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Fue un famoso orientalista británico que comenzó su carrera científica en la Universidad de Cambridge, donde aprendió árabe, a causa de su amor por este idioma
Fue un famoso orientalista británico que comenzó su carrera científica en la Universidad de Cambridge, donde aprendió árabe, a causa de su amor por este idioma. Luego se trasladó para trabajar como investigador en la Universidad de Aligarh en la India; y pasó diez años allí, durante los cuales escribió su famoso libro The Preaching of Islam [La Predicación del Islam.] Fue profesor de filosofía en la Universidad de Lahore, antes de regresar a Londres en 1904, para doble actuar como Asistente Bibliotecario en la Oficina de la India y profesor a tiempo parcial en la Universidad de Londres. Fue miembro del consejo editorial de la primera edición de la Enciclopedia Islámica publicada en Leiden, Holanda. Fue profesor visitante en la Universidad Egipcia en 1930. Cabe mencionar que fue maestro del pensador indio islámico, Muhammad Iqbâl.
The Spread of Islam in the World: A History of Peaceful Preaching [La difusión del Islam en el mundo. Historia de una predicación pacífica]
Incluso los templos de fuego
“E incluso leemos de un general Mahometano (durante el reinado de al-Mu‘tasim, D.C. 833-842) que ordenó que un imam y un muecín sean azotados por destruir un templo de fuego en Sughd y construir una mezquita en su lugar. En el siglo X, tres siglos después de la conquista del país, los templos de fuego todavía eran encontrados en ‘Iraq, Fars, Kermán, Sijistan, Jurasán, Montes de Azerbaiyán y Arran (es decir, en casi cada provincia de Persia). En la misma provincia de Fars, casi no había ciudades o distritos en los que no se encontraran templos de fuego y magos. Ash-Shahrastânî también (escribiendo en el siglo XII) mencionó un templo de fuego en Isfiniya, en las cercanías de la propia ciudad de Bagdad”[1].
Nunca buscaron la ayuda del poder
“Ante tales hechos, es ciertamente imposible atribuir enteramente el decaimiento del zoroastrismo a las violentas conversiones hechas por los conquistadores musulmanes”[2].
Entusiasmo y tolerancia
“Uzbeg Kan[3], líder de la Horda de oro de 1313 a 1340 y que se distinguió por su celo proselitista... se dice que diseñó la propagación de la fe islámica en toda Rusia... Por otra parte, es evidente que, a pesar de su celo por la difusión de su propia fe, Uzbeg Kan fue muy tolerante hacia sus súbditos cristianos, a quienes se les dejó practicar su religión en paz e incluso se les permitió proseguir su labor misionera en su territorio”[4].
Un documento
“Uno de los documentos más notables de la tolerancia Mahometana es la carta que Uzbeg Kan cedió al obispo metropolitano Pedro (Peter) en 1313: “¡Por la voluntad, poder, grandeza y misericordia del Altísimo! Desde Uzbeg a todos nuestros príncipes, grandes y pequeños, etc., etc.… No dejen que nadie insulte a la iglesia metropolitana, de la cual Pedro es el líder, ni a sus empleados o eclesiásticos. No dejen que nadie se apodere de sus propiedades, bienes o personas y que nadie se inmiscuya en los asuntos de la iglesia metropolitana, ya que son divinos. Quien se inmiscuya en ellos y transgreda nuestro edicto será culpable ante Dios y sentirá Su ira y será castigado con la muerte por nosotros. Dejen que el obispo metropolitano more en el sendero de la seguridad y el regocijo. Con un corazón justo y honrado, dejen que él (o su delegado) decidan y regulen todos los asuntos eclesiásticos. Declaramos solemnemente que ni nosotros ni nuestros hijos, los príncipes de nuestro reino o gobernadores de nuestras provincias interferiremos de cualquier forma en los asuntos de la Iglesia y el obispo metropolitano o en sus ciudades, distritos, pueblos, caza y pesca, colmenares, tierras, prados, bosques, lugares bajo sus administradores, viñedos, molinos, cuarteles de invierno para ganado o cualquiera de las propiedades y bienes de la Iglesia. Dejen que la mente del metropolitano esté siempre en paz y libre de problemas. Con el corazón recto, dejemos que rece a Dios por nosotros, nuestros hijos y nuestra nación. Quien ponga sus manos sobre cualquier cosa sagrada, será considerado culpable, incurrirá en la ira de Dios y la pena de muerte, para que otros puedan sentirse consternados por su destino. Cuando el tributo u otras contribuciones, como los derechos de aduana, impuestos de arado o peajes se recauden o cuando queramos reclutar tropas entre nuestros súbditos, que nada sea exigido de las iglesias catedrales bajo el liderazgo del obispo metropolitano Pedro o de cualquiera de su clero:... cualquier cosa que sea exigida del clero se devolverá triplicada... Se respetarán sus leyes, iglesias, monasterios y capillas. Quien condene o culpe a esta religión no se excusará bajo cualquier pretexto, pero será castigado con la muerte. Los hermanos e hijos de los sacerdotes y diáconos, viviendo en la misma mesa y en la misma casa, gozarán de los mismos privilegios”[5].
India: mensajes en lugar de espadas
“Varios príncipes indios respondieron a la invitación del califa 'Umar ibn 'Abd-al-'Azîz a abrazar el Islam... Que estas conversiones fueron en su mayoría voluntarias, puede ser juzgado de la tolerancia que los árabes, después del primer embate, mostraron hacia sus súbditos idólatras. Por ejemplo, a la gente de Brahmanabad, cuya ciudad había sido golpeada por una tormenta, les fue permitido reparar su templo, que era un medio de subsistencia para los brahmanes, y a nadie se le prohibía o impedía seguir su propia religión y, en general, donde había sumisión, la misericordia era fácilmente otorgada y se le permitía a la gente practicar sus propias creencias y leyes”[6].
Una concepción más alta de Dios
“No fue a la fuerza que el Islam debe su éxito permanente en Bengala del Sur. Hizo un llamamiento al pueblo y obtuvo la gran masa de sus conversos de los pobres. Trajo una concepción más alta de Dios y una idea más noble de la hermandad del hombre. Ofreció a las castas bajas atestadas de Bengala, quienes habían permanecido por siglos abyectos en los límites más remotos de la comunidad hindú, entrada libre a una nueva organización social”[7].
Superioridad intelectual y moral
“Dondequiera que el Islam se abrió paso, había un misionero Mahometano que daba testimonio de sus doctrinas — el comerciante, fuera un árabe, Pul o Mandingo, combinaría proselitismo con la venta de su mercancía y, aquel cuya profesión le pondría en contacto cercano e inmediato con aquellos que convertiría, desarma cualquier posible sospecha de motivos siniestros. Cuando un hombre así entra en un pueblo pagano, él pronto atrae la atención con sus frecuentes abluciones y regularmente recurrentes tiempos de oración y postraciones en las que parece estar conversando con algún ser invisible. Por la suposición de su superioridad intelectual y moral, merece el respeto y la confianza del pueblo pagano, a quien al mismo tiempo, se muestra dispuesto a comunicarles sus elevados privilegios y conocimientos”[8].
El ejército de jurisconsultos, comerciantes y peregrinos
“Hay pruebas suficientes para demostrar la existencia de esfuerzos misioneros pacíficos para propagar la fe del Islam durante los últimos seiscientos años. A veces incluso la espada ha salido en apoyo a la causa de la religión, sin embargo, la predicación y la persuasión en lugar de la fuerza y la violencia han sido las principales características de este movimiento misionero. El maravilloso éxito logrado ha sido en gran medida el trabajo de los comerciantes que se ganaron los corazones de los nativos. … Además de los comerciantes, hubo un número de los que pueden llamarse misioneros profesionales — teólogos, predicadores, jurisconsultos y peregrinos”[9].
Una labor de misioneros más que de príncipes
“Este largo trabajo de conversión ha procedido pacíficamente y poco a poco y el crecimiento de los Estados musulmanes en esta isla (de Java) pertenece a su política más que a su historia religiosa, ya que el progreso de la religión se ha logrado por la labor de los misioneros más que de los príncipes”[10].
Los selyúcidas en lugar de los bizantinos
“Esa misma sensación de seguridad de la vida religiosa bajo el dominio musulmán también llevó a muchos de los cristianos de Asia Menor, casi al mismo tiempo, a dar la bienvenida a la llegada de los turcos selyúcidas por considerarlos sus salvadores del odiado Gobierno bizantino. Esto no fue sólo a causa de su opresivo régimen fiscal sino también del espíritu de persecución de la Iglesia griega que, con tal crueldad, aplastó las herejías de los paulistas y los iconoclastas.” [11]
¡Libradnos!
“En el reinado de Miguel (Michael) VIII (1261-1282), los turcos a menudo fueron invitados por los habitantes a tomar posesión de sus ciudades más pequeñas en el interior de Asia menor, para poder escapar a la tiranía del Imperio y tanto ricos como pobres a menudo emigraban a los dominios turcos”[12].
En el fragor de la histórica victoria
“Una de las primeras medidas adoptadas por Muhammad II, después de la captura de Constantinopla y el restablecimiento del orden en esa ciudad, era asegurar la lealtad de los cristianos al proclamarse el protector de la Iglesia griega y que la persecución de los cristianos estaba estrictamente prohibida. Un decreto fue otorgado al patriarca recién elegido, que les aseguraba a él, sus sucesores y los obispos bajo su mando el disfrute de los viejos privilegios, ingresos y exenciones que disfrutaban bajo el gobierno anterior. … Pero no sólo fue tratada la cabeza de la Iglesia con todo el respeto que él estaba acostumbrado a recibir de los emperadores cristianos, sino que además fue investido con amplio poder civil. … En consecuencia, aunque los griegos eran numéricamente superiores a los turcos en todas las provincias europeas del Imperio, esta tolerancia religiosa y la protección de la vida y la propiedad que disfrutaron, pronto los conciliaron a un cambio de amos y los llevó a preferir la dominación del sultán a cualquier potencia cristiana. De hecho, en muchas partes del país, los conquistadores otomanos fueron acogidos por los griegos como sus libertadores del dominio rapaz y tiránico”[13].
La sombra de los musulmanes frente a la sombra de otros
“Los dominios turcos fueron ciertamente mejor gobernados y más prósperos que la mayor parte de la Europa cristiana. Las masas de la población cristiana en el cultivo de las tierras gozaban de una mayor medida de libertad privada y de los frutos de su trabajo bajo el Gobierno del sultán que sus contemporáneos bajo el gobierno de muchos reyes cristianos. También se dio un gran impulso a la actividad comercial del país, ya que los primeros sultanes siempre estaban dispuestos a fomentar el comercio entre sus súbditos. Muchas de las grandes ciudades entraron en una era de prosperidad, cuando la conquista turca las liberó de la opresión fiscal paralizante del Imperio Bizantino”[14].
Mirando con ojos nostálgicos
“El tratamiento de los súbditos cristianos por parte de los emperadores otomanos— al menos durante dos siglos después de su conquista de Grecia— exhibe una tolerancia en ese momento que era bastante desconocida en el resto de Europa. Los calvinistas de Hungría y Transilvania y los unitarios de este último país prefirieron de largo someterse a los turcos en lugar de caer en manos de la fanática Casa de Habsburgo. Los protestantes de Silesia miraban con ojos nostálgicos hacia Turquía y con mucho gusto hubieran comprado la libertad religiosa al precio de la sumisión al gobierno musulmán. Fue hacia Turquía que los judíos españoles perseguidos huyeron para refugiarse en enormes números al final del siglo XV. También, los cosacos, que pertenecían a la secta de los ‘antiguos creyentes’ y fueron perseguidos por la Iglesia del estado de Rusia, encontraron en los dominios del sultán la tolerancia que les negaron sus hermanos cristianos”[15].
Tornando los ojos con nostalgia
“Incluso en Italia hubo hombres que tornaron los ojos con nostalgia hacia los turcos, con la ilusión de que, como sus súbditos, pudieran disfrutar de la libertad y la tolerancia que perdieron la esperanza de disfrutar bajo el gobierno cristiano. Entonces parece que el Islam no fue extendido por la fuerza en el dominio del sultán de Turquía”[16].
[1] Ibíd. 209-210.
[2] Ibíd. 210.
[3] Un gobernante mongol.
[4] Ibíd. 240-241.
[5] Ibíd. 241-242.
[6] Ibíd. 272.
[7] Ibíd. 279-280.
[8] Ibíd. 353-354.
[9] Ibíd. 405.
[10] Ibíd. 387.
[11] Ibíd. 96.
[12] Ibíd. 96.
[13] Ibíd. 145-147.
[14] Ibíd. 149.
[15] Ibíd. 155-156.
[16] Ibíd. 157.
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