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El Islam es una religión que es esencialmente racionalista en el sentido más amplio de este término... Thomas
Fue un famoso orientalista británico que comenzó su carrera científica en la Universidad de Cambridge, donde aprendió árabe, a causa de su amor por este idioma. Luego se trasladó para trabajar como investigador en la Universidad de Aligarh en la India; y pasó diez años allí, durante los cuales escribió su famoso libro The Preaching of Islam [La Predicación del Islam.] Fue profesor de filosofía en la Universidad de Lahore, antes de regresar a Londres en 1904, para doble actuar como Asistente Bibliotecario en la Oficina de la India y profesor a tiempo parcial en la Universidad de Londres. Fue miembro del consejo editorial de la primera edición de la Enciclopedia Islámica publicada en Leiden, Holanda. Fue profesor visitante en la Universidad Egipcia en 1930. Cabe mencionar que fue maestro del pensador indio islámico, Muhammad Iqbâl.
The Spread of Islam in the World: A History of Peaceful Preaching [La difusión del Islam en el mundo. Historia de una predicación pacífica]
Una penetración pacífica
“Pero en su mayor parte, faltan detalles para cualquier historia de la desaparición del cristianismo entre las tribus árabes cristianas de Arabia del Norte. Parece que han sido absorbidas por la comunidad musulmana circundante en un proceso casi imperceptible de “penetración pacífica”. Si se hubieran realizado intentos para convertirlos por la fuerza cuando por primera vez estuvieron bajo el gobierno Mahometano, no hubiera sido posible para los cristianos haber sobrevivido entre ellos hasta los tiempos de los ‘califas abasíes’”. [1]
Una acusación falsa
“El hecho mismo de su (de la Iglesia Nativa Cristiana) supervivencia bastante larga (en el norte de África) se opone a cualquier suposición de conversión forzada”[2].
Saladino y sus sucesores
“Durante el reinado de Salâh Ad-Dîn (Saladino) (1169-1193) sobre Egipto, la condición de los cristianos fue muy buena bajo los auspicios de este gobernante tolerante. Los impuestos que habían sido establecidos sobre ellos fueron aligerados y varios fueron suprimidos completamente. Ellos atestaron las oficinas públicas en calidad de secretarios, contadores y registradores y, durante casi un siglo bajo los sucesores de Saladino, disfrutaron de la misma tolerancia y favor y no tenían nada de qué quejarse, excepto la corrupción y la degeneración su propio clero. La simonía se había vuelto terriblemente común entre ellos. El sacerdocio fue vendido a personas ignorantes y viciosas, mientras que los postulantes para el sagrado oficio, que no podían pagar las sumas exigidas para la ordenación, eran rechazados con desprecio a pesar de ser personas dignas y adecuadas”[3].
Una libertad perfecta
“Y acerca del hecho de que estas conversiones no eran debido a la persecución, sabemos de evidencia histórica directa que, durante esta vacante del patriarcado, los cristianos tenían plena y total libertad de culto público... y fueron juzgados en sus propios tribunales, mientras los monjes estaban exentos del pago de tributo y se les otorgaban ciertos privilegios”[4].
De controversias interminables a la fe clara
“La rápida propagación del Islam en los primeros días de la ocupación árabe fue probablemente debida menos a esfuerzos definidos para atraer que a la incapacidad del cristianismo para retener. La base teológica para la existencia de los jacobitas como una secta separada, los principios que ellos por tanto tiempo y a tan gran costo habían luchado para mantener, fueron encarnados en doctrinas del carácter más abstruso y metafísico. Muchos de los que eran seguros se convirtieron, en absoluta perplejidad y cansancio de las interminables controversias que proseguían a su alrededor, a una fe que se resumía en la verdad simple, inteligible de la unidad de Dios y la misión de su Profeta, Muhammed (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam). Incluso dentro de la Iglesia copta, en un período posterior, encontramos evidencia de un movimiento que, si no era claramente musulmán, por lo menos estaba estrechamente aliado al Islam y que, en ausencia de cualquier organización eclesiástica separada en la que podría encontrar expresión, probablemente contribuyó al aumento de los convertidos al Islam”[5] .
Una vida basada en la libertad religiosa
“Para estos coptos, como se les llama a los cristianos jacobitas de Egipto, la conquista mahometana les trajo una libertad en la vida religiosa que no habían disfrutado durante un siglo”[6].
Adoptaron el Islam incluso antes de la conquista
“En los primeros días del gobierno mahometano entonces, la condición de los coptos parece haber sido bastante tolerable y no hay evidencias de que su apostasía extendida al Islam fuera debida a la persecución o presión injusta por parte de sus nuevos gobernantes. Incluso antes de que la conquista fuera completa, mientras la capital era aún Alejandría, había muchos de ellos inclinados al Islam y, unos años más tarde, el ejemplo que ellos habían dado fue seguido por muchos otros”[7].
Una revuelta contra la corrupción y las supersticiones
Aclarando que la causa de la propagación rápida y fácil del Islam en África y Asia se origina por la corrupción de la sociedad cristiana, Canon Taylor [8] dice: “Es fácil de entender por qué este judaísmo reformado se propagó con tanta rapidez en África y Asia. Los médicos africanos y sirios habían sustituido la religión de Cristo por los abstrusos dogmas metafísicos. Trataron de luchar contra el libertinaje de la época con el mérito celestial del celibato y la excelencia angelical de la virginidad -el aislamiento del mundo era el camino a la santidad y la suciedad fue la característica de la santidad monacal — la gente prácticamente eran politeístas, adorando a una multitud de mártires, santos y ángeles. Las clases altas eran de afeminados y corruptos, la clase media oprimida por impuestos y los esclavos sin esperanza para el presente o el futuro. Como con la escoba de Dios, el Islam barrió esta masa de superstición y corrupción. Fue una revuelta contra las vacías polémicas teológicas. Fue una protesta masculina contra la exaltación del celibato como una corona de piedad”[9].
Un credo tan simple que puede ser expuesto por cualquier persona
“La primera de ellas [se refiere a las causas del éxito del Islam][10] es la sencillez del credo musulmán. No hay más dios que Dios y Muhammad es el apóstol de Dios. La aceptación de estas dos doctrinas simples es todo lo que se le exige al converso, y toda la historia de la dogmática musulmana no presenta ningún intento por parte de asambleas eclesiásticas para imponer a la masa de creyentes cualquier símbolo formulado en términos más elaborados y complejos. Este credo simple no exige ninguna gran prueba de fe y no despierta como regla ninguna dificultad intelectual particular, mientras está al alcance de incluso la más humilde inteligencia. No comprometido con sutilezas teológicas, puede ser expuesto por cualquiera, incluso los menos versados en expresión teológica”[11].
Una religión racionalista
«Este, el carácter racionalista del credo musulmán, y la ventaja que recoge del mismo en sus esfuerzos misioneros, no han sido sacados a relucir más admirablemente que en las siguientes frases del profesor Montet[12]: “El Islam es una religión que es esencialmente racionalista en el sentido más amplio de este término cuando se considera etimológica e históricamente”»[13].
La propagación espiritual
“La energía espiritual del Islam no está, como ha sido sostenido tan a menudo, acorde con su poder político. Por el contrario, la pérdida de poder político y prosperidad mundana, ha servido para exponer las más finas cualidades espirituales que son los verdaderos incentivos para la obra misionera”[14].
Esta hermandad es la mejor de las maneras
“Ninguna estrategia del genio religioso podría haber concebido un mejor recurso para inculcarles a las mentes de los fieles un sentido de su vida en común y hermandad en lazos de fe. Aquí, en un acto supremo de adoración común, el negro de la costa occidental de África se encuentra con el chino de Lejano Oriente y el cortesano y pulido otomano reconoce a su hermano musulmán en la selva isleña del punto más lejano del mar malayo. Al mismo tiempo, en todo el mundo Mahometano, los corazones de los creyentes se levantan en solidaridad con sus hermanos más afortunados reunidos en la ciudad sagrada”[15].
Los persas respiraron de nuevo
“Cuando los ejércitos del Estado (Persa) fueron derrotados, las masas de gente ofrecieron poca resistencia. Los reinados de los últimos representantes de la dinastía sasánida se habían caracterizado por la anarquía terrible, y la simpatía del pueblo había sido más alienada de sus gobernantes por el apoyo que dieron a la persecución política de la religión del estado, el zoroastrismo. Los sacerdotes zoroástricos habían adquirido una enorme influencia en el estado. Eran casi todopoderosos en los consejos del rey y se arrogaron una gran parte de la administración civil. Tomaron ventaja de su posición para perseguir a todas aquellas entidades religiosas — (y eran muchas) — que disidieron de ellos. Además de los numerosos seguidores de antiguas formas de la religión persa, había cristianos, judíos, sabeos y numerosas sectas en las cuales las especulaciones de los gnósticos, maniqueos y budistas encontraron su expresión. En todos estos, la persecución había suscitado sentimientos de amargo odio contra la religión establecida y la dinastía que apoyó su opresión, y así hizo que la conquista árabe apareciera a la luz de la liberación. Los seguidores de todas estas formas variadas de fe podrían respirar de nuevo bajo un gobierno que les otorgó la libertad religiosa y la exención del servicio militar”[16].
El Libertador de persas
“El pueblo de Persia y, sobre todo las razas semíticas, estaban justo en la exacta condición mental calculada para hacerlos acoger la Revolución Islámica y con entusiasmo instarlos a abrazar el nuevo y fuerte credo que, con su simplicidad completa y viril, barrió con un solo plumazo todas esas brumas oscuras, abrió las almas a nuevas, seductoras y tangibles esperanzas y prometió una liberación inmediata de un miserable estado de servidumbre. Pero el credo musulmán fue más ansiosamente recibido por la gente del pueblo, las clases industriales y los artesanos, cuyas ocupaciones les hicieron impuros según el credo zoroástrico porque, en el cumplimiento de su comercio o profesiones, profanaban el fuego, la tierra o el agua. Así, fueron marginados en los ojos de la ley y en consecuencia fueron tratados con escasa consideración. Abrazaron con entusiasmo un credo que los hizo a la vez hombres libres e iguales en una hermandad de la fe”[17].
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[2] Ibíd. 130.
[3] Ibíd. 107-108.
[4] Ibíd. 109.
[5] Ibíd. 104-105.
[6] Ibíd. 102.
[7] Ibíd. 103.
[8] Filósofo y político norteamericano (1753-1824).
[9] Ibíd. 71.
[10] Nota del traductor
[11] Ibíd. 413.
[12] Edward Montet (1856-1927) es un orientalista francés, nacido en León y es de origen suizo, donde recibió su educación hasta 1874. A continuación, se trasladó a las universidades de Ginebra, Berlín y Heidelberg y, en 1883, obtuvo un doctorado en el protestantismo teológico de la Universidad de París. En 1885, fue nombrado profesor de hebreo, arameo y del Antiguo Testamento en la Universidad de Ginebra y de la lengua árabe y la historia del Islam más tarde en 1894. Presidió esta universidad en 1910-1912 y fue convocado por el gobierno francés para dos misiones científicas a Marruecos. En 1910, fue llamado a dar conferencias sobre el Islam en el Instituto de Francia. Fue nombrado miembro de la Academia Árabe de Ciencia de Damasco desde su fundación. Fue reconocido por sus estudios sobre los árabes y el Islam y se caracterizó por la profundidad, la autenticidad y la objetividad. Él tradujo el Corán al francés. Entre sus libros más famosos está, el Islam: su presente y futuro.
[13] Ibíd. 413.
[14] Ibíd. 426-427.
[15] Ibíd. 415-416.
[16] Ibíd. 206.
[17] Ibíd. 207-208.
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