muchacho judío cuando se enfermó[10]. Al Bujâri dedicó una sección especial en su Sahîh con el título de “Visitar al incrédulo cuando se enferma”.
Este concepto humanitario profundo plantado por la Sharî‘ah islámica en nosotros hizo que los médicos musulmanes en todas las épocas de la civilización islámica trataran al enfermo considerándolo un ser humano, no una cosa (que no tiene sentimiento) ni una fuente de sustento. Al contrario, siempre se le trataba considerándolo un ser humano en crisis que necesitaba a quien le apoyara no solamente con la ayuda médica, sino también con la ayuda psicológica, social, económica, etcétera.
Con este noble espíritu los médicos musulmanes solían tratar con sus pacientes, por lo que el servicio médico de alto nivel se presentaba a los pacientes en el Estado islámico sin diferenciar entre el rico y el pobre, el árabe y el no árabe, el blanco y el negro, el gobernador y el súbdito, ni el musulmán y el no musulmán. Y en la mayoría de los casos el tratamiento era gratuito para todos, y los pacientes disfrutaban del mismo nivel de servicio, fuera lo que fuera su clase social.
Vamos a echar un vistazo sobre el sistema de los hospitales en la civilización islámica, el cual da una impresión sobre la dimensión humanitaria de la que hablamos. Pues, cuando el enfermo ingresa en el hospital, primero se le chequea en la sala exterior, de modo que si tiene una enfermedad simple, se le prescribe un medicamento que se le administra de la farmacia del hospital. Y si su estado de salud implica su ingreso en el hospital, su nombre se registra, entra en el baño para lavarse, se le saca su ropa que se ponía al ingresar, se pone en un depósito especial y luego se le concede ropa nueva propia del hospital. Seguidamente, entra en una sala dedicada a los pacientes con la misma enfermedad, se le dedica una cama bien arreglada y no se permite la existencia de otro paciente en la misma cama en consideración a su estado psicológico.
Y después del ingreso del paciente en el hospital, se le da el medicamento que prescribe el médico tanto como la comida correspondiente a su salud con la cantidad concretada. Y jamás se les escatima a los pacientes el tipo de comida que toman, sino que se les presenta la comida de mejor calidad. De este modo, la comida de los pacientes contiene carne de cordero, vaca, aves y pollo. Tampoco se les limita la cantidad de comida, sino al revés, se considera que uno de los signos de curación es el hecho de que el paciente coma un pan entero y un pollo completo en una sola comida.
Y si el paciente llega al estado de recuperación, se le hace ingresar en una sala especial para los convalecientes. Y cuando se recupere completamente, se le da ropa nueva sin costo. Y no solamente eso, sino que se le da una suma de dinero que le basta hasta estar capaz de trabajar. Y eso para que no trabaje durante su estado de recuperación y por lo tanto sufra una recaída[11].
¡Qué tranquilidad disfruta el pobre en la sociedad islámica sabiendo que si se enferma, encontrará este nivel de cuidado gratuito sin la necesidad de humillarse, buscar intercesiones para conseguir lo que merece de cuidado y tratamiento, ni tener que pedir limosna para ser tratado!
¡Y qué maravillosa es la orientación de Abu Bakr Ar-Razi a sus alumnos! Es que les enseñó que su primer objetivo tenía que ser curar a sus pacientes antes de recibir su remuneración de ellos, y que tratasen a los pobres con el mismo cuidado y atención que dirigirían a los príncipes y ricos, y que dieran a los pacientes la esperanza en curarse aunque ellos mismos –los médicos- no lo creyeran, ya que el estado físico del cuerpo está subordinado al estado anímico[12].
Este alto nivel de cuidado sanitario no se reducía a las ciudades y grandes comunidades, sino que todo el territorio del Estado Islámico gozaba la misma atención, y eso a través de los hospitales ambulantes señaladas anteriormente, los cuales rodaban por los pueblos, las aldeas, las montañas y las zonas marginales en general. Y de esto se deduce que se miraba a los ciudadanos del Estado islámico- en el ámbito de salud- con igualdad haciendo caso omiso a sus ambientes, niveles sociales y económicos.
La visión islámica misericordiosa al enfermo pasó todas las clases normales de la sociedad a los prisioneros, que se comportaron mal hacia su sociedad. Hasta ellos recibían la atención médica suficiente, ya que son seres humanos que al fin y al cabo son miembros de la sociedad. Y su encarcelación y castigo son para reformarlos, no para acabar con ellos a través de la muerte lenta que hoy en día muchos encarcelados padecen.
El visir ‘Ali ibn ‘Isâ ibn Al Yarrâh escribió a Sinân ibn Zâbit, jefe de los médicos de Bagdad, diciendo: “…He pensado en la condición de los que están en la cárcel y que, debido a su gran número y la mala condición del lugar donde están, es posible que los afecten las enfermedades. Por lo tanto, se debe dedicarles médicos que todos los días entran a verlos, llevándoles los medicamentos, ruedan por todas las cárceles y tratan a los enfermos en ellas”[13].
Sin embargo, esta generosidad humana no hubiera seguido a lo largo de la época de la civilización islámica si no fuera por las manantiales fluyentes de otorgación de los corazones de los pertenecientes a la Ummah islámica, las cuales eran paralelas al apoyo del Estado mismo, y nos referimos aquí al sistema de Auqâf (habiz o dotaciones inmobiliarias) benéficas y su papel en cuidar a los pacientes. Es que había hospitales de alto nivel que dependían de la renta de un habiz que alguno de los musulmanes dotaba –incluso el gobernador mismo– para cubrir todas las necesidades del hospital, sus pacientes, médicos, muebles, alimentos, plantas médicas, medicamentos, ¡y hasta para mantener a los estudiantes de medicina practicantes en el hospital!
Quizá uno de los ejemplos más famosos al respecto sea el hospital Al Mansûri Al Kabîr, mencionado anteriormente, que fue fundado en El Cairo por el rey Al Mansûr Saif Ad-Dîn Qalauûn en el año 683 de la Hégira/1284 d.C., para el que este rey dedicó una dotación que cubría sus gastos anuales.
En el marco de las dotaciones benéficas y su efecto en apoyar el lado humanitario en la medicina para los musulmanes, hay que señalar algunas imágenes innovadas y sin precedentes del tratamiento humanitario con la psicología del paciente. Pues, algunas dotaciones eran dedicadas a contratar a dos personas que pasaban por los hospitales diariamente y hablaban al lado de los pacientes en voz baja, sin que éstos los vieran, insinuándoles la mejora de su estado de salud con sus palabras. Esta donación era conocido como “el habiz dedicado a engañar al paciente”, para animarle y, como consecuencia, ayudarle a recuperarse más rápido[14].
También, es digno de mencionar que este aspecto humanitario al tratar con los pacientes no era una conducta individual practicada por algunos médicos, ni era solamente un amor popular hacia la bondad y la misericordia que surgía de los corazones del público, sino que era una conducta pública adoptada por las políticas del Estado y seguida por los individuos de la Ummah, tanto gobernadores como súbditos. Pues, muchas veces el califa o príncipe mismo visitaba a los pacientes para averiguar sus condiciones y supervisaba su buen tratamiento. Y al respecto fue mencionado que Al Mansûr Al Muahhadi (el rey del Estado almohade en Marruecos) realizaba una visita semanal al hospital Al Mansûri en Marrakech tras la oración del viernes para verificar por sí mismo las condiciones de los enfermos[15].
También, de los aspectos humanitarios en el trato de la medicina islámica con los pacientes, son aquellos modales que alberga la Sharî‘ah islámica y que protegen la dignidad del paciente tanto como su pudor y garantizan la marcha de las etapas del diagnóstico y tratamiento sin violar su privacidad.
Por ejemplo, en la Sharî‘ah islámica no está permitido destapar la ‘Aurah (las partes privadas) del paciente sino por una urgencia y solo según lo necesario para el diagnóstico o la cirugía, etc. Tampoco está permitido que presencie el diagnóstico del paciente o de la paciente una persona que no tenga papel en el tratamiento-sobre todo si no es del mismo género-, aparte de la prohibición de la reunión en privado entre el médico y una paciente sino con la existencia de un Mahram[16] o la existencia de otra mujer como la enfermera por ejemplo. Además, los hospitales en la civilización islámica separaban entre los hombres y las mujeres en sus secciones internas.
También, de los lados humanitarios en el tratamiento de la medicina islámica con los pacientes, está el hecho de que la Sharî‘ah cuida los derechos del paciente en recibir el tratamiento permitiendo al hombre tratar a la mujer y viceversa, en el caso de que no haya una alternativa eficiente del mismo género capaz de realizar la misión de la mejor forma, y eso para que el paciente –sea hombre o mujer– no pierda la oportunidad de recibir el tratamiento correcto. Encima, la Sharî‘ah permite que el paciente musulmán, en busca del tratamiento, recurra a los médicos no musulmanes en el caso de que no haya ningún médico musulmán que le pueda tratar, y eso para proteger la salud del paciente tanto como su vida.
Concluimos este capítulo diciendo que la institución sanitaria en la civilización islámica fue basada en una emoción islámica pura, sin precedentes en la Historia, y desconocida por los occidentales hasta hoy en día. Y es suficiente que hizo que la medicina, el tratamiento y la alimentación fueran gratuitos para el paciente, más bien otorgaba a los pacientes pobres un camello u otra bestia para cubrir sus gastos hasta recuperarse completamente y volverse capaz de trabajar y seguir su vida cotidiana. Es un instinto humanitario que alcanzó la cumbre de la alteza y el mundialismo.
[2]Mustafa As-Sibâ‘i, Min Rauâ’i‘ Hadâratinâ, pág. 107
[3][Corán 48: 17].
[4][Al Bujâri (1183)][Muslim (2162)].
[5][At-Tirmidhi: Hasan Garîb (2008)][Ibn Mâyah (1443)][Ahmad (8517)][Ibn Hibbân (2961)] [Al Albâni: Hasan en Sahîh Al Yâmi‘ (6387)].
[6] [At-Tirmidhi: Garîb (2087)][Ibn Mâyah (1438)][Ibn Abi Shaibah (10851)][Al Baihaqi en Shu‘ab Al Imân (9213)] [Abu Nu‘aim en Al Hiliah 2/208].
[7][Al Bujâri (5318)][Muslim (2573)].
[8][Al Bujâri (5329)][Ahmad(12490)][Abu Ya‘la (3711)][At-Tabarâni en Al Ausat (250)][Al Baihaqi, Shu‘ab Al Imân (9958)].
[9] [Corán 17: 70].
[10] [Al Bujâri (5333)].
[11]Mustafa As-Sibâ‘i, Min Rauâ’i‘ Hadâratina, pág. 110.
[12]‘Abdul Mun‘im Safu, Ta‘lîm At-Tib ‘Ind Al ‘Arab, Abhâz An-Naduah Al ‘Ilmîah Lilyam‘îah As-Surîah Litârîj Al ‘Ulûm, pág. 279
[13]Ibn Al Qifti, Târîj Al Hukamâ’, pág. 148.
[14] Mustafa As-Sibâ‘i, Min Rauâ’i‘ Hadâratina, Pág. 112.
[15]Ibíd., Pág. 116.
[16] Mahram: Es aquel hombre con el cual a una mujer le está prohibido contraer matrimonio de forma permanente, tales como: su padre, hermanos, tíos paternos o maternos, suegros, etc.
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