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En cuanto a la hermosura; las manufacturas en sí no tienen valor eficaz sino según la hermosura que albergan y no según su propio valor, ya que quizá en los productos más frívolos haya lo que indica los asuntos más precisos de la vida popular, y lo que ayuda a estimar los
En cuanto a la hermosura; las manufacturas en sí no tienen valor eficaz sino según la hermosura que albergan y no según su propio valor, ya que quizá en los productos más frívolos haya lo que indica los asuntos más precisos de la vida popular, y lo que ayuda a estimar los conocimientos artísticos de sus fabricantes y las necesidades de sus creadores y poseedores.
Le Bon atestigua que las artes industriales son comunes entre los árabes en todos lados, y que los árabes fabrican las cosas con una exquisitez que indica que sus mínimas manufacturas se distinguen por el gusto artístico[1].
Las formas infinitas que forman la ornamentación en las artes islámicas, existen en todos lados; de modo que no se reducen a las hojas del Sagrado Corán decoradas con ejemplos maravillosos de la caligrafía Mûashsha, sino que las colecciones de historias o poesías que se presentaban a algún califa o príncipe también eran ornamentadas de una forma parecida. Además, la ornamentación que indica la superioridad no se reduce solamente a las mezquitas, sino que se destaca en la construcción de albergues, escuelas o casas. Tampoco tales decoraciones refinadas se reducen a ornamentar la base donde se coloca el Mushaf (Copia del Corán) en la mezquita, sino que existen incluso en el plato donde el musulmán consume su comida, sobre el escudo del soldado o sobre su espada o en el pañuelo que tapa la cabeza, pues todos se ornamentan de forma parecida. Por lo tanto, es completamente adecuado considerar el arte islámico como un arte integral y único, que alberga todos los tipos de belleza y las cosas ornamentadas, sin tener en cuenta el uso para el cual fueron diseñadas[2].
El embellecimiento en las manufacturas islámicas aparece obviamente en la civilización islámica aun fueran de poca importancia, algo que no requiere ser investigado.
Sin embargo, el comienzo de este asunto fue temprano; ya que fue mencionado que sobre uno de los lados de la espada que el Profeta (sal-lal-lâh ‘alaihi wa sal-lam) otorgó a Abu Duyânah en Gazuat [Batalla de] Uhud estaba escrita alguna poesía. Ya que la poesía era lo que fascinaba a los árabes.
Después, las manufacturas islámicas evolucionaron hasta que alcanzaron una alta posición de creatividad acorde con la extensión cultural del Estado islámico. Hasta que Le Bon, quien apareció asombroso cuando estaba observando el arte islámico, dijo sobre la joyería, las joyas y la incrustación: “Su perfección de algunas llegó a un grado difícil de alcanzar hoy en día”[3].
La mayoría de las manufacturas islámicas, se transformaron en obras de arte: espadas, escudos, lanzas, bayonetas, dagas, cascos y cilindros de traslado de mensajes. También, lo mismo ocurrió con los muebles de casa; como: sillas, tablas, cajas de joyas, cajas para guardar las diversas cosas, platos de comida, jarras, vasos, bandejas y tinteros. Aparte de puertas, ventanas, prendas de vestir, textiles y muebles. Asimismo, alforjas de las monturas, lámparas de las mezquitas, púlpitos, candelabros, platos de la balanza, llaves, candados, aros de las puertas, hachas e instrumentos de escritura y médicos y hasta el narguile. Todo eso aparte de las manufacturas donde la ornamentación se considera un factor principal; como: aretes, collares, anillos, dientes de turbantes, pulseras para el tobillo y otros instrumentos de adorno.
Will Durant atestigua que los árabes abarcaron las artes de sus antepasados y no las imitaron, produciendo así lo nuevo y original; así que dijo: “Era una combinación hábil de varias formas, y no reduce su importancia lo que los musulmanes copiaron de otras naciones. No obstante, el arte islámico que se divulgó desde el palacio de la Alhambra en Al-Ándalus y hasta Taj Mahal en La India, pasó todos los límites del tiempo y del espacio, ridiculizando la discriminación entre los elementos y las razas. Y produjo un modelo singular, pero de varios tipos. Así que expresó el espíritu humano con elegancia abundante que no fue superada por otra cosa de su categoría hasta aquel tiempo”[4].
Los dos autores del libro llamado Atlas Al Hadârah Al Islâmiah, ven que la ornamentación islámica enfocó mediante sus formaciones infinitas en la expresión del Tauhîd [monoteísmo islámico], y que su divulgación en todas las cosas era un reflejo de la idea islámica que obliga al musulmán a ejercer sus actividades adhiriéndose al pensamiento islámico.
Por eso, el artista musulmán -por ejemplo- cuando adornaba una caja simple de madera para albergar las herramientas de escritura, lo hacía con marfil, concha y madera colorada, hasta que la madera original en sí ya no tenía alguna importancia, más bien, no era conocida; de modo que no se sabe si es madera roble, teca o caoba. Lo mismo se aplica con los palacios grandes donde se esconden completamente los materiales originales de construcción bajo una capa de ornamentación. Y eso, encarna la idea que no hace caso al valor material de los materiales originales, la cual separa entre la belleza y el valor material. Esta es la esencia de la idea islámica simple y despegada del valor material, la cual hace que la belleza en sí sea capaz de agregar un toque de maravilla sobre las cosas más simples y de mínimo valor material. Todo eso da a la belleza el primer valor y el más grande en la conciencia del ser humano[5].
Esta teoría, la cual expresa la filosofía artística del Islam, se considera en sí una contribución que tiene que ser bien reflexionada observando sus profundos efectos en la formación de la conciencia islámica y la visión humana sobre el universo, la vida, la naturaleza y la deidad.
De las siguientes figuras, se muestra cómo la belleza era un factor principal y extendido en todas las manufacturas islámicas, aunque fuera de mínima importancia.
[1] Gustave Le Bon, La Civilisation des Arabes (La civilización de los árabes), pág. 507.
[2]Ismâ‘îl Râyi Al Fârûqi y Lûs Lamiâ’ Al Fârûqi, Atlas Al Hadârah Al Islâmiah (Atlas de la civilización islámica), pág. 539.
[3]Gustave Le Bon, La Civilisation des Arabes, pág. 511.
[4] Will Durant, The Story of Civilization (Historia de la Civilización), 13/240.
[5] Ismâ‘îl Râyi Al Fârûqi y Lûs Lamiâ’ Al Fârûqi, Atlas Al Hadârah Al Islâmiah, pág. 540 y lo posterior.
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