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Muhammad (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) era indulgente y modesto, traía a los pobres a su casa para compartir su comida con ellos, recibía con amabilidad y suavidad a los que le pedían, por lo que atraía a sus hablantes con la jovialidad de su rostro recatado y
Louis Pierre Eugène Amélie Sédillot fue un orientalista francés, nació y falleció en París. Trabajó como profesor de Historia en el colegio Bourbon. Es el autor del libro llamado Histoire des Arabes [Historia de los árabes] escrito en francés, que luego fue traducido al árabe y refinado bajo la supervisión de Alî Pachá Mubârak, quien lo tituló Julâsat Târîj Al ‘Arab Al Âm [Resumen de la historia general de los árabes]. También publicó el libro llamado Yâmi‘ Al Mabâdi’ Ua Al Gaiât Fî Al Âlât Al Falakîah [Compendio de los principios y fines de los instrumentos astronómicos], escrito por Abû Al Hasan ‘Alî Al Marâkishî, con una traducción al francés.
Citas sacadas del libro Histoire des Arabes [Historia de los árabes]:
Indulgente y modesto:
“Muhammad (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) era indulgente y modesto, traía a los pobres a su casa para compartir su comida con ellos, recibía con amabilidad y suavidad a los que le pedían, por lo que atraía a sus hablantes con la jovialidad de su rostro recatado y resplandeciente. No se aburría de las largas conversaciones y hablaba poco, y lo que decía no expresaba soberbia ni arrogancia”[1].
¿Acaso no recuerdan?
“Se considera una tergiversación de las realidades de la historia el hecho de que algunos autores atribuyen a Muhammad (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) dureza y cobardía, ya que éstos se olvidaron de que Muhammad (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) no escatimó esfuerzos para anular la detestable y heredada costumbre de la venganza, que era muy difundida entre los árabes, al igual que la costumbre del duelo, anteriormente común en Europa. Parece como si estos escritores no leyeran las aleyas del Corán en las que Muhammad (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) acabó con la horrible costumbre de enterrar a las niñas vivas, o no se dieran cuenta del noble perdón que concedió a sus peores enemigos tras la conquista de La Meca, la misericordia con la cual trató a las tribus al practicar las duras reglas de la guerra, y el lamento que mostró por algunas naciones severas. Parece que no vieron que la nación de las tribus árabes consideraba que la venganza era algo obligatorio, y que cada individuo sincero tenía el derecho de asesinar, sin recibir castigo alguno, a quien algún día representara peligro para ella. Es como si no supieran que Muhammad (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) no abusó de su poder grandioso para satisfacer el deseo abominable de la crueldad, ni escatimó esfuerzos para corregir a quien transgrediera de entre sus Compañeros. Todos saben que él rechazó la opinión de Omar ibn Al-Jattâb (que Al-lâh esté complacido con él) en cuanto a matar a los prisioneros, y que, cuando vino el tiempo de castigar a la tribu de Banû Quraidhah, encomendó el asunto al antiguo aliado de esta tribu Sa‘d ibn Mu‘âdh. También, es bien sabido que perdonó al asesino de su tío Hamzah (que Al-lâh esté complacido con él), y que -jamás- rechazó aplicar la amabilidad y la tolerancia cuando se le pedía”[2].
Fundadores:
“Los árabes prosperaron en las ciencias naturales tal como en las ciencias matemáticas. Humboldt opina que se debe considerar a los árabes como fundadores reales de las ciencias naturales en el sentido moderno”[3].
Y también innovadores:
“Los árabes fueron los que descubrieron la química farmacéutica… La farmacia y la medicina, en las cuales se basa la curación, condujeron al estudio de la botánica y la química al mismo tiempo y a través de dos diferentes vías. Así pues, gracias a los árabes, esta ciencia inició una nueva era”[4].
Una actividad incomparable:
También Sédillot transmite de Humboldt que dijo: “Los árabes tenían una actividad incomparable, la cual representa una señal de un excelente papel en la historia del mundo. Los árabes, al contrario de los hijos de Israel, quienes eran fanáticos e intolerantes; deseaban establecer relaciones con las naciones vencidas, sin renegar su patriotismo y los recuerdos de su patria original”[5].
Los árabes son nuestros maestros:
Y tras exponer los aspectos de la civilización islámica, Sédillot dice: “Y de esta forma, se pone de relieve la influencia de los árabes en las diferentes ramas de la civilización europea moderna. Por otra parte, entre el siglo IX y el siglo XV aparecieron obras de literatura que se consideran unas de las más grandiosas que jamás se hayan conocido. También, las diversas producciones y los importantes inventos son testigos de la extraña actividad de los árabes de aquel entonces, así como de su influencia profunda en la Europa cristiana. Y en eso se basa la opinión que dice que los árabes fueron nuestros maestros. Las materias inestimables acerca de la historia de la Edad Media, los libros de viajes y las biografías, por un lado, la industria sin par, las construcciones que indican un profundo pensamiento y una ejecución hábil, así como los descubrimientos importantes en las artes por otro lado, que los árabes nos dejaron; son asuntos que han de hacernos valorar a la nación árabe que despreciamos durante largo tiempo”[6].
La victoria del poder de la civilización:
Sédillot observa que la perturbación de las condiciones políticas de los árabes no influyó en la marcha de la ciencia, ya que la debilidad de los árabes y el hecho de ser dominados por otros, nos mostraron -extrañamente- la integración de los vencedores a la cultura de los vencidos. Dijo:
Desde los comienzos del siglo XI d.C. Oriente presenció diferentes contratiempos, pues las conquistas de Mahmud de Gazni, las incursiones de los turcos selyúcidas, las Cruzadas, el derrocamiento del Califato de El Cairo[7] por el primer Sultán ayubí Saladino (1171 d.C.) y el del Califato en Bagdad a manos del mongol Hulagu Kan (1258 d.C.), todos estos incidentes condujeron a cambios profundos en la situación política en Asia. Y pese a todo eso, la ciencia siguió dando pasos firmes, y sus portadores siguieron protegiéndola. Pues, mientras el Califato de Oriente perdía sus Estados más bellos sucesivamente, los vencedores siguieron obedeciendo sumisamente a los vencidos debido a su superioridad cultural, de modo que estudiaran sus libros y se orientaron con su luz. De hecho, es una escena maravillosa ver la victoria del poderío de la civilización de los árabes sobre la barbarie de los conquistadores del norte, aquellos que ocuparon Asia occidental y meridional[8].
[2] Ibíd., págs. 88-89
[3] Ibíd., pág. 380
[4] Ibíd., pág. 381
[5] Ibíd., pág. 332
[6] Ibíd., pág. 425
[7] Se refiere al Califato fatimí.
[8] Ibíd., págs. 352-353
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