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Fue un famoso orientalista británico que comenzó su carrera científica en la Universidad de Cambridge, donde aprendió árabe, a causa de su amor por este idioma
Fue un famoso orientalista británico que comenzó su carrera científica en la Universidad de Cambridge, donde aprendió árabe, a causa de su amor por este idioma. Luego se trasladó para trabajar como investigador en la Universidad de Aligarh en la India; y pasó diez años allí, durante los cuales escribió su famoso libro The Preaching of Islam [La Predicación del Islam.] Fue profesor de filosofía en la Universidad de Lahore, antes de regresar a Londres en 1904, para doble actuar como Asistente Bibliotecario en la Oficina de la India y profesor a tiempo parcial en la Universidad de Londres. Fue miembro del consejo editorial de la primera edición de la Enciclopedia Islámica publicada en Leiden, Holanda. Fue profesor visitante en la Universidad Egipcia en 1930. Cabe mencionar que fue maestro del pensador indio islámico, Muhammad Iqbâl.
The Spread of Islam in the World A History of Peaceful Preaching [La difusión del Islam en el mundo. Historia de una predicación pacífica]
Este libro como un todo es un gran testimonio y se considera entre los mejores en cuanto a la observación de la propagación del Islam a lo largo de las diferentes partes de la tierra. De hecho, vale la pena leerlo. Hemos transmitido tanto de él, debido a sus abundantes testimonios, y hay todavía muchas declaraciones que deberían haber sido transmitidas, si el espacio asignado a este punto lo hubiera permitido.
El Libro elocuente
“Encontramos incluso a un adversario del Islam tan intolerante como Alvar reconociendo que el Corán fue compuesto en un lenguaje tan elocuente y bello que incluso los cristianos no pueden evitar leerlo y admirarlo”[1].
Liderazgo fascinante
“Incluso antes de su muerte (de Muhammad), casi toda Arabia estaba sometida a él. Una Arabia que nunca antes había obedecido a un príncipe, de repente exhibe una unidad política y jura fidelidad a la voluntad de un gobernante absoluto. De las numerosas tribus, grandes y pequeñas, de más de cien diferentes clases que estaban incesantemente en disputas unas con otras, la palabra de Muhammed (sal-lal-lâhu ‘alaihi wa sal-lam) creó una nación. La idea de una religión común bajo una cabeza común unió a las diferentes tribus en un organismo político que desarrolló sus características peculiares con sorprendente rapidez”[2].
La tolerancia y libertad de la vida
“La hipótesis común de la espada como el factor de conversión parece apenas satisfactoria... ha sido demostrado que la teoría de la fe musulmana ordena la tolerancia y la libertad de la vida religiosa para todos los seguidores de otras religiones”[3].
Nos hemos encontrado en paz
«Michael the Elder (Miguel el Grande), Patriarca Jacobita de Antioquía, escribiendo en la segunda mitad del siglo XII, pudo aprobar la decisión de sus correligionarios y ver el dedo de Dios en las conquistas árabes, incluso después de que las iglesias orientales habían experimentado cinco siglos de dominio Mahometano. Tras relatar las persecuciones de Heraclio, escribe “Es por ello que el Dios de la venganza que, por Sí solo, es Todopoderoso y cambia el imperio de los mortales como Él quiere, dándoselo a quien Él quiere y elevando al humilde — al contemplar la maldad de los romanos que, a lo largo de sus dominios, cruelmente saquearon nuestras iglesias y monasterios y nos condenaron sin piedad — trajo de la región del sur a los hijos de Ismael para librarnos, a través de ellos, de las manos de los romanos. Y, si en verdad, hemos sufrido alguna pérdida, debido a las iglesias católicas que fueron arrebatadas de nosotros y dadas a los Chalcedonianos y aún permanecen en su poder; porque cuando las ciudades se sometieron a los árabes, estos asignaron a cada secta las iglesias que encontraron en su posesión (y en ese momento la gran iglesia de Emessa y la de Harrán nos habían sido arrebatadas). Sin embargo, para nosotros no fue poca ventaja ser liberados de la crueldad de los romanos, su maldad, ira y celo cruel contra nosotros y encontrarnos en paz”.»[4].
Elección y libre albedrío
“De los ejemplos dados anteriormente sobre la tolerancia que se extendió hacia los árabes cristianos, por parte de los musulmanes victoriosos del primer siglo de la Hégira y continuada por las generaciones venideras, podemos seguramente inferir que esas tribus cristianas que abrazaron el Islam, lo hicieron por su propia elección y libre albedrío. Los árabes cristianos de hoy en día, habitando en medio de una población Mahometana, dan testimonio de esta tolerancia”[5].
Podrían haber acabado con el cristianismo de haberlo querido
“Pero acerca de cualquier intento organizado de forzar la aceptación del Islam en la población no musulmana o de cualquier persecución sistemática que pretendiera acabar con la religión cristiana, no escuchamos nada. Si los califas hubieran adoptado cualquiera de estos dos cursos de acción, podrían haber acabado con el cristianismo tan fácilmente como Fernando e Isabel expulsaron el Islam fuera de España o como Luis XIV que hizo que el protestantismo fuera legalmente punible en Francia, o los judíos que fueron mantenidos fuera de Inglaterra por 350 años. Las iglesias de Oriente en Asia eran totalmente apartadas de la comunión del resto de la cristiandad, a lo largo de lo cual no habría nadie para levantar un dedo para defenderlas, por ser comuniones heréticas. Así que la mera supervivencia de estas iglesias hasta el día de hoy es una prueba fuerte de la actitud generalmente tolerante de los gobiernos Mahometanos hacia ellas”[6].
No lo hicieron
“Habría sido fácil para cualquiera de los poderosos gobernantes del Islam haber erradicado totalmente a sus súbditos cristianos o desterrarlos de sus dominios, como los españoles lo hicieron con los moros o los ingleses con los judíos, durante casi cuatro siglos”[7].
Hipótesis insatisfactoria
“Teniendo en cuenta la tolerancia así extendida a sus súbditos cristianos en el periodo temprano de dominación musulmana, la hipótesis común de la espada como el factor de conversión parece apenas satisfactoria y nos obliga a buscar otros motivos que el de persecución”[8].
Culminando el espíritu de tolerancia
El espíritu de tolerancia, el cual alcanzó su culminación (es la regla fundamental que se deriva de los principios del Islam)[9].
Un testimonio perdurable
“Todavía, en general, los incrédulos han disfrutado bajo el gobierno Mahometano una medida la tolerancia, la cual no se ha encontrado en Europa hasta tiempos bastante modernos. La conversión forzada estaba prohibida según los preceptos del Corán... La existencia de tantas sectas y comunidades cristianas durante siglos, en países bajo dominio Mahometano, es un testimonio perdurable de la tolerancia que han disfrutado”[10].
Una carta cristiana
“Este mismo período es testigo de la conversión de un gran número de los cristianos de Jorasán, como nos enteramos de una carta de un eclesiástico contemporáneo, el Patriarca nestoriano, Isho'yabh III, dirigida a Simeón, el metropolitano de Rev Ardashir y Primado de Persia... y esta carta da un testimonio tan sorprendente del carácter pacífico de la propagación de la nueva fe”[11].
Ellos favorecen nuestra religión
“Y los árabes, a quien Dios en este momento ha dado el Imperio del mundo, ¡cuidado!, se encuentran entre vosotros, como bien sabéis y sin embargo no atacan la fe cristiana, por el contrario, favorecen nuestra religión, honran a nuestros sacerdotes y Santos del Señor y confieren beneficios a iglesias y monasterios”[12]. [Esta es una parte de la carta escrita por el patriarca nestoriano, Isho'yabh III, a Simeón, el Metropolitano de Rev Ardashir y Primado de Persia durante la época de 'Umar ibn Al Jattâb y las conquistas de Persia]
Nunca olvida a los Dhimmis incluso cuando está en el lecho de muerte
«Está en armonía con el mismo espíritu de consideración para sus súbditos de otra fe, que se registra que 'Umar ordenó una asignación de dinero y alimentos a algunos cristianos leprosos, aparentemente con fondos públicos. Incluso en su último testamento, en el que ordena a su sucesor los deberes de su alto cargo, recuerda a los Dhimmis (o personas protegidas de otras religiones) “Encomiendo a su cuidado a los Dhimmis, quienes disfrutan de la protección de Dios y el Profeta; le hago notar que el Pacto con ellos se mantiene y que no deben ser puestas sobre ellos mayores cargas de las que puedan soportar”»[13].
Esto había sido desconocido para ellos durante muchos siglos
“Pues las provincias del Imperio Bizantino que rápidamente fueron adquiridas por la destreza de los musulmanes, se encontraron en el disfrute de tal tolerancia, en cuanto a sus opiniones monofisitas y nestorianas, que había sido desconocida para ellos durante muchos siglos. Se les permitió la práctica libre y sin perturbaciones de su religión”[14].
De persecución nada escuchamos
“De conversión forzada o persecución, en los primeros días de las conquistas árabes, nada escuchamos. De hecho, fue probablemente en gran medida su actitud tolerante hacia la religión cristiana que les facilitó la adquisición rápida del país”[15].
La bienvenida de los habitantes de Jerusalén
“Los cristianos nativos indudablemente prefirieron el gobierno de los Mahometanos al de los cruzados, y cuando Jerusalén cayó por fin y para siempre en manos de los musulmanes (1244 D.C.), la población cristiana de Palestina parece haber dado la bienvenida a los nuevos amos y haberse sometido tranquilamente y contentos a su gobierno”[16].
Una prueba documental
“El alcance de esta tolerancia — tan sorprendente en la historia del siglo VII— puede deducirse de los términos concedidos a las ciudades conquistadas, en que la protección de la vida y la propiedad y la tolerancia de las creencias religiosas eran otorgadas a cambio de la sumisión y el pago de la Yiziah”[17].
No fue una pena
«Este impuesto no se impuso a los cristianos, como algunos quieren hacernos pensar, como castigo por su negativa a aceptar la fe musulmana, pero fue pagado por ellos al igual que otros Dhimmis, o sea no musulmanes súbditos del Estado, cuya religión los excluía de servir en el ejército, a cambio de la protección asegurada para ellos por los escudos de los musulmanes. Cuando el pueblo de Hîrah contribuyó con la suma acordada, ellos mencionaron expresamente que pagaron esta Yiziah a condición de que “los musulmanes y su líder nos protejan de quienes nos opriman, ya sean musulmanes u otras personas”»[18].
Fue aplicado sólo a hombres sanos
“Este tributo (Yiziah)... se aplicaba sólo a hombres sanos; ya que mujeres, niños, monjes, detenidos, ciegos, enfermos, mendigos y esclavos estaban exentos de él”[19].
[1] Sir Thomas Arnold, Spread of Islam (La Difusión del Islam), 138-139.
[2] Ibíd. 32-33.
[3] Ibíd. 69, 420.
[4] Ibíd. 54-55.
[5] Ibíd. 51-52.
[6] Ibíd. 79-80.
[7] Ibíd. 422-423.
[8] Ibíd. 69.
[9] Ibíd. 259 (bajo la autoridad del traductor del texto árabe, pág. 464).
[10] Ibíd. 421.
[11] Ibíd. 81.
[12] Ibíd. 82.
[13] Ibíd. 57.
[14] Ibíd. 56.
[15] Ibíd. 134.
[16] Ibíd. 96.
[17] Ibíd. 56.
[18] Ibíd. 60-61.
[19] Ibíd. 134.
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