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Si es verdad lo que dices, pues pronto ocupará este lugar donde estoy. Sabía que vendría, pero nunca pensé que surgiría de entre vosotros. Si estuviese seguro de que podría encontrarlo, me apresuraría a salir en su búsqueda, y si lo encontrase, lavaría sus pies.
‘Abdul-lâh ibn ‘Abbâs (que Al-lâh Esté complacido con él) relató: Abû Sufiân ibn Harb me contó que Heraclio mandó a un mensajero para llamarlo, mientras él acompañaba a una caravana de Quraish que había salido para comerciar en las tierras de Ash-Shâm, durante la tregua que el Mensajero de Al-lâh (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) hizo con Abû Sufiân y los incrédulos de Quraish[1]. Abû Sufiân y su gente se encontraron con Heraclio en Jerusalén. Heraclio los llamó a su corte en presencia de los mayores dignatarios bizantinos, luego pidió la presencia de su intérprete. Heraclio les preguntó: “¿Quién de vosotros tiene el parentesco más cercano con el hombre que se proclama profeta?”. Abû Sufiân dijo: “Yo soy su pariente más cercano de entre los presentes”. Heraclio ordenó a su cortejo: “Acercadlo a mí y haced que sus compañeros estén detrás de él”[2]. Luego, Heraclio ordenó a su intérprete que les dijera a los compañeros de Abû Sufiân que él deseaba interrogarle acerca de aquel hombre [El Profeta (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam)], y que si Abû Sufiân mintiera, entonces ellos deberían corregirle. Comentó Abû Sufiân: “¡Por Dios! Si no fuese por el temor a que mis compañeros me tacharan de mentiroso, habría mentido acerca de él [Muhammad (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam))]”.
Abû Sufiân siguió contando: «La primera pregunta que me hizo sobre él fue: “¿Cómo consideráis su descendencia?”. Yo respondí: “Es de buena familia”. Luego me preguntó: “¿Alguien ha declarado algo así (se refiere a la Profecía) antes?”. Respondí: “No”. Heraclio preguntó: “¿Había entre sus primogenitores algún rey?”. Contesté que no. Preguntó: “¿Le siguen los nobles o los humildes?”. Le respondí: “Le siguen los humildes”. Dijo: “¿Y estos aumentan o disminuyen?”. Respondí: “Aumentan”. Luego preguntó: “¿Alguno de sus seguidores le ha abandonado y ha renunciado a su religión por estar descontento con la misma?”. Respondí: “No”. Dijo: “¿Lo habéis acusado de mentir antes de su declaración (de la Profecía)?” Respondí: “No”. Preguntó: “¿Traiciona su palabra?”. Respondí: No. Hicimos una tregua con él, pero no sé qué hará al respecto”».
Comentó Abû Sufiân: “No encontré oportunidad de decir algo en contra de Muhammad (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) excepto eso”. Heraclio preguntó: “¿Le habéis combatido?” Abû Sufiân dijo: “Sí”. Preguntó: “¿Y cómo ha sido vuestro combate?” Dijo: “Ha sido una guerra de vicisitudes; a veces triunfa él y a veces nosotros[3]”. Interrogó: “¿Y qué os prescribe?”. Respondió Abû Sufiân: “Dice: Adorad sólo a Al-lâh; no le atribuyáis copartícipes y dejad de adorar lo que adoraban vuestros padres. Y nos ordena realizar la oración, aferrase a la sinceridad, la castidad y mantener los lazos de parentesco”.
Entonces Heraclio dijo al intérprete: “Dile: Te pregunté por su linaje y me dijiste que era noble entre vosotros. Así también, los Enviados surgen de entre los nobles de su pueblo. Te pregunté si alguien de entre vosotros había declarado lo mismo antes que él y me dijiste que no. Si hubieras respondido que sí, habría pensado que no hace más que imitar lo expresado por alguien que le precedió. Te pregunté si hubo entre sus ancestros algún rey, y dijiste que no. Si hubieses dicho que sí, entonces yo habría pensado que es un hombre que busca recuperar el reino de sus ancestros. Te pregunté si lo habíais acusado de mentir antes de que él declarara la profecía, y respondiste que no; así, ¿cómo es que un hombre que no miente a otros hombres mentiría en algo relativo a Dios? Luego te pregunté si le siguen los ricos o los pobres, y me dijiste que eran los pobres y, de hecho, éstos son los que siempre siguen a los Enviados. Luego te pregunté si sus seguidores van en aumento o disminuyen, y me respondiste que aumentan. Así sucede con la verdadera fe hasta que se completa. Te pregunté si alguno de sus seguidores renegó descontento con su religión, y dijiste que no. Pues así es la fe cuando sus deleites invaden los corazones. Te pregunté si traiciona, y me dijiste que no, pues tampoco los Enviados traicionan. Luego te pregunté qué os prescribe, y me dijiste que os ordena que adoréis sólo a Dios y que no le atribuyáis copartícipes, que os prohíbe adorar ídolos y que os ordena practicar la oración, la sinceridad y la castidad. Si es verdad lo que dices, pues pronto ocupará este lugar donde estoy. Sabía que vendría, pero nunca pensé que surgiría de entre vosotros. Si estuviese seguro de que podría encontrarlo, me apresuraría a salir en su búsqueda, y si lo encontrase, lavaría sus pies[4]”[5].
[1]Se refiere al Tratado de Al Hudaibiah, pactado en el año 6 de la Hégira y que duró 10 años. Véase Ibn Hayar Al ‘Asqalani, Fath Al Barî 1/34, An-Nauauî, Sharh Muslim 12/103.
[2]Para que no tuvieran vergüenza de desmentirle si mintiera, véase Ibn Hayar Al ‘Asqalânî, Fath Al Bârî 1/35, An-Nuauî, Al Minhây 12/104.
[3] Se refiere a los resultados de la Gazuah (batalla) de Badr y la de Uhud.
[4]Expresión que indica la exageración en prestarle lealtad y servirle. Y limitarse a mencionar lo de lavarle los pies demuestra que Hercalio no le pediría –si le alcanzara sano y salvo- ni poder ni cargo, sino que sólo aspiraría a lograr su bendición. Véase Ibn Hayar, Fath Al Bârî, 1/37.
[5] [Al Bujârî (7)] [Muslim (1773)]
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