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En los últimos años de su vida, el Profeta (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) concluyó unos pactos con los cristianos; entre ellos, se destaca su pacto con los cristianos de Naÿrân, quienes enviaron una delegación al Mensajero de Al-lâh (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa
En los últimos años de su vida, el Profeta (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) concluyó unos pactos con los cristianos; entre ellos, se destaca su pacto con los cristianos de Naÿrân, quienes enviaron una delegación al Mensajero de Al-lâh (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam), compuesta de catorce hombres[1]. El líder de tal delegación, era un hombre llamado Al ‘Âqib, y también había otro hombre que se encargaba de dirigir el viaje, al cual se llamaban As·Sayyed. Y había un tercer hombre que era responsable de los asuntos religiosos, quien era el sabio y obispo de la delegación de viaje, y se llamaba Abû Al Hâriz. Así que estos tres estaban a la cabeza de la delegación, y eran quienes se encargaban de la negociación[2].
La delegación tenía el aspecto de una organización, y estaba adornada de forma exagerada; ya que vestían ropa de seda y llevaban anillos de oro. Y era obvio que la delegación no tenía la intención de abrazar el Islam, sino que fueron para disputar con el Mensajero de Al-lâh; (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) por un lado, y para deslumbrar tanto a él como a los musulmanes por otro; por lo tanto, el Profeta (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) le ofreció abrazar el Islam, pero ellos lo rechazaron, diciendo: “¡Éramos musulmanes antes que vosotros!”. Entonces él les dijo: “Tres cosas os impiden abrazar el Islam: adorar la cruz, comer cerdo y sostener que Al-lâh tenga un hijo”[3].
Así pues, habéis tergiversado estas tres cosas en el Evangelio, y por ello no os sometéis al Señor de los mundos (abrazando el Islam); de modo que no es válido que os llaméis a vosotros mismos: “musulmanes” antes de abandonar esta creencia falsa.
Por lo tanto, la disputa se hizo fuerte entre el Mensajero de Al-lâh (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) y ellos, así que aumentaron las alegaciones maliciosas y las respuestas a ellas, y de lo que dijeron: “¿Por qué insultas a nuestro compañero –se refieren a ‘Isâ (Jesús)- y dices que es un siervo de Al-lâh?” Contestó: “Sí, es el siervo de Al-lâh y su mensajero, y su palabra fue depositada en la virgen Maryam María, ”[4].
Esto no es absolutamente un desprecio a ‘Isâ (que la Paz sea con él), sino que la servidumbre a Al-lâh es un honor, y él es un mensajero dotado de resolución, y una palabra depositada (por Al-lâh) en Maryam (que la Paz sea con ella), a quien también honoramos y glorificamos, y negamos cualquier alegación maliciosa sobre ella, así que decimos: es Maryam la virgen.
No obstante, la delegación de Naÿrân no renunció a dicha creencia; por tanto, se enfadaron por describir a ‘Isâ (que la Paz sea con él) como hombre y siervo, diciendo: “¿Acaso has visto a otro hombre sin padre? Si eres sincero, muéstranos uno”. Entonces, el Mensajero (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) contestó: “No tengo nadie ahora, así que quedaos hasta que os informe sobre lo que se dice de ‘Isâ[5]”.
Al día siguiente, Al-lâh reveló estas Aleyas: “Verdaderamente Isa, ante Al-lâh, es como Adam. Lo creó de tierra y luego le dijo: ¡Sé! Y fue. (Esto es) la verdad procedente de tu Señor, no seas de los que dudan. Y a quien, después del conocimiento que te ha venido, te discuta sobre él, dile: Venid, llamemos a nuestros hijos y a los vuestros, a nuestras mujeres y a las vuestras y llamémonos a nosotros todos y luego pidamos y hagamos que la maldición de Al-lâh caiga sobre los mentirosos.”[6].
Sin embargo, estas palabras convincentes no gustaron a los cristianos, y la disputa llegó a un punto oscuro (cerrado); acto seguido, el Mensajero de Al-lâh (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) los llamó a hacer Mubâhala (invocación de la maldición mutua si tal cosa ocurre), pero ellos se negaron por saber que era un profeta enviado –como hemos señalado anteriormente- así que les estipuló pagar la Ÿizya (impuesto personal de los no musulmanes en el estado musulmán), después de aguantar su arrogancia y aversión; aunque ellos fueron quienes se dirigieron a él para reconciliarse, y no tenían poder alguno, de modo que si el Mensajero de Al-lâh (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) hubiera querido luchar en contra de ellos, les habría enviado un ejército enorme, pero él deseaba poner las reglas de la paz entre los musulmanes y las demás naciones, tanto cercanas como lejanas.
Por consiguiente, él (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) escribió un mensaje a la gente de Naÿrân[7], donde dijo: “En el nombre de Al-lâh, Clemente, Misericordioso. De Muhammad el Profeta al obispo Abû Al Hâriz, a los obispos de Naÿrân, a sus sacerdotes y rabinos y a todos los que están bajo sus manos, sea poco o mucho, tienen la protección de Al-lâh y su Mensajero. No se cambia ninguno de sus obispos, ninguno de sus rabinos, ninguno de sus sacerdotes, tampoco se cambia ninguno de sus derechos ni poder y similares, y la protección de Al-lâh y su Mensajero los acompañará para siempre si reforman y aconsejan sin sufrir injusticia o ser injustos”[8].
Y en esta época de tolerancia y justicia, la delegación de Naÿrân pidió al Profeta (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) enviar con ellos a un hombre honesto para tomar de ellos la Ÿizya, por lo que él dijo: “Enviaré con vosotros a un hombre muy honesto”. Los Compañeros aspiraron a tal posición, así que él dijo: “Levántate, oh Abû ‘Ubâda Ibn Al Ÿarrâh”. Y cuando éste se levantó, dijo: “Este es el (hombre) honesto de esta nación”[9]. Esto indica que el Profeta (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) puso el compromiso en ejecución, y que no escribía los pactos para luego violarlos, al contrario de muchas de las naciones fuertes no musulmanas. Ese compromiso siguió existente, y nadie lo violó, de modo que quedaron buenas relaciones entre la gente de Naÿrân y Medina hasta la muerte del Profeta (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam).
También el Mensajero de Al-lâh (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) realizó un pacto con los cristianos de Ÿarbâ’ y Adruh[10], así que fue mencionado en su mensaje a ellos: “Este es un mensaje de parte de Mohammad el Profeta a la gente de Adruh; ellos gozan de la seguridad (y protección) de Al-lâh y Mohammad, y tienen que pagar cien dinares en cada (mes de) Raÿab con satisfacción, y Al-lâh les garantiza el consejo y la benevolencia de los musulmanes”[11].
Aquí, el Mensajero de Al-lâh (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) soportó grandes responsabilidades en cuanto a proveer la seguridad a las tribus débiles, de pequeño número y de poca habilidad con respecto a los musulmanes, a cambio de una suma insignificante; y eso a fin de asegurar la paz con cada uno de aquellos que rodeaban a los musulmanes.
Mientras que su compromiso con los cristianos de Ayla; tuvo lugar después de perdonar y tratar generosamente a los cristianos de Dumat Al-Jandal; ya que Yuhanna Ibn Ru’ba, rey y gobernador de Ayla[12] y sus alrededores –quien era cristiano- fue al Mensajero de Al-lâh (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) mientras estaba en Tabuk, y eso es lo que narró Ÿâbir (que Al-lâh Esté complacido con él), pues dijo: “Un día, vi a Yuhanna Ibn Ru’ba dirigirse al Profeta (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) llevando una cruz de oro sobre su pecho, y cuando vio al Profeta (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam)la escondió y bajó su cabeza con sumisión, poniendo su mano sobre su pecho. Entonces el Profeta (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) le dijo: “Alza tu cabeza”, hizo las paces con él y le dio un vestido de Yemen[13]”. Tal vez la buena acogida del Profeta (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) a Yuhanna, afirme su deseo de establecer la paz y la reconciliación de una forma que guarda la dignidad del otro; pues, el hombre fue llevando una cruz, sin embargo, el Mensajero (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) no lo reprendió, para que supiera –también- que la reconciliación con los musulmanes fuertes y triunfadores contra los romanos, no es una humillación, sino un compromiso sincero con un pueblo leal que respeta al prójimo.
El texto de la reconciliación es el siguiente: “En el nombre de Al-lâh, Clemente, Misericordioso. Este es un mensaj de Al-lâh, y Muhammad el Profeta, Mensajero de Al-lâh, a Yuhanna Ibn Ru’ba y la gente de Ayla. Sus barcos y sus coches, en la tierra firme y el mar, tienen la protección de Al-lâh y de Muhammad el Profeta, así como quien está con ellos de la gente de Sham, Yemen y la gente del mar. Quién de ellos innova algo, su dinero no le protegerá a sí mismo, y será bueno y lícito para quien lo tome. Además, no les está permitido prohibir el agua o un camino que quieran tomar por mar o tierra…”[14].
Se observa aquí, que el Mensajero de Al-lâh (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) dio seguridad a sus barcos y coches tanto en la tierra firme como en el mar, y sin duda, el Mensajero de Al-lâh (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) y los musulmanes son los mejores que cumplen con su compromiso. Es sabido que Ayla está ubicada en la costa del mar Rojo, lo que implica que sus habitantes, o una parte de ellos por lo menos, trabajan en la pesca. Sin embargo, los musulmanes, hasta ese momento, no habían utilizado el mar sino para emigrar a Abisinia; de modo que el mar era desconocido para ellos, y no eran capaces de navegar en él; esto significa que el Profeta (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) asumió tanto para sí mismo como para los musulmanes una carga peligrosa y pesada, o sea, proteger la gente de Ayla en el mar. Y esto implicaba que el Mensajero de Al-lâh (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) se preparara para construir una flota marítima y ponerla a disposición para cuando ocurriera un ataque a la gente de Ayla; algo que incluye mucho esfuerzo, gastos y riesgo. No obstante, el Mensajero de Al-lâh (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) soportó todo esto con el fin de que los musulmanes y quienes los rodeaban vivieran en paz y seguridad.
También observamos que el Profeta (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) se encargó de permitirles llevar toda el agua que estaban acostumbrados a llevar, y esto no implicaba solamente no impedir a los musulmanes obstaculizarlos, sino también luchar contra cualquier otro enemigo que intentara impedirles llegar a las fuentes de agua; lo que es un esfuerzo enorme y una carga importante que el Mensajero de Al-lâh (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) y los musulmanes soportaron para establecer la paz en dicha región con una gente que no creía en el Islam ni en su Profeta (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam).
Así se extendió el espíritu de amor, estima y honor por parte del Profeta (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) hacia los demás, y esta es la característica más destacada con la cual se caracterizaron sus pactos con los cristianos.
[1] Ibn Sa‘d: At·Tabaqât Al Kubrâ 1/357 e Ibn Hishâm: As·sira An·nabawiyya 3/112.
[2] Ibn Kazîr: As·sira An·nabawiyya 4/106, 107, As-Suhaylî: Ar-Rawdh Al Anif 5/5 e Ibn Sayyed An·Nâs: ‘Uyûn Al Azar 1/289.
[3] Ibn Hishâm: As·sira An·nabawiyya 3/114 e Ibn Sayyed An·Nâs: ‘Uyûn Al Azar 1/348.
[4] At·Tabarî: Ÿâmi‘ Al Bayân ‘An Ta’wîl Âî Al Qur’ân 3/293 y Ÿalâlud·Dîn As·Suyutî: Ad·Dur Al Manzûr 2/228.
[5] Ibn Al Qayyem: Zâd Al Mi‘âd 3/549.
[6] [Sura Âle-‘Imrân (La Familia de ‘Imrân) 3: Aleya 59-61].
[7] Fue mencionado con varias narraciones, y esta es una de ellas.
[8] Ibn Kazîr: As·sira An·nabawiyya 4/106 y Al Bidâya Wa An·nihâya 5/55, e Ibn Al Qayyem: Zâd Al Mi‘âd 3/549.
[9] [Al Bujârî (3744)] [Muslim (2419)]
[10] Ÿarbâ’ y Adruh: son dos lugares situados en Amán, Al Balqa’, en la tierra de Sham, cerca de la montaña de Sarat por el lado de Hiyaz. Véase: Yâqût Al Hamawî: Mu‘ÿam Al Buldân 1/129, 2/118.
[11] Ibn Sa‘d: At·Tabaqât Al Kubrâ 1/290 e Ibn Kazîr: As·sira An·nabawiyya 4/30.
[12] Ayla: es la aldea egipcia de Ummu Ar·rashrâsh situada en la cosa del mar Rojo, ocupada por los judíos, quienes la llamaron: Eilat.
[13] Al Bayhaqî: As·sunan Al Kubrâ 9/185 y As·Sâlihî Ash·Shâmî: Subul Al Hudâ Wa Ar·Rashâd 5/460.
[14] Ibn Hishâm: As·sira An·nabawiyya 2/525,526, Ibn Sayyed An·Nâs: ‘Uyûn Al Azar 2/258 e Ibn Al Qayyem: Zâd Al Mi‘âd 3/466.
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