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Fue un famoso orientalista británico que comenzó su carrera científica en la Universidad de Cambridge, donde aprendió árabe, a causa de su amor por este idioma.
Fue un famoso orientalista británico que comenzó su carrera científica en la Universidad de Cambridge, donde aprendió árabe, a causa de su amor por este idioma. Luego se trasladó para trabajar como investigador en la Universidad de Aligarh en la India; y pasó diez años allí, durante los cuales escribió su famoso libro The Preaching of Islam [La Predicación del Islam.] Fue profesor de filosofía en la Universidad de Lahore, antes de regresar a Londres en 1904, para doble actuar como Asistente Bibliotecario en la Oficina de la India y profesor a tiempo parcial en la Universidad de Londres. Fue miembro del consejo editorial de la primera edición de la Enciclopedia Islámica publicada en Leiden, Holanda. Fue profesor visitante en la Universidad Egipcia en 1930. Cabe mencionar que fue maestro del pensador indio islámico, Muhammad Iqbâl.
The Spread of Islam in the World: A History of Peaceful Preaching [La difusión del Islam en el mundo. Historia de una predicación pacífica]
Testimonios de siervos y esclavos
Se ha demostrado, según el autor, que los turcos trataron a sus siervos y esclavos mejor que los cristianos. El siervo experto en una profesión disfrutaba de todos los privilegios de los libres, como si fuera casi libre[1].
Otro documento
“¡Que Dios perpetúe el Imperio de los turcos por siempre! Porque toman su impuesto y no entran en ninguna causa de religión, sean sus súbditos cristianos o nazarenos, judíos o samaritanos. Por el contrario, estos polacos malditos no se contentaban con los impuestos y diezmos de los hermanos de Cristo dispuestos a servirlos, pero los sometían a la autoridad de los enemigos de Cristo, los judíos tiránicos, que incluso no les permitían construir iglesias ni les dejaban ningún sacerdote que conociera los misterios de su fe”[2].[Macario, Patriarca de Antioquía en el siglo XVII]
Las clases altas
“Después de la caída de Constantinopla, las clases altas de la sociedad cristiana se mostraron mucho más dispuestas a abrazar el Islam que las masas de los griegos”[3].
Pero también los hombres ilustrados de cada clase
“Hubo muchos que se convirtieron de una Iglesia cuya vida espiritual se había hundido tan bajo, cansados de los interminables debates sobre esos puntos sutiles de la doctrina, como la doble procesión del Espíritu Santo y estas trivialidades como el uso de pan sin levadura y con levadura en el Santísimo Sacramento. Con mucho gusto aceptaron la enseñanza teísta clara e inteligible del Islam. Se nos dice de un gran número de personas que se convirtieron, no sólo entre gente sencilla, sino también hombres ilustrados de toda clase, rango y condición. Y se nos habla también de cómo los turcos otorgaron una mejor provisión para aquellos monjes y sacerdotes que abrazaron el credo musulmán, para que su ejemplo pudiera conducir a otros a convertirse”[4].
Incluso los príncipes bizantinos
“Mientras Adrianópolis seguía siendo la capital de Turquía (p. ej.: antes de 1453), la corte estaba atestada de renegados y se dice que conformaban la mayoría de los magnates allí. Los príncipes Bizantinos y otros a menudo pasaban al lado de los mahometanos y recibían una dispuesta bienvenida entre ellos”[5].
El prisionero de guerra invita al Islam
“Incluso el prisionero musulmán, en ocasiones, aprovechaba la oportunidad de predicar su fe a sus captores o a sus compañeros de prisión. La primera introducción del Islam en Europa del este fue obra de un jurisconsulto musulmán que fue hecho prisionero, probablemente en una de las guerras entre el Imperio bizantinos y sus vecinos Mahometanos, y fue traído al país de los Pechenegos en el comienzo del siglo XI. Presentó a muchos de ellos las enseñanzas del Islam, y abrazaron la fe con sinceridad y así comenzó a propagarse entre este pueblo. Pero los otros Pechenegos que no habían aceptado la religión musulmana sintieron resentimiento hacia la conducta de sus compatriotas y finalmente llegaron a luchar con ellos. Los musulmanes, que alcanzaban unos 12 mil, resistieron con éxito el ataque de los infieles, aunque eran más del doble de su número, y los restos del partido derrotado abrazaron la religión de los vencedores. Antes del final del siglo XI, la nación entera se había convertido al Islam y entre ellos había hombres versados en la teología musulmana y la jurisprudencia”[6].
Los libertadores
“El clero cristiano tomó ventaja de su poder para perseguir a los judíos que formaban una comunidad muy grande en España. Edictos de carácter brutalmente severo se pasaron en contra de ellos, ya que se negaban a ser bautizados, y en consecuencia aclamaron a los invasores árabes como sus libertadores de una opresión tan cruel. Ellos guarnecían las ciudades capturadas en nombre del conquistador y abrían las puertas de las ciudades que estaban siendo sitiadas.
Los Mahometanos recibieron una calurosa bienvenida de los esclavos cuya condición bajo el gobierno gótico era muy miserable. Su conocimiento del cristianismo era demasiado superficial para tener peso en comparación con la libertad y numerosas ventajas que ganaron lanzando su suerte con los musulmanes.
Estos esclavos oprimidos fueron los primeros convertidos al Islam en España. El resto de la población de paganos que encontramos mencionados luego en 693 D.C., probablemente siguió su ejemplo. Muchos de los nobles cristianos, por verdadero convencimiento u otros motivos, también abrazaron el nuevo credo. Muchos adeptos también fueron ganados de las clases inferiores y medias, que bien pudieron haber abrazado el Islam, no sólo exteriormente, sino por verdadero convencimiento; viniendo de una religión cuyos ministros los habían dejado mal instruidos y descuidados, ocupados con ambiciones mundanas habiendo saqueado y oprimido a sus fieles”[7].
Las espadas de la tolerancia
“De hecho, fue probablemente en gran medida que su actitud tolerante hacia la religión cristiana les facilitó la rápida adquisición del país”[8].
Nada los llevó a quejarse
“Ciertamente aquellos cristianos que podían resignarse a la pérdida de poder político tenían poco de que quejarse, y es muy evidente que, durante todo el siglo VIII, escuchamos de sólo un intento de revuelta por parte de éstos, concretamente en Beja. Y en esto parece que habían seguido el ejemplo de un jefe árabe”[9].
Como tal estaban bajo su paraguas
“En el siglo IX por lo menos, los laicos cristianos llevaban la misma vestimenta que los árabes. Se les permitió en un momento incluso construir nuevas iglesias. También leemos de la fundación de varios monasterios nuevos, además de los numerosos conventos de monjes y monjas que florecieron sin ser perturbados por los gobernantes musulmanes. Los monjes podían aparecer públicamente en las túnicas de lana de su orden y el sacerdote no tenía ninguna necesidad de ocultar la marca de su sagrado oficio. Al mismo tiempo, la profesión religiosa no les impedía a los cristianos ser confiados con altos cargos en la corte o servir en los ejércitos musulmanes”[10].
Como tal estaban bajo nuestro paraguas
“Los que emigraron a territorio francés para poder vivir bajo el dominio cristiano, sin duda no les fue mejor que a los correligionarios que dejaron atrás (es decir, aquellos que permanecieron bajo el dominio islámico en Al-Ándalus). En 812, Carlomagno intervino para proteger a los exiliados que lo siguieron en su retirada de España, de la exacción de los oficiales imperiales. Tres años más tarde, Luis el Piadoso [Ludovico Pío] tuvo que emitir otro edicto en su nombre, a pesar del que poco después tenían que quejarse de los nobles que les robaron las tierras que habían sido asignadas a ellos. Pero el mal fue sólo controlado por poco tiempo para salir de nuevo, y todos los edictos pasados a favor de ellos no sirvieron para hacer más tolerable la suerte de estos desafortunados exiliados. También, en los Agotes (es decir, perros godos), una clase despreciada y maltratada de épocas posteriores, probablemente volvemos a encontrar la colonia española que huyó lejos del dominio musulmán para arrojarse a la merced de sus correligionarios cristianos”[11].
Una influencia suave
“La tolerancia del Gobierno Mahometano hacia sus súbditos cristianos en España y la libertad de las relaciones entre los seguidores de ambas religiones produjeron una cierta cantidad de asimilación en las dos comunidades. Los matrimonios mixtos se hicieron frecuentes. Muchos de los cristianos adoptaron nombres árabes y, en observancias externas, imitaron en cierta medida a sus vecinos Mahometanos (por ejemplo, muchos eran circuncidados). En materia de alimentos y bebidas, siguieron la práctica de los ‘paganos sin bautizar’”[12].
Civilización brillante y arte deslumbrante
“Pero la mayoría de los conversos fueron conquistados sin duda por la imponente influencia de la fe del Islam, presentada ante ellos como lo fue, con todo el encanto de una civilización brillante, que tenía su propia poesía, filosofía y un arte bien calculado para atraer a la razón y deslumbrar la imaginación. En la noble caballería de los árabes había campo libre para la exposición de virtudes caballerescas y destreza varonil — una carrera cerrada para los españoles conquistados que permanecieron fieles a la fe cristiana. La historia de España bajo el gobierno Mahometano está singularmente libre de persecución”[13].
Cuando los teólogos aprenden
“Cuando incluso los teólogos cristianos fueron guiados por sus relaciones personales con los musulmanes a formar una estimación más justa de su religión, y el contacto con nuevos modos de pensamiento estaba trastornando la mente de los hombres y dando lugar a un enjambre de herejías, no es sorprendente que muchos deberían haber sido atraídos a las filas del Islam”[14].
Eran numerosos
“Los renegados en el siglo XII eran suficientes en número como para hacerse notar en los libros de estatutos de los cruzados, llamados Assises de Jerusalén”[15].
La magia de la moralidad
“La vida y el carácter heroicos de Saladino parecen haber ejercido una fascinación especial en las mentes de los cristianos de su tiempo. Incluso algunos de los caballeros cristianos fueron tan fuertemente atraídos por él que abandonaron la fe cristiana y su propio pueblo y se unieron a los musulmanes”[16].
El peligro de abrazar el Islam
“El peligro de que los peregrinos a la Tierra Santa se convirtieran al Islam fue claramente reconocido durante este tiempo que, en un mensaje escrito aproximadamente en 1266 por Amaury de la Roche, maestro de los Caballeros Templarios en Francia, pidió al Papa y a los legados de Francia y Sicilia que impidieran que los pobres, los ancianos y aquellos incapaces de portar armas cruzaran el mar hacia Palestina. Dichas personas eran asesinadas o tomadas prisioneras por los sarracenos o incluso se volvían renegados”[17].
¡Una bondad más cruel que toda la traición!
«Tan grande fue el contraste entre el trato amable que los peregrinos recibieron de los infieles y la crueldad de sus compañeros cristianos, los griegos, quienes imponían trabajos forzados sobre ellos, los golpeaban y les robaban lo poco que les quedaba, que voluntariamente muchos de ellos abrazaron la fe de sus libertadores. El antiguo cronista[18] dice: “Evitando a sus correligionarios, que eran tan crueles con ellos, se fueron por la seguridad entre los infieles que tuvieron compasión de ellos. Y, como hemos escuchado, más de tres mil de ellos se unieron a los turcos cuando estos se retiraron. ¡Oh, qué bondad más cruel que toda la traición! Les dieron pan pero les robaron su fe, aunque es cierto que, contentos con los servicios que realizaban, no obligaron a nadie entre ellos a renunciar a su religión.”»[19].
En África:
“Desde el esbozo histórico anterior, puede verse que los métodos pacíficos han caracterizado en gran medida el movimiento misionero Mahometano en África.... Hay un apabullante testimonio de los viajeros y otros sobre esta pacífica predicación misionera y las labores tranquilas y persistentes de la propaganda musulmana, que hizo más por la rápida difusión del Islam en el África moderna”[20].
El Islam y los negros
“Es importante, también, tener en cuenta que ni su color ni su raza perjudican en cualquier forma al Negro en los ojos de sus nuevos correligionarios. El avance del Islam en Nigeria ha sido sin duda materialmente avanzado por la ausencia de cualquier sentimiento de repulsión hacia los negros — de hecho parece que el Islam nunca ha tratado al negro como un ser inferior, como ha sido a menudo el caso de la cristiandad”[21].
[1] Ibíd. 201 (la nota hecha por el traductor del texto árabe)
[2] Ibíd. 156-157.
[3] Ibíd. 160.
[4] Ibíd. 159.
[5] Ibíd. 159-160.
[6] Ibíd. 411-412.
[7] Ibíd. 132.
[8] Ibíd. 134.
[9] Ibíd. 136.
[10] Ibíd. 135.
[11] Ibíd. 136.
[12] Ibíd. 136-137.
[13] Ibíd. 140.
[14] Ibíd. 90.
[15] Ibíd. 90.
[16] Ibíd. 91.
[17] Ibíd. 92.
[18] Odo de Diogilo. (De Ludovici VII. Itinere. Migne, Patr. Lat., torn, cxcv. p. 1243.)
[19] Ibíd. 87.
[20] Ibíd. 352-353.
[21] Ibíd. 356-357.
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