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La jurisdicción se considera una de las funciones más importantes subordinadas al califato, y es uno de los rangos más altos en el Islam.
La jurisdicción se considera una de las funciones más importantes subordinadas al califato, y es uno de los rangos más altos en el Islam. Su misión es “juzgar entre la gente en los desacuerdos para resolver definitivamente los conflictos, a través de los veredictos de la Sharî‘ah (Ley islámica) recibidos del Corán y la Sunna”[1].
La Sunna avisó de la necesidad de aplicar la Ley Divina en las diferentes causas, sin diferencia entre el mayor y el menor, ni el gobernador y el súbdito. Por consiguiente, el Islam inculcó a los jueces la necesidad de tener la absoluta certeza de la vigilancia constante de Al-lâh en todos los hechos y dichos; ya que alejarse de la verdad en las sentencias judiciales, es un crimen contra los adversarios y apartamiento del método recto de Al-lâh. Por eso, el Islam advierte a todo quien asuma la jurisdicción de desviarse de la verdad o alejarse de lo correcto. El Profeta (sal-lal-lâh ‘alaihi wa sal-lam) dijo: “Hay tres tipos de jueces: dos estarán en el Infierno y uno en el Paraíso. El primero es un juez que juzga sin la verdad sabiéndolo, y éste estará en el Infierno; y el segundo no tiene conocimiento de modo que hace perder los derechos de la gente, por lo tanto estará también en el Infierno, y el tercero juzga mediante la verdad, y éste estará en el Paraíso”[2].
Sin duda, depender del Corán y la Sunna en las sentencias judiciales garantiza la precisión de los veredictos y no seguir las pasiones humanas; y al mismo tiempo, garantiza la unificación del veredicto en todos los lados del Estado islámico, aparte de su continuidad a lo largo de las épocas sucesivas.
A pesar de que el veredicto en las causas (juridiciales) deriva del Corán y la Sunna, el juez tiene el derecho de aplicar el Iytihâd (razonamiento personal) en los asuntos que no tienen un texto preciso del Corán, la Sunna, el Qiâs (analogía) o el consenso (de los eruditos). Pues, entonces, el juez se esfuerza elaborando su propia opinión y tendrá recompensa por eso; ya que ‘Amr ibn Al ‘Âs (que Al-lâh Esté compalcido con él) escuchó al Mensajero (sal-lal-lâh ‘alaihi wa sal-lam) decir: “Si el juez decreta un veredicto haciendo Iytihâd y acierta, tendrá dos recompensas. En cambio, si decreta un veredicto haciendo Iytihâd y se equivoca, tendrá una sola (recompensa)”[3]. Teniendo en cuenta que las dos recompensas (citadas) aquí, son una por esforzarse para saber la verdad y otra por llegar a la misma y acertar. Al contrario, si (el juez) se equivoca, tendrá una sola; la cual es la recompensa por hacer Iytihâd intentando llegar a la verdad. Es digno de notar que no incurrirá en falta si se equivoca con tal de que su intención sea saber la verdad, y eso si pertenece a la gente digna de hacer Iytihâd y posee la competencia necesaria.
Al juzgar entre dos adversarios, es necesario aplicar la suma justicia. Con respecto a esto, el Profeta (sal-lal-lâh ‘alaihi wa sal-lam) dijo recomendando a ‘Ali (que Al-lâh Esté compalcido con él): “Si dos hombres recurren a ti para que juzgues entre ellos, entonces no decretes tu veredicto a favor del primero hasta escuchar al otro; pues, entonces, sabrás cómo juzgar”[4]. Además, el juez no debe decretar sentencias en estado de ira; aplicando el dicho del Mensajero (sal-lal-lâh ‘alaihi wa sal-lam): “(El juez) No debe juzgar entre dos (personas) mientras está enfadado”[5].
Para que la justicia siguiera su camino, el juez cobraba un gran salario, y se le impedía aceptar regalos[6]. El Mensajero (sal-lal-lâh ‘alaihi wa sal-lam) dijo: “Aquel a quien designamos para un trabajo y le prescribimos un determinado sueldo, si toma algo fuera de eso, se considera botín robado”[7].
A veces, para juzgar entre los adversarios era necesario verificar el motivo de su disputa. Eso dependía de la estimación del juez, quien a veces se iba solo y juzgaba según lo que le aparecía como resultado de la verificación. Esto es lo que hizo al Profeta (sal-lal-lâh ‘alaihi wa sal-lam) ir rápidamente para resolver una controversia entre los Muhâyirûn (los emigrantes de La Meca) y los Ansâr (los auxiliadores de Medina), sin esperar a que fueran ellos a consultarle; debido a la dificultad de la situación y su delicadez. Yâbir ibn ‘Abdul-lâh (que Al-lâh Esté compalcido con él) narró: Mientras estábamos en una Gazuah (Batalla), un hombre de los Muhâyirûn golpeó por detrás a uno de los Ansâr, por lo que este último exclamó: ‘¡Oh Ansâr!’, y el otro dijo: ‘¡Oh Muhâyirûn!’. El Mensajero (sal-lal-lâh ‘alaihi wa sal-lam) lo escuchó, así que preguntó: “¿Qué es esto?”. Ellos le contaron lo sucedido, por lo tanto, él dijo: “Dejadlo, pues es un llamado podrido de la Yâhilîah [refiriéndose al hecho de que cada uno de los adversarios en el periodo pre-islámico dominado por la ignorancia solía pedir el socorro de su clan]”[8].
Similar a eso es lo que citó Al Kindi por narración de Muhammad ibn Ramh, quien dijo: “Un vecino mío y yo tuvimos un desacuerdo sobre un jardín, así que mi madre me dijo: Recurre al juez Al Mufaddal ibn Fudâlah (encargado desde el año 174 hasta 177 de la Hégira); y pídele que venga a ver ese jardín. Por consiguiente, fui a él y lo informé al respecto. Entonces él dijo: ‘Espérame, te visitaré después del ‘Asr (Oración de la Tarde) para juzgar’. Así que vino, entró en nuestra casa y lo miró. Luego, entró en la casa de nuestro vecino y lo miró también, por lo que dijo: ‘Es de vuestro vecino’. Y después, se marchó”[9].
Además, era un derecho del juez consultar cuando quiera; pues, el Imam ‘Ali (que Al-lâh Esté compalcido con él) juzgó en un caso extraño, y cuando aparecieron nuevas pruebas y confesiones interesantes que cambiaron el curso del caso, él consultó a su hijo Al Hasan. Esto indica que le está permitido al juez hacer lo mismo. Este caso extraño fue narrado por el Imam Ibn Al Qaiem en su libro “At-Turuq Al Hukmiah”. Pues, contó que, un día, un hombre fue traído a ‘Ali (que Al-lâh Esté compalcido con él) –quien era en aquel entonces el emir de los creyentes- y este hombre “se lo había encontrado en unas ruinas con un cuchillo sucio de sangre en su mano, teniendo delante de sí un asesinado agonizante dando vueltas en su sangre. Cuando se le preguntó sobre ello, él dijo: ‘Lo he matado yo’. Acto seguido, ‘Ali (que Al-lâh Esté compalcido con él) exclamó: ‘Llevadlo y matadlo’. Sin embargo, mientras lo llevaban, llegó un hombre de prisa y dijo: ‘¡Oh gente, esperad! Devolvedlo a ‘Ali’. De hecho, ellos lo devolvieron, por lo que el hombre dijo: ‘¡Oh Emir de los Creyentes! Éste no es su asesino, soy yo quien lo mató’. Entonces ‘Ali (que Al-lâh Esté compalcido con él) preguntó al primero: ‘¿Por qué dijiste que lo habías matado tú mientras que no es correcto?’. Contestó: ‘¡Oh emir de los creyentes!, ¿qué podía hacer? Pues, las patrullas llegaron mientras el hombre daba vueltas en su sangre y yo estaba parado ahí, llevando un cuchillo en mi mano con huellas de sangre y fui capturado en unas ruinas. Así, temí que no se me creyera, y que tuviera lugar Qasamah[10]. Por lo tanto, confesé algo que no había cometido, buscando la complacencia de Al-lâh’. Ali (que Al-lâh Esté compalcido con él) exclamó: ‘¡Has hecho mal! ¿Y qué es lo que ocurrió realmente?’. Respondió: ‘Yo soy carnicero. Al final de la noche, salí a mi tienda, tomé una vaca, la degollé y desollé. Y mientras lo estaba haciendo llevando el cuchillo en mi mano, sentí la necesidad de orinar; por tanto, fui a unas ruinas que estaban a mi lado, entré ahí e hice mis necesidades. Luego, mientras estaba saliendo para volver a mi tienda, vi a ese hombre matado dando vueltas en su sangre. Me aterroricé y me puse atónito mirándole con el cuchillo en mi mano. Y permanecí así hasta ver a tus guardias que me cogieron. Entonces la gente dijo: Este mató a este, no tiene otro asesino fuera de él. En aquel momento, tuve certeza de que no ibas a creer mis palabras y desmentirlas, así que confesé algo que no hice’. Acto seguido, ‘Ali (que Al-lâh Esté compalcido con él) preguntó al segundo hombre confesante: ‘¿Y cuál es tu historia?’. Contestó: ‘Iblis (Satanás) me sedujo, por lo que maté al hombre deseando su dinero. Luego, oí a la patrulla, así que salí de las ruinas y encontré a este carnicero en el estado que él describió. Entonces, me escondí de él con algunas ruinas hasta que los guardias vinieron, lo capturaron y lo llevaron a ti. No obstante, cuando ordenaste matarlo, supe que sería culpable por su sangre también, así que confesé la verdad’. ‘Ali entonces preguntó a (su hijo) Al Hasan (que Al-lâh Esté compalcido con ellos): ‘¿Cuál es el veredicto al respecto?’. Dijo: ‘¡Oh Emir de los Creyentes!, si él mató a un alma, también dio vida a otra; pues Al-lâh (Glorificado Sea) Dice [traducción del significado]: “Y quien salva una vida es como si salvase a toda la humanidad.”[11]. Por consiguiente, ‘Ali (que Al-lâh Esté compalcido con él) los dejó libres a ambos, y sacó el Diah [precio de sangre] del muerto de Baitul Mal [Tesoro público]”. Ibn Al Qaiem comentó este relato diciendo: “Si ocurre reconciliación con el consentimiento de los tutores, entonces no hay ninguna inconveniencia, mientras que si ocurre sin su aprobación, entonces lo reconocido según las opiniones de los alfaquíes es: que el talión no se anula con eso; porque el culpable admitió lo que implica aplicarlo, y no hay nada que lo anule, por lo que se deberá cumplirlo”[12].
Por otra parte, el organismo de jurisdicción disfrutó de prestigio y rango elevado entre la gente, pues de las etiquetas generales que los jueces poseían es el hecho de que la gente guardaba silencio en la corte del juez; por respeto a él y estimación a su posición. En la biografía de Ibn Zakuân en el libro llamado “Târîj Qudat Al Andalus”, se citó que “era de corte venerable y de presencia majestuosa; nunca he visto ningún consejo de un juez más respetable que el suyo. Además, cuando se sentaba para juzgar en su corte, estando ésta llena de gente, ninguno de ellos hablaba, y nadie pronunciaba ni una palabra excepto él y los dos adversarios presentes ante él, y la gente hablaba entre sí únicamente mediante signos y gestos, hasta que el juez se levantaba. Así, su reputación al respecto se volvió sorprendente”[13].
Dada la importancia de la posición del poder judicial en la sociedad islámica, los sensatos, sabios y mayores de la Ummah (comunidad musulmana) daban a los jueces consejos generales que les garantizaban la justicia en sus sociedades. Por ejemplo, el Emir de los Creyentes Omar ibn Al Jattâb (que Al-lâh Esté compalcido con ellos) aconsejó a Abu Mûsa Al Ash‘ari (que Al-lâh Esté compalcido con ellos) cuando le encargó la jurisdicción de Kufa diciéndole, entre otros consejos que fueron mencionados en el mensaje:
La jurisdicción es una obligación fija y una práctica seguida, así que comprende cuando se recurra a ti; puesto que no es válido hablar sobre la justicia sin ejecutarla. Y equipara a la gente en cuanto a los gestos de tu cara, la justicia y la posición en tu consejo; para que ningún noble aspire a tu injusticia y ningún débil se desespere de tu justicia. El reclamante debe ofrecer una prueba, y el negador debe hacer un juramento, y la reconciliación está permitida entre los musulmanes, salvo que permita algo ilícito o prohíba algo lícito. Además, si un día decretas un veredicto y al siguiente día meditas en él y cambias tu opinión, no dudes en volver a la verdad; ya que la verdad es eterna y restituirla es mejor que persistir en la falsedad. Debes entender lo que te causa confusión y no está en el Corán ni en la Sunna, luego busca los casos semejantes y aplica la analogía[14].
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[1] Ibn Jaldûn, Al ‘Ibar Ua Diuân Al Mubtada’ Ua Al Jabar 1/220.
[2] [At-Tirmidhi (1322)] [Abu Dâûd (3573)] [Ibn Mâyah (2315)] [Al Albâni: Sahîh (auténtico), véase: Sahîh Al Yâmi‘ (4447)].
[3] [Al Bujâri (6919)] [Muslim (15)].
[4] [At-Tirmidhi (1331): Sahîh (auténtico)] [Ahmad (1210)] [Al Albâni: Hasan, véase: Sahîh Al Yâmi‘ (435)].
[5] Al Bujâri (6739)] [Muslim (16)].
[6] Consulte: ‘Abdul Mun‘im Mâyid, Târîj Al Hadârah Al Islâmîah Fi Al ‘Usûr Al Ûstâ, pág. 53.
[7] [Abu Dâûd (2943)] [Ibn Juzaimah (2369)] [Al Hâkim (1472): Sahîh] [Al Albâni: Sahîh (auténtico), véase: Sahîh Al Yâmi‘ (6023)].
[8] [Al Bujâri (4624)] [Muslim (2584)].
[9] Al Kindi, Al Ûlâh Ua Al Qudah, pág. 378 y Dhâfir Al Qâsimi, Nidhâm Al Hukm Fi Ash-Sharî‘ah Ua At-Târîj Al Islâmi 2/515.
[10] Qasamah: consiste en que cincuenta personas de los familiares del muerto juren merecer un Diah [Compensación que se paga a la familia del difunto] por la sangre de su pariente, esto si lo encuentran matado entre alguna gente sin saber quién es su asesino. Sin embargo, si no son cincuenta, entonces los presentes juran cincuenta veces, a condición de que no haya entre ellos ningún niño, ni mujer, ni loco ni esclavo, o los acusados cumplen tal juramento para negar la acusación de matanza dirigida a ellos; de modo que si los demandantes juran, merecerán el Diah mientras que si juran los acusados, entones no estarán obligados a pagarles el Diah.
[11] [Corán 5:32].
[12] Ibn Al Qaiem, At-Turuq Al Hukmiah 1/82-84.
[13] An-Nabâhi, Târîj Qudat Al Andalus (Historia de los jueces de Al-Ándalus), pág. 84.
[14] Ibn Jaldûn, Al ‘Ibar Ua Diuân Al Mubtada’ Ua Al Jabar 1/221.
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