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El almotacenazgo nació junto con la función del juez; como resultado de la expansión de las condiciones de vida en el califato islámico.
El almotacenazgo nació junto con la función del juez; como resultado de la expansión de las condiciones de vida en el califato islámico. Y se trata de un cargo religioso que aplica [el principio islámico de] ordenar el bien y prohibir el mal, lo cual es obligatorio sobre quien está al cargo de los asuntos de los musulmanes, designando a todo aquel que ve cualificado para este puesto. Así que es un deber religioso individual para el gobernador debido a su cargo, aunque sea una obligación comunal para otro[1]. Al-lâh Dice [traducción del significado]: {Que haya entre vosotros quienes convoquen al bien, ordenando lo bueno y prohibiendo el mal. Ésos son quienes tendrán éxito.}[2].
Durante el curso de su desarrollo, el almotacenazgo fue más allá del significado religioso de ordenar el bien y prohibir el mal a deberes prácticos y materiales de acuerdo con los intereses generales de los musulmanes. Por lo tanto, se ocupó de diversas cuestiones sociales; tal como: mantener la limpieza de las carreteras, tratar bien el animal, de modo que no lleve lo que no puede soportar, cuidar la salud a través de cubrir las fuentes (donde la gente bebe), impedir a los maestros golpear a los niños severamente, y vigilar los bares y a los consumidor de vino así como las mujeres indecentes. En términos generales, se trataba de todo lo que tiene que ver con la sociedad y con los valores morales para aparecer con la apariencia adecuada. También se ocupó de asuntos económicos; debido al hecho de que las ciudades musulmanas se habían poblado con comerciantes y artesanos. Por consiguiente, el trabajo principal del almotacén era evitar el fraude en la industria y en las transacciones. Y sobre todo, supervisar los pesos, las medidas y comprobar su nivel y calibres[3].
Ninguna de las naciones y civilizaciones anteriores ni posteriores ha conocido esta función en sus sociedades y costumbres. Y la verdad es que esta función es muy importante; ya que representa la vigilancia moral sobre los pueblos. Pues, es bien sabido que la civilización islámica se preocupó por dos factores importantes; el primero: el factor material. Y el segundo: el espiritual. Por lo tanto, la función del almotacenazgo equivalía a la magnífica aplicación de la ética del Islam y sus órdenes de comportamiento.
El primero en ocupar el cargo de almotacenazgo en la historia de la civilización islámica, fue el Mensajero de Al-lâh (Glorificado Sea). Abu Hurairah (que Al-lâh Esté complacido con él) narró que el Mensajero de Al-lâh (Glorificado Sea) pasó por un montón de comida, luego puso su mano en ella hasta que sus dedos se mojaron; por lo tanto, exclamó: “¡¿Qué es esto, oh propietario de la comida?!”. Contestó: “Ha sido mojada por la lluvia, oh Mensajero de Al-lâh (Glorificado Sea)”. Entonces el Profeta (sal-lal-lahu ´alaihi wa sal-lam) dijo: “¡¿No lo podías poner en la parte superior de la comida para que la gente pueda verlo?! El que engaña no pertenece a mí (es decir, a mi método)”[4].
Cuando el primer Estado islámico comenzó a tomar forma y ser independiente, el Mensajero de Al-lâh (Glorificado Sea) nombró al primer almotacén en el Islam; ya que nombró a Sa‘îd ibn Sa‘îd ibn Al ‘Âs (que Al-lâh Esté compalcido con él) después de la conquista de La Meca [como supervisor] del mercado de la misma (La Meca). Esto demuestra la importancia de dicha función desde los albores del Islam[5].
Sin embargo, lo que llama la atención es que algunas mujeres de los Compañeros durante la época del Profeta (sal-lal-lahu ´alaihi wa sal-lam) desempeñaron esta función. Ya que Ibn ‘Abdul Bar mencionó que Samrâ’ bint Nuhaik Al Usdiah (que Al-lâh Esté compalcido con él) “Alcanzó al Profeta (sal-lal-lahu ´alaihi wa sal-lam), y vivió mucho años después. Ella solía caminar en los mercados, ordenando el bien y prohibiendo el mal, golpeando a la gente con su látigo por dicho motivo”[6]. Y lo más sorprendente todavía, es que Omar ibn Al Jattâb (que Al-lâh Esté compalcido con él) la mantuvo como almotacén del mercado, y esto lo confirmó Ibn Al Yauzi, quien dijo: “Cuando Omar (que Al-lâh Esté compalcido con él) entraba en el mercado, se reunía con ella”[7]; es decir, en su lugar de trabajo y no en su casa, para que algunos no entiendan mal[8].
Más bien, el mismo emir de los creyentes Omar ibn Al Jattâb (que Al-lâh Esté compalcido con él) ejercía la función del almotacén ordenando el bien, prohibiendo el mal y orientando a la gente a la verdad y al camino recto, impidiendo el fraude y advirtiendo de ello. También pasaba por el mercado llevando un palo para advertir a los que vendían mercancías a precios exorbitantes y a los impostores[9].
El sistema del almotacenazgo y vigilancia, continuó a existir a lo largo de las eras de los califas ejemplares y los omeyas, aunque la persona a cargo de dicha función no se llamaba almotacén. Ya que este término fue conocido en la época abasí. Así que Ziâd ibn Abîh nombró a una persona a cargo del mercado de Basora durante el califato de Mu ‘âuiah ibn Abi Sufiân[10].
Desde la época abasí, la función del almotacén comenzó a tomar una forma diferente, así que se volvió conocida entre la gente desde el califato del califa abasí Abu Ya‘far Al Mansûr. Y para facilitar (los asuntos) a los almotacenes y para organizar a la sociedad, Al Mansûr trasladó los mercados de Bagdad y de la ciudad oriental a otras regiones especializadas, y lejos del centro de la ciudad y de sus oficinas. Así que trasladó los mercados a Bâb Al Karj y Bâb Ash-Sha‘îr, nombrando almotacenes para los mismos con el fin de vigilar sus asuntos y controlar sus irregularidades[11].
La función del almotacén se evolucionó bajo el mandato del califato abasí, pues incluyó junto con controlar los pesos y medidas, impedir el monopolio, ordenar el bien y prohibir el mal, supervisar la limpieza de los mercados y de las mezquitas, controlar los funcionarios públicos para cumplir con las reglas, y también supervisar los almuédanos para cumplir con los tiempos de la oración. Además, la autoridad del almotacén se extendió hasta que llegó a estar a cargo de vigilar a los jueces si retrasaban en su trabajo o dejaban de emitir los veredictos. Y lo sorprendente es que el almotacén tenía el derecho de probar y seleccionar a los profesionales y artesanos para determinar su capacidad y profesionalidad en sus respectivos oficios; a fin de no engañar a los demás. El califa abasí Al Mu‘tadid (Falleció en el año 279 de la Hégira) pidió a Sinân ibn Zâbit, el Jefe de los Médicos, poner a prueba a todos los médicos en Bagdad, los cuales eran cerca de 860 médicos. Así que el almotacén ordenó no permitir a ningún médico ejercer su profesión sin haber pasado el examen[12].
Muchos almotacenes aplicaban los castigos corporales prescriptos para el crimen e imponían castigos a los príncipes y sultanes infractores; al igual que el resto de la ciudadanía. Nidhâmul Mulk en su libro llamado “Siar Al Mulûk (Biografías de los Reyes)” dijo que el sultán selyúcida Mahmûd ibn Malikshâh “había consumido alcohol una vez con su propio séquito a lo largo de la noche. ‘Ali ibn Nushtakîn y Muhammad Al ‘Arabi (Dos de sus comandantes y amigos más cercanos), estaban entre quienes asistieron a la reunión, y continuaron velando y consumiendo el alcohol durante la noche entera junto con Mahmûd. Y con la salida del sol del siguiente día, ‘Ali sufrió un mareo y se sintió cansado por el desvelo y el consumo excesivo de alcohol. Así que pidió permiso al sultán para retirarse a su casa. Mahmûd le dijo: "No es apropiado ir (a casa) en plena luz del día, estando borracho así. Quédate aquí y toma un descanso en una de las habitaciones hasta la tarde, y luego vete [a casa] estando sobrio; ya que temo que si te vas ahora estando en tal estado, te vea el almotacén en el mercado, te captura y luego te aplica el castigo corporal prescripto para el crimen, por lo que te pones en una situación vergonzosa y me deprimo, sin poder pronunciar ni una palabra”. Sin embargo, ‘Ali ibn Nushtakîn, quien era el comandante de 50000 caballeros y el hombre valiente de su época, a quien se le consideraba equivalente a mil hombres, no le pasó por la cabeza que el almotacén ni se atreviera a pensar en ello. Por lo tanto, no se rindió e insistió en ir a casa. Así que Mahmûd dijo: “Como quieras. Dejadle ir”. ‘Ali ibn Nushtakîn montó y se dirigió con un gran desfile de jinetes, esclavos y siervos a casa. Pero la Voluntad de Al-lâh quiso que el almotacén estuviera con un centenar de sus hombres; jinetes y caminantes, en el centro del mercado. Cuando el almotacén vio a ‘Ali borracho, le ordenó bajar de su caballo, y él bajó también del suyo; luego, ordenó a un hombre tener a ‘Ali de la cabeza, y a otro hombre mantener sus pies bien puestos, y el almotacén lo azotó cuarenta azotes con sus manos, sin ninguna parcialidad, hasta que ‘Ali comió la tierra con los dientes, mientras que su séquito y jinetes le miraban, y ninguno de ellos se atrevió a pronunciar ni una sola palabra”[13].
Esta es la civilización islámica, que no diferencia entre un comandante que puede movilizar a 50000 (soldados) con un signo suyo y un almotacén que sólo está a cargo de un centenar de hombres. Sin embargo, el almotacén aplicó la pena al comandante en público y delante de sus soldados y jinetes, y ninguno de ellos pudo hacer nada al respecto. Esto debido a que la razón estaba con el almotacén, quien hizo del caso del comandante una lección para quien desee emularlo.
Por eso, los califas, príncipes y sultanes, siempre buscaban a los calificados, sabios y estrictos para ser nombrados como almotacén. Ibn Al Ijuah, en su libro llamado Nihâiat Ar-Rutbah, dijo: “El sultán de Damasco Atâbik Tugtikîn, solicitó a un almotacén; por lo tanto, se le recomendó a un hombre de conocimiento. Así que ordenó traerlo, y cuando lo vio dijo: Te he nombrado como jefe de la Oficina del Almotacenazgo para ordenar el bien y prohibir el mal a la gente. Respondió: Si es así, entonces no te sientas en esta silla y saca este sofá, porque están hechos de seda. Y también quita este anillo debido a que está hecho de oro. Ya que el Profeta (sal-lal-lahu ´alaihi wa sal-lam) dijo sobre el oro y la seda: “Ésos dos están prohibidos para los hombres de mi Ummah, mientras que son lícitos para sus mujeres”[14]. Entonces el sultán se levantó de su silla, ordenó levantar su sofá y se quitó el anillo de su dedo, luego dijo: También te encomiendo los asuntos de policía. La gente nunca vio a un almotacén más honorable que él”[15].
Por ende, el cargo del almotacén era sumamente importante, especialmente en tiempos de crisis y carestía. Ya que en el año 307 de la Hégira, los precios se elevaron increíblemente en Bagdad hasta que “La ciudadanía se molestó, por lo que rompieron los púlpitos, interrumpieron las oraciones y quemaron los puentes”[16]. Así que la tarea del almotacén en aquel tiempo, o sea Ibrâhîm ibn Batha, era cotizar algunos productos de primera necesidad. Por lo tanto, fijó el precio de un Kar[17] de harina por cincuenta dinares, lo que ayudó a frenar la revolución y recuperar el orden público[18].
Sin embargo, el cargo del almotacén no se limitó a quien fue designado por el Estado; ya que es sabido que la civilización islámica enseña a todos sus hijos luchar contra el mal cuánto sea posible. Esto es algo muy impresionante y lo que más llama la atención en nuestra civilización eterna; ya que todo musulmán, con su disposición natural, fe y civilización, es un almotacén aunque no asuma dicho cargo en la realidad. El Imam Ibn Kazîr contó en su libro llamado “Al Bidâiah Ua An-Nihâiah” que “Abu Al Husain An-Nuri navegó con un marinero en un barco donde había vino, así que preguntó: ¿Qué es esto? ¿Para quién es? El marinero contestó: Este es vino del [califa] Al Mu‘tadid. Así que Abu Al Husain subió hacia las grandes jarras [de vino] y empezó a golpearlas con un palo en su mano hasta que las rompió todas, a excepción de una sola. El marinero pidió socorro a la policía. Luego, la policía llegó y arrestó a Abu Al Husain y lo llevó a Al Mu‘tadid, quien le preguntó: ¿Quién eres? Contestó: Yo soy el almotacén. Al Mu‘tadid preguntó: ¿Y quién te ha nombrado en la Oficina del Almotacenazgo? Contestó: Es Quien nombró a usted como califa, oh emir de los creyentes. El califa se mantuvo en silencio un ratito, y luego preguntó: ¿Qué te ha motivado a hacerlo? Respondió: Yo estaba preocupado por usted y para alejarle del mal. El califa se mantuvo en silencio un ratito más, y luego dijo: ¿Por qué entonces dejaste una sola jarra y no la rompiste? Contestó: Yo las estallé por exaltación a Al-lâh (Glorificado Sea), así que no me importaba nadie hasta que llegué a esta jarra, y allí sentí orgullo por desafiar a un hombre como usted, es por eso que la dejé. Al Mu‘tadid le dijo: Vete, y te doy la autoridad para cambiar lo reprobable que desees cambiar. An-Nûri le dijo entonces: Ahora no tengo ánimo para cambiar [Lo reprobable]. Así que Al Mu‘tadid preguntó: ¿Por qué? Dijo él: Porque yo estaba cambiando por causa de Al-lâh (Glorificado Sea), pero ahora voy a cambiar por causa de un policía. El califa le dijo: Pide lo que quieras. Contestó: Me gustaría salir de aquí sano y salvo. Por lo tanto, el califa le permitió salir y lo mandó a Basora, donde se quedó escondido para que nadie le pidiera intermediación ante Al Mu‘tadid. Y cuando el califa murió, An-Nûri regresó a Bagdad”[19].
Las herramientas más importantes que el almotacén posee, son: la crueldad y la amabilidad; de modo que él mismo elige lo que conviene a la situación, y no tiene que usar la amabilidad o la crueldad incorrectamente. Por eso, cuando el califa Al Ma’mûn vio a un almotacén tosco, le dijo: “Al-lâh (Glorificado Sea) Envió a quien es mejor que tú a quien es peor que yo; ya que Dijo a Mûsa (Moisés) y Hârûn (Aarón) [traducción del significado]: {Y habladle [a Faraón] cortésmente, para que así recapacite o tema a Al-lâh y se arrepienta. }[20][21].
En cuanto a los deberes y responsabilidades que se llevaban a cabo por el almotacén en la comunidad islámica; un investigador contemporáneo dijo: “Los municipios, en nuestro tiempo actual, pueden controlar los carniceros, panaderos y restaurantes, y quizá la Dirección General de Salud sea en colaboración con ellos. Sin embargo, no sabemos el impacto de los municipios en el control de los mercados comerciales en las aéreas de los textiles, los productos manufacturados y los diversos cultivos que se venden. Y en cuanto a los que trabajan por cuenta propia, tales como médicos, abogados, farmacéuticos, ingenieros y profesores; el municipio no tiene nada que ver con ellos. Por lo tanto, podemos decir con firmeza que las competencias del almotacén son mucho más amplias que las del intendente de la provincia o el jefe de municipio hoy en día”[22].
En la civilización islámica, el almotacén se interesó por todo lo que beneficia a los musulmanes. Muchos libros fueron escritos sobre este sentido. No obstante, lo que sorprende y demuestra el alto rango de la función del almotacén en nuestra civilización, es su interés por algunos detalles que quizá no llamen la atención de nadie. Diâ’ud-Dîn Ibn Al Ijuah (Falleció en el año 729 de la Hégira) mencionó una serie de directrices generales que deben ser aplicadas por el almotacén, y jamás alguien le adelantó en eso. Pues, hablando sobre la aplicación del almotacenazgo a los panaderos, dijo: “El almotacén debe ordenarles elevar la parte superior de los hornos, y hacer grandes aberturas en ella para liberar el humo, también barrer la cámara del horno de fuego después de la cocción, aparte de lavar y limpiar las artesas y ponerlas en esteras de paja; y cada una debe tener pilares que sostienen cada artesa. Asimismo, el panadero no debe amasar con los pies, ni con las rodillas ni con los codos; porque esto demuestra un desprecio a los alimentos, y debido a que quizá caigan gotas de sudor por debajo de sus axilas o cuerpo en las artesas, tampoco debe amasar a menos que use ropa con mangas estrechas y cubra el rostro; esto porque puede estornudar o hablar, de modo que un poco de saliva caiga de su boca en la masa. Debe atar su frente con una banda blanca para evitar que gotas de sudor caigan de él. Y debe afeitarse los brazos para evitar que los pelos caigan en la masa. Por fin, si amasa durante el día, debe estar en compañía de alguien más quien lleva en su mano un matamoscas para expulsar las moscas”[23].
El interés de la civilización islámica en reforzar el control sobre todas las profesiones, generó beneficios públicos desde una época muy temprana. Esto nos confirma que el objetivo de esta civilización, es proteger al ser humano y proporcionar todos los medios para su comodidad y felicidad. Y -lamentablemente- estas reglas muy estrictas de las que Ibn Al Ijuah mencionó , no están disponibles en muchos servicios públicos en nuestros países islámicos hoy en día; más bien, importamos las artes de la limpieza y “la etiqueta” de los europeos y occidentales, olvidando o ignorando que nuestra civilización islámica hizo hincapié sobre la necesidad de haber normas de salud para preservar la salud del musulmán, y eso a través de la presencia de supervisores (almotacenes) que aplican estas normas estrictamente. De hecho, el libro llamado “Ma‘âlim Al Qurbah Fi Talab Al Hisbah” se considera una enciclopedia de vigilancia muy importante a la que se debería hacer referencia; ya que es conveniente para muchos países y épocas.
La función del almotacén en Marruecos y Al-Ándalus, fue conocida desde una época muy temprana. Sin embargo, es digno de notar que el almotacén pedía el apoyo de los niños y niñas para ayudarle a detectar a los comerciantes fraudulentos. Así que enviaba a un niño o una niña (a un comerciante) para comprar de él, luego probaba el peso y si encontraba deficiencia en ello, se ponía seguro de que el comerciante lo hacía con el resto de los compradores también. Por lo tanto -se le castigaba duramente-, y si el comerciante repetía eso y no se arrepentía después de los golpes y la difamación en el mercado, se le expulsaba del país. Además, los almotacenes tenían sus propias reglas de almotacenazgo que se utilizaban entre ellos y las estudiaban así como se estudian los veredictos de Fiqh (Jurisprudencia islámica); ya que para ellos el almotacenazgo tiene que ver con todo lo comprado, y se subdivide en otras ramas más allá del alcance de este estudio”[24].
Como resultado de la alta posición que consiguieron los almotacenes en Al-Ándalus, su gran historiador y ‘Âlim (erudito) Lisânud-Dîn ibn Al Jatîb escribió una carta de felicitación al nuevo almotacén de Málaga, Muhammad ibn Qâsim Ash-Shudaid, felicitándole y advirtiéndole. Dijo: “Me dirijo a usted, oh almotacén, quien pertenece a la integridad y rectitud. Le felicito por el logro de sus deseos, y le advierto de la codicia del alma. Ahora todo está bajo su control, sus órdenes son obedecidas, los hipócritas le halagan, y castiga a los sospechosos sorpresivamente sin que se den cuenta, igual como les llegará la Hora. También empieza a nombrar a (la gente) y despedir a (otra) justamente. Guardar silencio (ante la injusticia) pudiendo cambiarla es como el viento destructor (que no lleva ningún bien). Seguramente habrá una trampa que se fijará y un grupo quien ayudará a gente de prestigio aunque sea opresora, pues entonces, si hace caso omiso, estará a salvo de ser depuesto, y al contrario, partirá de inmediato...”[25].
La función del almotacén en la época de los mamelucos, era de gran importancia. Pues, además de las tareas antes mencionadas, se le fue agregado la tarea de desactivar la discrepancia pública y eliminar los rumores que podrían causar confusión entre la ciudadanía. Pues, durante el reinado del sultán Barqûq, específicamente en el mes de Rayab del año 781 de la Hégira, un extraño incidente tuvo lugar; ya que “se divulgó entre la gente que una persona hablaba desde el interior de un muro, así que la gente fue seducida por la misma, y esto continuó durante [los meses de] Rayab y Sha‘bân, creyendo que el orador fuera un genio o un ángel, mientras que uno de ellos dijo: ‘¡Oh Señor, sálvanos! La pared está hablando’. Yamâlud-Dîn, el almotacén en aquel entonces, rastreó la historia hasta que descubrió la verdad. En primer lugar, se dirigió a la casa y escuchó el discurso que salía de la pared, y nombró a un soldado para inspeccionar el lugar. Así que interrogó al sirviente de la casa y lo golpeó, y luego ordenó destruirla, lo cual se llevó efectivamente a cabo. Después, la gente volvió y escuchó las conversaciones (de la pared) como siempre. Por lo tanto, llegó otra vez y ordenó a una persona hablar con el hablante (del muro), diciéndole: ‘Lo que estás haciendo es una tentación para la gente, así que ¿hasta cuándo continuará esto?’. Dijo: ‘Nada va a continuar después de este día’. A continuación, el almotacén se fue, pero más tarde fue informado de que (el discurso que salía de la pared) apareció de nuevo. Por lo tanto, se volvió seguro de que la historia estaba fabricada. Por consiguiente, continuó la búsqueda de la verdad hasta que la descubrió, la cual es: que había dos personas; uno llamado el Sheij Ruknud-Dîn Omar y el otro llamado Ahmad Al Faishi, quienes colaboraron para hacerlo. Ellos dictaban a la esposa de Ahmad Al Faishi lo que debía decir por detrás de la pared a través de una calabaza hueca para hacer un sonido diferente al de los seres humanos. Y cuando todo el asunto se aclaró para Barqûq, les sujetó con clavos tras golpear a los dos hombres con un látigo y golpear a la mujer en sus pies. Muchas personas se volvieron muy afectadas por esto, mientras que a Yamâlud-Dîn se le dio una recompensa por solucionar el caso”[26].
Esta historia o incidente puede ser interesante, pues la civilización islámica mantiene la moral pública, sobre todo si hay algo que pueda perjudicar las creencias religiosas. Mucha gente pensó que el que hablaba fuera de los genios o ángeles. Y para acabar con esta tentación, el almotacén se preocupó por poner fin a la misma. Y pudo detener a los que recibían dinero del pueblo para (permitirlo) escuchar el sonido. Por lo tanto, el asunto se convirtió en una grave tentación para la fe y para las creencias de las personas aparte de robar su dinero, mientras que no estaban al tanto del truco. Así que la tarea del almotacén consistía en eliminar este caos que se prolongó durante dos meses consecutivos.
Incluso en los tiempos de aflicciones, enfermedades y epidemias, el almotacén tenía una tarea muy importante. Al Maqrizi mencionó que El Cairo y las zonas rurales [en Egipto], fueron expuestos a una epidemia mortal en el año 822 de la Hégira. Así que “El almotacén llamó al pueblo a ayunar tres días hasta el jueves, para ir al desierto con el sultán e implorar a Al-lâh (Glorificado Sea) a fin de levantar la epidemia. Después, se repitió el llamado para que ayunaran a partir del día siguiente, por lo que el número de víctimas disminuyó”[27].
Otra tarea que el almotacén ejercía, era pasar por las calles y las carreteras en tiempos de guerra y movilización, llamando a la gente a salir con el sultán o con los príncipes a luchar contra el enemigo. Ibn Al ‘Adîm[28], en su libro llamado “Buguiat At-Talab”, habló sobre la movilización en la ciudad de Tarso[29]; así que de entre lo que contó sobre la función del almotacén en tales circunstancias, está lo siguiente: “El almotacén y sus hombres deambulan por todas las calles; y si es de día, les acompaña un gran número de niños quienes les ayudan a llamar a la movilización. Y quizá haya necesidad de movilizar a la gente, debido a la dificultad de la situación. Entonces hace un llamado a la gente del mercado y los insta unirse al ejército en marcha con el príncipe donde y como quiera...”[30].
Quizás la tarea del almotacén en estos momentos críticos, era una de las funciones más importantes en aquel tiempo. Ya que es sabido que el alistamiento militar en aquel tiempo, era opcional y bajo la voluntad de la gente, no obligatorio. Por lo tanto, instar a la gente ir a la guerra necesitaba a una persona con conocimiento de sus condiciones, hogares y mercados. Por lo que el almotacén combinó entre su función original y ser el heraldo oficial del Estado en tiempos de guerra, pidiendo a la gente salir para luchar contra su enemigo quien amenazó su seguridad y salvación.
Además, algunos almotacenes exageraban en la pena o imponían coimas a la gente; de modo que recibían dinero injustamente. Sin embargo, la institución gobernante no les permitía difundir la corrupción en la tierra. Y de los almotacenes más corruptos en El Cairo, estaba Muhammad ibn Sha‘bân Ash-Shams, quien oprimía a la ciudadanía y designó a personas con él para sacarle dinero injustamente a los pobres y a los comerciantes. Así que cuando el sultán mameluco Al Mu’aiad Sheij (desde el año 815 hasta el año 824 de la Hégira) fue informado del incidente, ordenó pegar a este almotacén más de trescientas veces con un palo –en su presencia y contemplación–, y lo depuso de la Oficina de almotacenazgo[31].
Lo extraño es que Europa adoptó el sistema de almotacenazgo de los musulmanes en la edad medieval, sobre todo en la época de las cruzadas. De modo que los cruzados europeos mantuvieron la función del almotacén en las ciudades que dominaron en el oriente árabe, y la llevaron a muchos de sus países europeos. Ya que fue mencionado en el libro llamado “An-Nudhum Al Qadâ’iah Libait Al Maqdis”, que fue compilado por los cruzados durante su ocupación de Jerusalén, que “el almotacén debe jurar que va a respetar las leyes, y que preservará los derechos del Rey. Quien asuma la función del almotacenazgo, debe ir a los mercados por la mañana para comprobar las carnicerías y los otros comercios de comida y bebida. Y también debe tener cuidado del fraude presentado por los vendedores en el mercado. Asimismo, debe asegurarse de que el pan esté siempre disponible en el mercado, y que el peso del mismo cumpla con el peso estándar establecido por el Consejo de Gobierno...”[32].
No hay duda de que el sistema de almotacenazgo en el Islam “es la cumbre de lo que un gobierno prudente puede pensar; para mantener la comodidad, la seguridad y el bienestar de las personas, haciéndoles evitar todas las causas de la ansiedad y la angustia. Aparte de proteger a la sociedad moral, espiritual y materialmente; una protección ilimitada, con excepción de lo que viola la seguridad o la decencia pública. Sin embargo, casi no encontramos ningún gobierno en cualquier Estado moderno contemporáneo que proporciona un método de protección como éste para los ciudadanos en el marco de una función en particular, tal como el almotacenazgo y el almotacén”[33].
Así era la institución judicial –con sus tareas ramificadas y otras funciones complementarias–, pues procuraba establecer la justicia y mantener la seguridad, la comodidad y el bienestar de la gente, de una manera sin precedentes en otra nación o civilización.
[1]Ibn Jaldûn, Al ‘Ibar Ua Diuân Al Mubtada’ Ua Al Jabar 1/225.
[2][Corán 3:104].
[3]Al Mâuardi: Al Ahkam As-Sultâniah, pág. 211, Ibn Jaldûn, Al ‘Ibar Ua Diuân Al Mubtada’ Ua Al Jabar 1/225 y ‘Abdul Mun‘im Mâyid, Târîj Al Hadârah Al Islâmiah Fi Al ‘Usûr Al Ustâ, pág. 57.
[4][Muslim (102)][Abu Dâûd (3452)][At-Tirmidhi (1315)][Ibn Mâyah (2224)] [Ahmad (7290)].
[5]Ibn ‘Abdul Bar, Al Istî‘âb 1/185.
[6]Ibídem 4/1863.
[7]Ibn Al Yauzi, Sîrat ‘Umar ibn Al Jattâb, pág. 41.
[8]Véase: Dhâfir Al Qâsimi, Nidhâm Al Hukm Fi Ash-Sharî‘ah Ua At-Târîj Al Islâmi 2/592.
[9]At-Tabari, Târîj Al Umam Ua Al Mulûk 2/578.
[10]As-Sal-lâbi, Ad-Daulah Al Umauiah 1/315.
[11]Véase: At-Tabari, Târîj Al Umam Ua Al Mulûk 4/480.
[12]Consulte: Ibn Abi Usaibi‘ah, ‘Uiûn Al Anbâ’ Fi Tabaqât Al Atibbâ’ 1/112.
[13]Nidhâmul Mulk, Siâsat Nâmih [Libro de Gobierno], pág. 80, 81.
[14]At-Tahâui, Mushkal Al Âzâr escrito (4209).
[15]Ibn Al Ijuah, Nihâiat Ar-Rutbah Fi Talab Al Hisbah, pág. 78.
[16] Muhammad ibn ‘Abdul Malik Al Hamadhâni, Takmilat Târîj At-Tabari, pág. 21
[17]Karr: Medida de capacidad para los áridos, equivalente a 720 Sa‘, y cada Sa‘ equivale aproximadamente 2172 gramos.
[18] Muhammad ibn ‘Abdul Malik Al Hamadhâni, Takmilat Târîj At-Tabari, pág. 21
[19] Ibn Kazîr, Al Bidâiah Ua An-Nihâiah 11/89.
[20] [Corán 20: 44].
[21]An-Nuairi, Nihâiat Al Arb Fi Funûn Al Adab 6/50.
[22]Al ‘Aylâni, ‘Abqariat Al Islâm Fi Usûl Al Hukm, pág. 343, Transmitido de Qasi Al Husain, Min Ma‘âlim Al Hadârah Al ‘Arabiah Al islâmiah, pág. 194.
[23]Ibn Al Ijuah, Ma‘âlim Al Qurbah Fi Talab Al Hisbah, pág. 150
[24]Al Muqri, Nafh At-Taib 1/219.
[25]Ibn Al Jatîb, Al Ihâtah Fi Ajbâr Girnâtah 1/413.
[26]Ibn Hayar Al ‘Asqalâni, Inbâ’ Al Gumr Bi’abnâ’ Al ‘Umr Fi At-Târîj 1/309, 310.
[27]Al Maqrîzi, As-Sulûk 6/495, 496.
[28]Ibn Al ‘Adîm: Es Omar ibn Ahmad ibn Hibatul-lâh ibn Abi Yarâdah Al ‘Uqaili (588-660 de la Hégira / 1192-1262 d. C.). Nació en Alepo y viajó a Damasco, Palestina, Hiyaz e Iraq. Falleció en El Cairo. De sus libros: “Buguiat At-Talab Fi Târîj Halab” . Véase: Az-Zirkali, Al A‘lâm 5/40.
[29]Tarso: Es una ciudad ubicada en las fronteras de Sham entre Antioquía, Alepo y las tierras bizantinas. Véase: Yâqût Al Hamui, Mu‘yam Al Buldân 4/28.
[30]Ibn Al ‘Adîm, Buguiat At-Talab Fi Târîj Halab 1/84.
[31]Al ‘Asqalâni, Inbâ’ Al Gamr 7/110.
[32]Niqûla Ziâdah: Al Hisbah Ua Al Muhtasib pág. 39-41, y Dhâfir Al Qâsimi, Nidhâm Al Hukm Fi Ash-Sharî‘ah Ua At-Târîj Al Islâmi 2/612, 613.
[33]Mustafa Ash-Shak‘ah, Ma‘âlim Al Hadârah Al Islâmiah, pág. 84
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